Julia Schulz-Dornburg: ¡°Es verdad, Franco sigue entre nosotros¡±
La arquitecta y ensayista firma con ¡®?D¨®nde est¨¢ Franco?¡¯ una desopilante y reveladora investigaci¨®n tras las huellas de las nueve estatuas ecuestres del dictador dispersas por Espa?a
Alemana afincada desde hace 30 a?os en Barcelona, Julia Schulz-Dornburg (M¨²nich, 59 a?os) es arquitecta, comisaria de exposiciones y autora de libros. Libros como el desopilante y revelador ?D¨®nde est¨¢ Franco? (Tres Hermanas), fruto de seis a?os de investigaci¨®n y combate contra diversas administraciones para localizar y documentar las nueve estatuas ecuestres de Franco dispersas por Espa?a. La conclusi¨®n: la ley de memoria hist¨®rica las envi¨® al limbo, s¨ª, pero nadie sabe de verdad qu¨¦ hacer con ellas. Ni est¨¢n, ni no est¨¢n. Puro Gila.
Pregunta. Qui¨¦n le iba a decir a una arquitecta alemana afincada en Barcelona que gracias a Franco iba a acabar haciendo de reportera de investigaci¨®n...
Respuesta. S¨ª, esto es una vertiente que descubr¨ª haciendo mi libro anterior sobre las ruinas modernas. Descubr¨ª que la investigaci¨®n en s¨ª ya es el viaje.
P. Bueno, aqu¨ª en realidad un doble viaje, ?no?, el de Franco y el suyo propio.
R. S¨ª¡ m¨¢s todo lo que ocurri¨® alrededor y no cuento en el libro.
P. ?Por ejemplo?
R. Pues cosas como que muy probablemente nunca se me habr¨ªa ocurrido ir a Melilla de no haber sido por el libro. Y hombre, no es mi ciudad favorita, pero es interesante ver lugares que normalmente no ver¨ªas y hacer cosas que no har¨ªas. Eso enriquece.
P. ?Sue?a con Franco?
R. ?Ya no! La publicaci¨®n del libro cierra un c¨ªrculo largo de casi seis a?os, seis a?os de mucha ilusi¨®n, mucha desesperaci¨®n, mucha angustia y mucha curiosidad.
P. Aunque es fruto de una investigaci¨®n riguros¨ªsima, esta historia suya con Franco cabalga entre Gila, Berlanga y los hermanos Marx, es consciente, ?verdad?
R. Y Kafka¡
P. Y Larra y su c¨¦lebre Vuelva usted ma?ana¡ Tanta tramitaci¨®n de permisos, tanta negativa, tanto silencio y tanta burocracia¡ tuvo que ser agotador.
R. Me agot¨® mucho, much¨ªsimo, hasta el momento en que entend¨ª que el ¨¦xito de este proyecto es su propio fracaso. Esto fue muy liberador, pero me cost¨® mucho llegar a ese momento.
P. ?Puede desarrollar eso?
R. Sin la traum¨¢tica experiencia del derribo de la estatua de Franco en la exposici¨®n del Born en Barcelona [Franco, Vict¨°ria, Rep¨²blica. Impunitat i Espai urb¨¤, 2016], yo no me habr¨ªa planteado tratar de entender m¨¢s sobre el poder de los s¨ªmbolos y la larga sombra de la dictadura. Cuando emprend¨ª el viaje y me di cuenta de lo infranqueable que era el muro que proteg¨ªa a las estatuas de Franco, me plante¨¦ hacer un fotorreportaje con los protagonistas de esa historia, pero vi que tambi¨¦n estaba destinado al fracaso. Ese fue el momento m¨¢s duro, pero entonces me di cuenta de que todos aquellos intercambios de correos, de peticiones y negativas, todos aquellos testigos de mi fracaso, empezaban a dibujar un mapa que ten¨ªa una forma muy clara.
P. ?Cu¨¢l era?
R. La idea de cartografiar el fracaso. Eso es lo que me hizo pensar: ¡°Por aqu¨ª hay que atacar el tema¡±. A partir de ah¨ª, mi frustraci¨®n se transform¨® en insistencia para obtener m¨¢s respuestas a mis peticiones¡ sabiendo que iba a ser un ¡°no¡± casi siempre. Hay que saber dar la vuelta a las cosas y a veces lo que parece imposible es una gran posibilidad.
P. Y tuvo raz¨®n, porque al margen del trasfondo hist¨®rico del libro, que lo tiene, su valor radica en haber sabido escenificar ese pulpo de mil tent¨¢culos llamado ¡°la administraci¨®n¡± y ¡°la burocracia¡±, o ¡°burrocracia¡±.
R. S¨ª, as¨ª es.
P. Lo que pas¨® con la exposici¨®n en el Born y el posterior derribo y evacuaci¨®n de la estatua de Franco¡ ?fue solo un malentendido ¡ªen sentido literal, ¡°mal/entendido¡±, o sea, que la gente no entendi¨® la exposici¨®n¡ª o hubo adem¨¢s instigamiento pol¨ªtico?
R. Se juntaron muchas cosas y fue una tormenta perfecta. Est¨¢bamos en un momento pol¨ªtico muy caldeado y en medio de una discusi¨®n fuerte sobre la memoria hist¨®rica, y est¨¢bamos en la zona cero de aquel momento delicado. Y como siempre, cada uno quer¨ªa sacar provecho pol¨ªtico de todo aquello. Pero al final, los que tiraron la estatua fueron unos extranjeros borrachos.
P. Convierte al dictador en un personajillo con sus sentimientos que casi da l¨¢stima. ¡°Me encontr¨¦ a un Franco abatido en mi primera visita¡ parec¨ªa desencantado¡±. O: ¡°Franco se animaba con cada visita. Parec¨ªa ilusionado¡±. ?Por qu¨¦ el humor?
R. En general, los temas que me interesan son temas inc¨®modos. Y hay que ser muy sensible a c¨®mo los cuentas. Y el humor funciona bien ah¨ª. Deja espacio para que cada lector pueda rellenar los huecos como quiera.
P. 46 a?os despu¨¦s de muerto Franco, este pa¨ªs sigue sin un consenso acerca de c¨®mo gestionar su pasado reciente. ¡°Franco sigue entre nosotros¡±, escribe usted.
R. S¨ª. Y es verdad, sigue entre nosotros. Ninguna ley obliga, por ejemplo, a quienes guardan la estatua ecuestre de Madrid a tener que mostrarla si tramitas un permiso. Se sospecha d¨®nde est¨¢, pero no hay forma de comprobarlo.
P. ?C¨®mo est¨¢ afrontando Espa?a la memoria, qu¨¦ nota nos ponemos?
R. La imagen de una estatua de Franco tapada por una tela o escondida en una caja es una met¨¢fora. Una met¨¢fora de que aqu¨ª, con la memoria, la estrategia general que se aplica es tapar. Y eso es tramposo. Y las cosas que se tapan, al final no suelen funcionar. Pero estamos en un momento muy polarizado y falta espacio para la discusi¨®n. Yo creo que hasta que no se produzcan las reparaciones a las v¨ªctimas de la guerra, ser¨¢ muy dif¨ªcil tener un discurso sereno. Y cuando eso se produzca, entonces s¨ª podremos decidir si es mejor fundir las nueve estatuas de Franco, o exponerlas, o enterrarlas o lo que sea.
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