El prodigioso Tr¨ªo Isimsiz brilla en su concierto en Madrid

El Tr¨ªo Isimsiz es una agrupaci¨®n joven, surgida en la Guildhall School of Music de Londres. Se trata, pues, de una agrupaci¨®n camer¨ªstica representativa del mejor talento brit¨¢nico. Quedar¨ªa por ver si, tras el Brexit, esas cosas van a seguir siendo iguales; y es que este prodigioso tr¨ªo est¨¢ formado por un violinista madrile?o, Pablo Hern¨¢n Bened¨ª, un violonchelista armenio, Edvard Pogossian, y un pianista ingl¨¦s, este s¨ª, pero de padres turcos, Erden Misirlioglu. El Tr¨ªo estuvo en Madrid en la Fundaci¨®n March en un concierto de 2016, y lo hizo en su ciclo de J¨®venes Int¨¦rpretes. As¨ª que el tiempo ha volado para estos brillantes m¨²sicos y el concierto del CNDM en el Auditorio 400 de este lunes es buena muestra. Tambi¨¦n ha pasado por la factor¨ªa Guildhall el compositor valenciano Francisco Coll, que estrenaba su Trio for piano, encargo del propio CNDM y del Festival de Aldebourgh.

El concierto ofreci¨® varias lecturas, la primera, la enorme calidad del Tr¨ªo, vencedor en todas las pruebas que se impusieron con un programa tan exigente. Con algo m¨¢s de detalle, se podr¨ªa hablar de dos cap¨ªtulos, uno formado por los tres compositores hist¨®ricos del siglo XX, y ya fallecidos: la delicada e infortunada compositora francesa Lili Boulanger, hoy ya justamente recuperada, pese a la brevedad del cat¨¢logo que le dio tiempo a completar antes de su muerte a los 24 a?os; el omnipotente Shostakovich, y el japon¨¦s T?ru Takemitsu, que ilumin¨® la cinematograf¨ªa de Kurosaba y le dio color japon¨¦s a la vanguardia de la segunda mitad del siglo pasado. El otro cap¨ªtulo ser¨ªa el de los dos compositores vivos del programa, el alem¨¢n Wolfgang Rihm y el joven Coll ya citado.

La obra de Rihm, que habr¨ªa el programa, mostr¨® la camale¨®nica capacidad de este compositor, otrora l¨ªder del neorromanticismo alem¨¢n de los ochenta y siempre capaz de reinventarse. Su obra Fremde Szene III, de 1983-84, es buena muestra de esos a?os ecl¨¦cticos de la movida germ¨¢nica, poderoso en el gesto, program¨¢tico en la confecci¨®n de la obra y con una curiosa capacidad para el disfraz, no conozco a ning¨²n otra capaz de parecerse, por momentos, a Lachennmann y, segundos despu¨¦s, a Schubert y salir vivo. Su concepto de lo extra?o (el t¨ªtulo de su obra ser¨ªa Escenas extra?as) conduce, curiosamente, a otra de las preocupaciones del joven Coll, que tambi¨¦n habla de extra?eza y de apropiaci¨®n. La pieza de Coll est¨¢ formada por cuatro movimientos; extraordinario el primero, curiosamente basado en la ¨®pera de Strauss La mujer silenciosa; un segundo basado en motivos flamencos del que prefiero no decir nada, aunque muy bien resuelto t¨¦cnicamente; y dos movimientos ¨²ltimos llenos de br¨ªo y de magn¨ªficos detalles apoyados en los contrastes din¨¢micos. Una obra, excelente, en suma, que yo veo m¨¢s como cuatro peque?as obras casi independientes.

Las dos ¨²ltimas obras del concierto, Between tides, de Takemitsu, y el Tr¨ªo en mi menor, opus 67, de Shostakovich, sirvieron para poner de manifiesto que Takemitsu poco tiene que hacer al lado del gigante ruso. La pieza del japon¨¦s, siempre elegante, sonaba en este contexto casi como un sushi de supermercado y la fuerza inconmensurable de Shostakovich se impone a todo. Aqu¨ª, el br¨ªo de la juventud de este Tr¨ªo dio rienda suelta a la fuerza y el vigor de Shostakovich, que no deja de poner de manifiesto que el siglo XX es pr¨¢cticamente suyo.