La guerra es la derrota de las mujeres
En los medios de comunicaci¨®n vuelve a vibrar la palabra ¡°valent¨ªa¡±. Valiente el que lucha con un arma en la mano, el guerrero, como si no fuera lucha la de la madre que cruza la frontera en la noche para resguardar de las bombas a sus hijos
Guerra cultural. Las palabras se desgastan de tanto usarlas, m¨¢s bien de mangonearlas, porque hay algo en esa expresi¨®n, guerra cultural, que deriva de una traducci¨®n excesivamente literal del ingl¨¦s, y que nos lleva a pensar que cuando nos enzarzamos en guerras culturales estamos lidiando con asuntos menores. Y no. Guerra cultural. Algo que en Espa?a podr¨ªamos haber bautizado como la batalla por nuestros valores, por el tipo de sociedad a la que aspiramos, sin duda un eje crucial. Puede usted no tener una ideolog¨ªa acusada, pero desde luego todos nos construimos como personas en base a los principios en los que creemos.
No hay duda de que la admiraci¨®n que profesa Trump a Putin y viceversa se basa en la defensa de un mismo credo. Guerra cultural. En Estados Unidos la extrema derecha lleva escribiendo el cat¨¢logo de sus batallas muchos a?os y la derecha, antes conservadora y formal, se ha ido contagiando de ese catecismo gamberro que pretende vaciar a la sociedad democr¨¢tica de los derechos conquistados, a saber: retroceso en las leyes del aborto, negaci¨®n de la violencia de g¨¦nero, juicio a la homosexualidad como pr¨¢ctica aberrante, regreso a las antiguas esencias, a los viejos s¨ªmbolos nacionales, defensa de una ¨²nica religi¨®n, negaci¨®n de la diversidad social, retrato de la inmigraci¨®n como amenaza para los valores occidentales, demonizaci¨®n del inmigrante, y burla, mucha burla a la conciencia medioambiental considerada una medallita ramplona en el pecho de la ¨¦lite urbana y pija. Pero hay algo que subyace en todos y cada uno de los mandamientos del reaccionarismo, se trata del espantajo del feminismo, como amenaza al viejo sistema de vida en el que la mujer s¨ª sab¨ªa estar en su sitio.
Trump celebra en Putin el liderazgo del hombre fuerte, que no se arredra ante nada, ni ante la ley ni ante la posibilidad de una guerra nuclear
El fin de esa paranoia que lideran es retratar a la mujer de las sociedades occidentales como castradora, instigadora de un proceso de emasculaci¨®n del hombre que busca convertirlo en un ser d¨¦bil y manejable, en marioneta que cede a unos principios blandos que acaban destruyendo los liderazgos patriarcales. Esta semana pasada, con la guerra ya en marcha, un comentarista de la ultraderecha americana, Rod Dreher, dec¨ªa que se negaba a mandar muchachos de Luisiana o Alabama al Donb¨¢s para salvarlos de transg¨¦neros e inmigrantes. Suena muy loco, pero es una falacia que llega a los o¨ªdos de millones de personas, y de algo servir¨¢ cuando la simpat¨ªa por Putin ha aumentado entre los republicanos del diez por ciento de hace ocho a?os al treinta y siete de ahora. Este discurso, nutrido en gran parte de la misoginia, cala como un chirimiri y nos acaba mojando. Solo hay que ver la ferocidad con la que algunos hombres inteligentes en nuestro pa¨ªs se revuelven contra un lenguaje inclusivo que jam¨¢s se les impone, porque son normas al servicio del consumidor, y c¨®mo dicen sentirse constre?idos, amenazados, juzgados, aunque lo expresen sin temor a perder el puesto, viva la paradoja, desde una tribuna p¨²blica.
La misma guerra ejerce una divisi¨®n espantosa entre hombres y mujeres: ellos han de quedarse para defender la patria, ellas tienen que internarse en terreno desconocido, amparando a ni?os, abuelas, enfermos
Trump celebra en Putin el liderazgo del hombre fuerte, que no se arredra ante nada, ni ante la ley ni ante la posibilidad de una guerra nuclear. Hay una proliferaci¨®n en el mundo de machos en el mismo bando cultural, de valores id¨¦nticos. Bien podr¨ªamos usar para el momento la m¨ªtica frase de Pulp Fiction: ¡°Tranquil¨ªcense, caballeros, a¨²n no ha llegado el momento de comernos las pollas¡±. Esperemos que no llegue, porque en el ejercicio de su insensato machirulismo podemos morir todos, ganando la partida al desastre clim¨¢tico. La misma guerra ejerce una divisi¨®n espantosa entre hombres y mujeres: ellos han de quedarse para defender la patria, ellas tienen que internarse en terreno desconocido, amparando a ni?os, abuelas, enfermos. La despedida en los andenes es en s¨ª una escenificaci¨®n de un mundo que vuelve a antiguas categor¨ªas. En los medios de comunicaci¨®n vuelve a vibrar la palabra ¡°valent¨ªa¡±. Valiente el que lucha con un arma en la mano, el guerrero, como si no fuera lucha la de la madre que cruza la frontera en la noche para resguardar de las bombas a sus hijos.
Naciones Unidas lleva a?os trabajando para que las mujeres intervengan en los lugares de conflicto y no sean consideradas meros sujetos pasivos azotados por la historia. Pero estos l¨ªderes de la vieja hombr¨ªa nos quieren situar en la casilla de salida. Hemos reblandecido con nuestras bobadas el coraz¨®n de Europa y ellos han decidido despertar la conciencia b¨¦lica. No dudo de la necesidad de defenderse, pero la aceptaci¨®n de sus valores sobre los nuestros es ya en s¨ª una derrota.
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