En el conf¨ªn
Los que han tenido la fortuna de vivir muchos a?os han habitado dos mundos diferentes. El de la ni?ez y juventud poca relaci¨®n tiene con el de la senectud
Cuando P¨¦rez Gald¨®s y tambi¨¦n P¨ªo Baroja ve¨ªan a un anciano sentado en un banco o echando miguitas a las palomas, se acercaban lentamente, ped¨ªan permiso y se acomodaban a su lado. Tras un parloteo sobre el tiempo y el calor proced¨ªan a hurgar en la memoria del viejo. Tanto Gald¨®s como Baroja acumularon una monta?a de informaci¨®n hablando con aquellos personajes acabados, pero que conoc¨ªan lo que ya nadie recordaba.
Las memorias de los ancianos son del mayor inter¨¦s. Tomo por anciano al que ha cumplido m¨¢s de 75 a?os y se encuentra en buen uso de su cabeza. En esos 75 a?os el mundo ha dado una vuelta entera a todo lo que antes fue normal, com¨²n, habitual y ahora es ya perfectamente desconocido. Los que han tenido la fortuna de vivir tantos a?os han habitado dos mundos diferentes. El de la ni?ez y juventud poca relaci¨®n tiene con el de la senectud. Es un escenario parecido, pero ya nada est¨¢ en donde sol¨ªa.
El cl¨¢sico es el bienhumorado y simp¨¢tico Memorias de un setent¨®n, de Mesonero Romanos, que empieza en 1808 con el regreso a Espa?a del rey fel¨®n y sigue hasta casi el cambio de siglo. Es un viaje al pasado remoto en verdad agudo y bien escrito. No obstante, la admirable Biblioteca Castro acaba de editar un volumen de Obras escogidas de Santiago Ram¨®n y Cajal que contiene dos curiosas memorias. Una, titulada Mi infancia y juventud, comienza donde Mesonero termina, en 1901. Est¨¢ adornado con fotograf¨ªas que muestran, entre otras cosas, la miseria profunda en la que naci¨® Cajal, una aldehuela navarra llamada Petilla de Arag¨®n. Como su padre, todo el esfuerzo de Cajal fue arrancarse a la pobreza, pero, sobre todo, a la miseria espiritual e intelectual de aquella Espa?a en ruinas.
Lo fascinante, sin embargo, es que el volumen incluye tambi¨¦n El mundo visto a los ochenta a?os que se public¨® en 1934, el a?o de su muerte, y que da cuenta del mundo nuevo. ?Qu¨¦ hab¨ªa pasado entre 1852 y 1934? Pues que era otro mundo y el desconcierto que muestra Cajal se expresa de una manera casi dram¨¢tica en una serie de cap¨ªtulos en los que repasa todas las novedades que ya no puede digerir. Empieza por las ciudades de su juventud, a las que ha regresado y nada queda de ellas: se ha producido la modernizaci¨®n. El lenguaje, al que reprocha la entrada de infinitos galicismos y anglicismos (?si viera hoy!), pero adem¨¢s hace una lista de neologismos que nos dejan boquiabiertos: constatar, control, avalancha, financiar¡ Y as¨ª m¨¢s de cuatro p¨¢ginas. Palabras que para nosotros son de lo m¨¢s com¨²n y aceptado y que a ¨¦l le sonaban a rayos. Viene luego la moda masculina y femenina, la ¡°locura de la velocidad¡± y, en fin, todo el conjunto de novedades que al anciano estudioso le parec¨ªan pura p¨¦rdida de tiempo y en absoluto una mejora de la vida. Hay p¨¢ginas asombrosas sobre los separatistas catalanes. He aqu¨ª a una de las pocas personas que han pensado, trabajado e inventado en Espa?a con la alabanza del mundo entero y es instructivo constatar que todos, listos o tontos, caemos en los mismos hoyos en cuanto el mundo gira un poco la direcci¨®n del rostro.
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