Bibliotecas p¨²blicas: los palacios del pueblo en los que falta inversi¨®n
Los vecinos del barrio de San Ferm¨ªn en Madrid viven como una victoria la reciente inauguraci¨®n de un espacio que llevaban casi 30 a?os reivindicando como fundamental para dinamizar la cultura y la convivencia ciudadana
¡°Hoy est¨¢ muy petada¡±, dice un chaval en ch¨¢ndal. ¡°Ya¡ yo tengo que venir m¨¢s a preparar lo de la uni¡±, dice otro, de la misma guisa. Son dos j¨®venes universitarios, de Enfermer¨ªa y Matem¨¢ticas, que descansan de sus estudios en la terraza de la flamante biblioteca p¨²blica municipal del barrio de San Ferm¨ªn, en el madrile?o distrito de Usera, zona de raigambre obrera. Al fondo se divisa la periferia urbana bajo un cielo esf¨¦ricamente azul, y el centro cultural est¨¢ tan nuevo que parece que le acaban de quitar el pl¨¢stico. Es tarde laborable y la biblioteca bulle, demostrando lo importante que es un espacio de este tipo para un barrio y para una sociedad.
Aunque la biblioteca es nueva (fue inaugurada a mediados de marzo), su historia es vieja, y es la historia de una lucha del barrio. ¡°En los noventa algunas mujeres se dieron cuenta de la necesidad de una biblioteca y crearon un aula de biblioteca vecinal, que, adem¨¢s de servicio, tambi¨¦n era una forma de reivindicaci¨®n: no pod¨ªamos esperar a tener un edificio para empezar a dinamizar¡±, dice el soci¨®logo V¨ªctor Renes, presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos del Barrio de San Ferm¨ªn. Aquella iniciativa, a base de voluntariado, reuni¨® 1.500 socios, 14.000 libros donados y recibi¨® la visita de muchos escritores a modo de apoyo.
Si la reivindicaci¨®n comenz¨® en 1994, no fue hasta 2008 cuando el Ayuntamiento de Alberto Ruiz Gallard¨®n firm¨® para levantar la biblioteca, pero las diferentes Administraciones han tardado casi 30 a?os en abrir sus puertas. Es una victoria vecinal porque han hecho falta muchas reuniones, muchas peticiones, muchas manifestaciones; adem¨¢s, el espacio se ha dise?ado de forma participativa, teniendo en cuenta las necesidades del vecindario. ¡°Ahora se est¨¢ usando tanto que vemos que ten¨ªamos raz¨®n al se?alar la necesidad¡±, dice Renes satisfecho. Muchas veces esa necesidad, esa carencia, ni siquiera llega a observarse.
¡°En nombre de la austeridad se ha dejado de invertir en espacios p¨²blicos y lugares de reuni¨®n accesibles¡±Eric Klinenberg, soci¨®logo
¡°Estados y sociedades de todo el mundo dan por hechas las infraestructuras sociales; en nombre de la austeridad se ha dejado de invertir en espacios p¨²blicos y lugares de reuni¨®n accesibles, como bibliotecas, patios de recreo, parques y patios escolares¡±, dice el soci¨®logo Eric Klinenberg, autor del libro Palacios del pueblo (Capit¨¢n Swing). Klinenberg defiende la infraestructura social como forma de crear comunidad en unos tiempos cada vez m¨¢s individualistas y atomizados. Las bibliotecas no solo est¨¢n amenazadas por la falta de inversi¨®n, tambi¨¦n por los cambios en los modos de vida, donde la lectura mengua y surgen otras formas m¨¢s virtuales de relacionarse. ¡°Ahora estamos utilizando las redes sociales como sustitutas de estas infraestructuras sociales, as¨ª estamos poniendo en peligro nuestra cultura c¨ªvica y cohesi¨®n social¡±, a?ade Klinenberg.
Las bibliotecas son una forma de garantizar el derecho de la ciudadan¨ªa al acceso equitativo a la informaci¨®n, la cultura, la educaci¨®n y el conocimiento, seg¨²n expresa el informe Las bibliotecas p¨²blicas en Espa?a: diagn¨®stico tras la crisis econ¨®mica, elaborado en 2019 por la Federaci¨®n Espa?ola de Sociedades de Archiv¨ªstica, Biblioteconom¨ªa, Documentaci¨®n y Muse¨ªstica (FESABID). La federaci¨®n se?ala algunos problemas, como el estancamiento en la evoluci¨®n de las bibliotecas o la paralizaci¨®n de la tendencia al alza en las visitas y los pr¨¦stamos, lo que achacan a la necesidad de una mayor inversi¨®n en colecciones y servicios. Eso era antes de la pandemia; seg¨²n Fesabid, la situaci¨®n no ha mejorado: la inversi¨®n media en bibliotecas en Espa?a es de 10 euros por habitante (cuando es de 40 para fiestas patronales) y, adem¨¢s, se observa una gran desigualdad territorial en esta materia. En Espa?a, en los ¨²ltimos tiempos se han visto protestas contra los recortes en el presupuesto, el personal o los horarios de bibliotecas en ciudades como Madrid, Vitoria, Ferrol u Oviedo.
El roce hace el cari?o
En la biblioteca p¨²blica de San Ferm¨ªn, y en muchas otras, se ve c¨®mo el roce hace el cari?o vecinal y estos espacios se convierten en mucho m¨¢s que meros despachos de libros a pr¨¦stamo (que no es poco): los beb¨¦s acuden a la bebeteca, los estudiantes estudian, personas de todo tipo leen la prensa, consultan internet o rebuscan libros entre las estanter¨ªas. En el tabl¨®n se anuncian talleres de poes¨ªa, de lectura en ingl¨¦s, de escritura creativa, presentaciones literarias. La entrada ajardinada al recinto, as¨ª como la terraza en la azotea, sirve para que los vecinos se relajen y conversen, tal vez de libros, tal vez de lo que ocurre en las calles, tal vez del tiempo, de lo r¨¢pido que pasa. Para muchas personas sin hogar una biblioteca p¨²blica es un refugio imprescindible donde estar a salvo del mundo cruel e incluso mantener su identidad digital, enchufando el m¨®vil, revisando las redes o el correo electr¨®nico (cuesti¨®n no balad¨ª para evitar estar a¨²n m¨¢s excluidos de la sociedad).
¡°Una biblioteca no solo es un lugar para la lectura o el estudio, es un nodo cultural en el barrio y una forma de desarrollar las potencialidades que aqu¨ª se encuentran¡±, se?ala Renes. Las bibliotecas act¨²an como espacios donde diferentes facetas de las personas pueden salir a la luz. De hecho, muchos vecinos se aficionaron a la escritura en el aula que se mont¨® antes de que se levantara el edificio, como se ve en el libro que la asociaci¨®n ha publicado como homenaje a la lucha de estos a?os, donde aparecen sus textos junto a otras firmas consagradas, como Gloria Fuertes o Bel¨¦n Gopegui. La biblioteca como sensor para detectar talentos y ayudar al desarrollo creativo de las personas.
Las bibliotecas tienen buena fama: obtienen un 8,2 sobre diez entre los encuestados
Esta funci¨®n comunitaria de las bibliotecas no es algo novedoso. ¡°Durante toda la modernidad han sido lugares abiertos, generosos¡±, dice Jorge Carri¨®n, autor de Librer¨ªas (Anagrama) y Contra Amazon (Galaxia Gutenberg). El escritor cita el libro La biblioteca en llamas, de Susan Orlean, donde se narra la historia de la Biblioteca P¨²blica de Los ?ngeles: ¡°Ah¨ª queda claro que muchas caracter¨ªsticas que consideramos exclusivas de nuestra ¨¦poca ya estaban en las bibliotecas de finales del siglo XIX¡±, dice Carri¨®n, refiri¨¦ndose a las cualidades inclusivas, formativas o comunitarias de estos espacios. Otra referencia ineludible para comprender una biblioteca p¨²blica en todas sus dimensiones es la pel¨ªcula Ex Libris, del pope del documental Frederick Wiseman, que se introduce en las entra?as de la Biblioteca P¨²blica de Nueva York y muestra su funcionamiento interno, con la aparici¨®n de algunos habituales ilustres como Patti Smith o Elvis Costello.
Las bibliotecas tienen buena fama: obtienen un 8,2 sobre 10 de los encuestados en el Bar¨®metro de h¨¢bitos de lectura y compra de libros en Espa?a 2021; son la instituci¨®n cultural m¨¢s valorada. El 89,3% de los usuarios de estos espacios acuden a bibliotecas p¨²blicas. ¡°Para la mayor¨ªa de los ciudadanos, son el lugar m¨¢s cercano y amable del Estado y las administraciones¡±, explica Carri¨®n. El escritor dice ir a menudo con sus hijos a las dos de su barrio, Poblenou, en Barcelona. ¡°Las salas infantiles y el sistema de pr¨¦stamo (individual, automatizado, sin inquisiciones) no hacen m¨¢s que potenciar esa relaci¨®n fluida y simp¨¢tica con los usuarios¡±, se?ala. Aunque lo que se?ala como fundamental es el espacio de la bebeteca: ¡°Si un beb¨¦ de 2022 ya se siente acogido en la biblioteca, es probable que sigan existiendo en el siglo XXII¡±, concluye. Hay esperanza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.