El sueco Ruben ?stlund borda una mordaz s¨¢tira sobre el dinero y el delirio capitalista actual
Cristian Mungiu presenta una interesante indagaci¨®n en la xenofobia que amenaza Europa a trav¨¦s de un estallido racista en un pueblo minero de Rumania
El t¨ªtulo Triangle of sadness (Tri¨¢ngulo de tristeza) hace referencia al ce?o fruncido que los modelos e influencers siempre deben evitar. Ese gesto que, seg¨²n los adictos al b¨®tox, tanto afea la cara. Con ese t¨ªtulo tan par¨®dico como po¨¦tico, el cineasta sueco Ruben ?stlund, ganador en 2017 de la Palma de Oro por su caricatura del mundo del arte contempor¨¢neo en The Square, present¨® ayer una de las mejores pel¨ªculas vistas hasta el momento en la Secci¨®n Oficial del festival de Cannes. Una mordaz s¨¢tira sobre el culto al dinero y el naufragio del insostenible sistema de clases del mundo actual. Con sobrada inteligencia y gracia, ?stlund se atreve a chapotear en todo tipo de charcos, incluidos los de las guerras culturales y de g¨¦nero.
Triangle of sadness arranca en un casting de modelos masculinos donde conoceremos a uno de los personajes principales del filme, Carl. Por un momento parece que nos adentramos en una versi¨®n n¨®rdica de Zoolander, pero no. Estructurada en tres episodios, en el primero asistiremos a una pelea de Carl con su novia, Yaya, una guapa influencer. Una bronca tan prosaica como reveladora alrededor de quien paga la cuenta de una cena en un restaurante de lujo. La discusi¨®n es el perfecto pre¨¢mbulo para toda la metralla que vendr¨¢ despu¨¦s cuando la pareja, ya en el segundo acto del filme, se embarca en un yate de lujo para pasar unas vacaciones pagadas gracias a su salvoconducto de guapos y famosos. La ligereza del tono y las im¨¢genes, su ritmo colorista y veloz, se abren paso a una ¨¢cida mirada sobre un mundo grotesco, tan insostenible como pat¨¦tico.
Lo que ocurre dentro del microcosmos del yate de lujo es un desparrame total sobre el delirio CAista en el que vivimos. A trav¨¦s de un coro de personajes tan absurdos como reales (basta con darse un paseo por esta ciudad para cruzarse con muchos parecidos a ellos), ?stlund compone un cuadro de una precisi¨®n surreal. La pel¨ªcula est¨¢ plagada de hallazgos, pero entre los m¨¢s inolvidables figura el crescendo de la borrachera del capit¨¢n del barco, ¡°un americano comunista¡± maravillosamente interpretado por el actor estadounidense Woody Harrelson, que culmina con un inolvidable mano a mano con uno de los viajeros, ¡°un ruso capitalista¡±, entre citas de Marx, Lenin y Mark Twain: ¡°Nunca discutas con un idiota, te har¨¢ bajar a su nivel y te vencer¨¢ por experiencia¡±, sentencia el capit¨¢n.
La otra pel¨ªcula a concurso, R.M.N, del rumano Cristian Mungiu, ganador de la Palma de Oro en 2007 con 4 meses, 3 semanas, 2 d¨ªas, dur¨ªsima cr¨®nica de un aborto clandestino en tiempos de Ceau?escu, es una interesante indagaci¨®n en la xenofobia que amenaza Europa a trav¨¦s de un pueblo minero de Rumania. All¨ª conviven h¨²ngaros y rumanos, pero la llegada al pueblo de tres inmigrantes de Sri Lanka desatar¨¢ una ola de odio que destapar¨¢ todas las miserias de la Europa actual. La pel¨ªcula, sin embargo, resulta demasiado cr¨ªptica en su retrato de una sociedad cercada por miedos at¨¢vicos e irracionales y aunque tiene destellos en algunas de sus secuencias, como el largo plano fijo de una asamblea de todo el pueblo, el conjunto no acaba de enganchar. El personaje principal, un inmigrante que vuelve a su pueblo despu¨¦s de huir de Alemania, donde lo tachan de gitano, no es muy interesante y las constantes incursiones de animales, ya sean muertos, dom¨¦sticos, salvajes o a punto de sacrificar, remiten a ideas atractivas pero mal resueltas.
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