¡®La voluntaria¡¯: cuando se colabora con una ONG por carencias vitales y generosidad

Los temas m¨¢s elevados suelen esconderse bien en las historias en apariencia m¨¢s peque?as. Al menos en el cine. As¨ª, las dos ¨²ltimas pel¨ªculas espa?olas con relevancia en torno a la cooperaci¨®n internacional y a los refugiados han acabado siendo historias esencialmente individuales que trascend¨ªan esa particularidad. Mediterr¨¢neo, de Marcel Barrena, pese a narrar los inicios de un gigante de la organizaci¨®n no gubernamental como Open Arms, manten¨ªa sus mejores virtudes en el retrato de un hombre en lucha consigo mismo. Y algo semejante ocurre con La voluntaria, nuevo largometraje de Nely Reguera tras Mar¨ªa (y los dem¨¢s), en el que la cineasta regresa a la soledad de la mujer de su notable debut, pero en un territorio radicalmente distinto: desde la mujer treinta?era que se desvive por los suyos y que parece gangrenada por la (auto)exigencia, hasta la mujer con amplia formaci¨®n, m¨¦dica reci¨¦n jubilada, que decide que es el momento de escapar de su monoton¨ªa para poner su grano de arena en pos del ser humano m¨¢s desfavorecido.

En ese viaje de ida y vuelta hasta Grecia para colaborar con una ONG que trabaja en un campo de refugiados, se dibuja el trayecto entre la ilusi¨®n y el desconcierto. Un itinerario en el que el personaje que interpreta la magn¨ªfica Carmen Machi, pleno de buenas intenciones, combate con las formas ya regladas de la organizaci¨®n, en las que no caben su espontaneidad, su cari?o y su (inicial) sentido com¨²n.

A veces se pone un poco discursiva, y con un texto que no escapa del clich¨¦: la culpa la tiene ¡°el sistema¡±, en versi¨®n de los profesionales de las ONG, frente a la responsabilidad de ¡°los pol¨ªticos¡±, en opini¨®n de la reci¨¦n llegada; ideas que quedan en meros apuntes sin desarrollar. Sin embargo, como contrapartida, Reguera orquesta un interesante andamio existencial en el que la necesidad de la cooperaci¨®n de esa doctora con hijos demasiado ocupados viene dada por unas evidentes ganas de ayudar, pero tambi¨¦n por unas carencias vitales relacionadas fundamentalmente con la soledad.

La deriva final del personaje, rompedora, es la que eleva un trabajo hasta entonces (casi) irreprochable, porque Reguera nunca cae en demasiadas inseguridades, pero quiz¨¢ de vuelo corto, pues parece faltarle un cierto grado de ambici¨®n: en las situaciones, en los textos de esas situaciones y en la puesta en escena, simplemente funcional. Ahora bien, la ¨²ltima etapa del arco del personaje es formidable. Casi sin palabras, sirve para redefinir la labor de los cooperantes, para confrontar el necesario debate entre la ayuda colectiva y la ayuda individual, y para extraer el lado oculto del altruismo, la solidaridad, e incluso de palabras a¨²n mayores, como la bondad, el cari?o y el orgullo.

Es ah¨ª, en esa imagen final de un personaje en apariencia derrotado, cuando La voluntaria entra en una excelencia a la que hasta entonces no se hab¨ªa acercado. Porque ese aparente fracaso es en realidad la victoria de la experiencia verdadera y del juicio propio. Y el derrumbe de ese f¨¢cil idealismo consistente en sacar de vez en cuando de vacaciones a la generosidad.