Tiempos infames o c¨®mo la m¨²sica en directo no les importa ni a los m¨²sicos
Son d¨ªas en los que se pueden ver macrobotellones y bares a rebosar pero no una sala de concierto abierta con aforo m¨¢ximo, perjudicando a un sector al l¨ªmite que no moviliza a los artistas del que dependen
Dej¨¦monos de diplomacias: vivimos tiempos infames. Tiempos en los que se puede ver a 25.000 j¨®venes reunidos de fiesta en un macrobotell¨®n en Ciudad Universitaria de Madrid para celebrar el inicio del curso, pero esa misma noche no se puede abrir la sala El Sol con aforo completo para ofrecer un concierto. Tiempos nuevos, tiempos salvajes, que cantaban Ilegales. D¨ªas en los que los m¨¢s perjudicados siempre son los mismos: los trabajadores de la m¨²sica en vivo.
La ¨²ltima estocada aberrante ha sido la nueva normativa destinada a poner fin a las restricciones para la cultura y el ocio nocturno. Publicada el pasado viernes 17 de septiembre, la normativa de la Comunidad de Madrid ampli¨® las posibilidades de reuni¨®n en buena parte de la industria cultural, movida por la alta tasa de vacunaci¨®n del territorio espa?ol que supera el 75% de la poblaci¨®n. Una buena noticia que, sin embargo, no lo fue tanto para los programadores de las salas de conciertos de Madrid. La normativa no les deja celebrar actuaciones de pie con mascarilla, lo que obliga a seguir manteniendo a las salas con mesas, sillas y distancia de seguridad y un aforo que se mantiene dr¨¢sticamente reducido en locales con poco espacio.
Hablo con Javier Olmedo, representante de La Noche en Vivo (LNV), asociaci¨®n que agrupa a las 64 salas de Madrid, y asegura que la ¡°situaci¨®n es extremadamente grave¡±. Muchas salas llevan 20 meses sin abrir y con la nueva normativa nada cambia: todo sigue igual de mal para ellas. Aunque algunas han abierto como Galileo Galilei, Siroco o El Corral de la Morer¨ªa y otras acaban de anunciar su regreso como Caf¨¦ Central, ninguna puede hacerlo con el aforo m¨¢ximo y se encuentran en una situaci¨®n dificil¨ªsima. De hecho, todos los consultados apuntan lo mismo: abren por desesperaci¨®n a no poder hacerlo quiz¨¢ dos meses m¨¢s adelante.
La ¡°situaci¨®n extremadamente grave¡± conviene que se explique y saber por qu¨¦ una sala de concierto es m¨¢s perjudicada que una sala de cine o de teatro actualmente, tras a?o y medio de pandemia y locales cerrados a cal y canto. La normativa actual permite que las salas abran con un 100% de aforo si nadie se quita la mascarilla y permanece sentado. Es decir, hay cines que han optado por esta v¨ªa sin ofrecer bebidas ni palomitas. Dicho esto, un cine o teatro pueden mantener las distancias con solo una butaca de separaci¨®n. Nada de esto sucede en una sala de concierto. Las salas de m¨²sica en vivo, pensadas en su gran mayor¨ªa para estar de pie y en algunos casos de forma h¨ªbrida entre estar de pie y sentado en una mesa, deben mantener el metro y medio de distancia de seguridad, obligando a perder un espacio esencial para el aforo final. Este espacio no afecta igual a una sala de cine que a una de concierto. Para que una de cine se viese igual de afectada, deber¨ªa poner tres butacas de distancia y no una.
Todo esto lleva a que una sala de m¨²sica en vivo se adapte a esta normativa reduciendo mucho su aforo. B¨¢sicamente, cuando una sala se ocupa ahora al 100%, realmente est¨¢ ocupada a un 40% de c¨®mo lo estaba antes de la pandemia. Las mesas, las sillas, las distancias de seguridad¡ todo quita espacio a lugares destinados a ver conciertos de pie, a una historia muy distinta a la que les obligan a ser ahora.
Esta normativa sucede en Madrid, pero tambi¨¦n en buena parte del territorio espa?ol. Las consejer¨ªas de cada comunidad aut¨®noma se encargan de las distintas normativas y casi todas est¨¢n con las mismas restricciones. Madrid, uno de los grandes faros de la m¨²sica en vivo en Espa?a, parec¨ªa poder avanzar hacia una normativa que mejorase esta situaci¨®n, pero no ha sido as¨ª.
Se suman m¨¢s agravantes. Estas medidas llegan a puertas del oto?o, temporada alta de las salas de conciertos. Oto?o e invierno son las temporadas en las que las salas m¨¢s actividad tienen, pero otro a?o m¨¢s, si todo sigue igual, pueden ver hundida su programaci¨®n. Adem¨¢s, a diferencia de un cine, necesitan un periodo significativo de tiempo para poder construir una programaci¨®n. Es decir, si el cambio de normativa se hiciese ma?ana mismo, casi todas no tendr¨ªan margen de maniobra para pasado ma?ana programar conciertos. La planificaci¨®n es esencial.
Seg¨²n datos de La Noche en Vivo, solo en Madrid se ha pasado de tener 1.200 conciertos programados al mes a menos de 200. Si se ampl¨ªa el radar hacia el resto de Espa?a, la Asociaci¨®n de Promotores Musicales (APM) comparte sus cifras del 2020 y deja una desoladora perdida del 64% en facturaci¨®n por venta de entradas, una cifra que desde la APM se ha calificado de ¡°bestialidad¡±.
Situaci¨®n extremadamente grave. Bestialidad. Cifras demoledoras. La cosa es sencilla: a los promotores musicales y las salas de conciertos se les est¨¢ exigiendo un esfuerzo b¨¢rbaro en esta pandemia. M¨¢s a¨²n cuando no dejamos de sumar escenas indignantes: macrobotellones, fiestas clandestinas, bares a rebosar con la gente sin mascarilla, chiringuitos repletos sin medidas de seguridad, medios de transporte que meten a la gente como ganado, manifestaciones descontroladas... Y, mientras tanto, en Europa y Estados Unidos se ven desde hace semanas c¨®mo se celebran conciertos que re¨²nen a miles de personas, sin distancias de seguridad, con la gente de pie y botando, cantando sin mascarillas incluso. Quiz¨¢ se pueden explicar muchas cosas de por qu¨¦ en Espa?a no y en casi el resto de pa¨ªses s¨ª, pero algo es evidente desde hace lustros: la industria musical en Espa?a importa poco, tan poco que para las autoridades un concierto se hace pasar como un botell¨®n, pero la verdadera realidad es que lo que se celebra son botellones a todas horas y apenas ning¨²n concierto en circunstancias ¨®ptimas.
Una vez m¨¢s, la m¨²sica en directo sigue siendo el gran chivo expiatorio de un pa¨ªs acostumbrado al cinismo, especialmente al pol¨ªtico, pero ahora tambi¨¦n al ciudadano bajo el altavoz que dan las redes sociales. Una vez m¨¢s, la m¨²sica en directo est¨¢ contra las cuerdas en estos tiempos de pandemia, coloc¨¢ndose en la ¨²ltima de las ¨²ltimas industrias que se asfixia sin casi posibilidad de reanimaci¨®n. Como dice Javier Olmedo: ¡°No se ve la gravedad del asunto: si se pierde una sala de concierto, lo sustituye un supermercado. Se rompe un tejido de muchos a?os que es casi imposible recuperar¡±. Los m¨¢s perjudicados son tambi¨¦n los creadores: las escenas emergentes, los artistas experimentales, las propuestas atrevidas, los m¨²sicos j¨®venes¡
?Y los m¨²sicos? ?Qu¨¦ pasa con los m¨²sicos? Dej¨¦monos tambi¨¦n de diplomacias: el silencio de una gran mayor¨ªa es un ruido tremendo ante una situaci¨®n tan tr¨¢gica para el sector de donde vienen todos. Ya sucedi¨® cuando la gran movilizaci¨®n de Alerta Roja, convocada por los promotores musicales. No hubo movilizaci¨®n de m¨²sicos, pero s¨ª de todos los trabajadores que les asisten: promotores, t¨¦cnicos de sonido, iluminadores, pipas¡ Los m¨²sicos parecen m¨¢s preocupados por sus estrategias comerciales y actualizar sus redes sociales con contenido sobre s¨ª mismos y material para sus fans que en movilizarse por el sector del que tambi¨¦n dependen. Lo sabemos por la SGAE, la misma sociedad que no entienden y con la que tuvieron un enfrentamiento por el caso de la rueda en 2017: a los m¨²sicos espa?oles les cuesta mucho tener conciencia de clase. Casi se dir¨ªa que tambi¨¦n de gremio. O la tienen, como cuando se juntaron para protestar contra la SGAE, pero no saben siempre defenderla. Es curioso cuando a ellos se acude para celebrar conciertos solidarios por refugiados, cat¨¢strofes ambientales u otras causas justas y no suelen fallar. Solo fallan para defender lo que deber¨ªan proteger mostrando los dientes: su fr¨¢gil sector.
Quiz¨¢ antes que nuevos discos y canciones, que todo ese atolladero promocional al que nos enfrentamos este oto?o e invierno con discos guardados por una gran mayor¨ªa durante un a?o para poder salir de gira justo despu¨¦s de publicarlos, sea m¨¢s interesante, m¨¢s importante, mejor, verles en una manifestaci¨®n o movilizaci¨®n dando la cara por los promotores y las salas de conciertos. Por todos aquellos que no salen en la foto, pero sin quienes es imposible que la foto sea igual. Quiz¨¢ lo que necesita este pa¨ªs ahora urgentemente, musicalmente hablando, son m¨²sicos defendiendo su gremio. Eso s¨ª que ser¨ªan tiempos nuevos, tiempos salvajes.
Babelia
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