¡®Ninjababy¡¯, una comedia atrevida sobre la ausencia de instinto maternal

No es f¨¢cil componer una comedia sobre la falta de instinto maternal, un embarazo no deseado, la posibilidad de un aborto y, finalmente, la entrega del beb¨¦ en adopci¨®n. La ha hecho la noruega Yngvild Sve Flikke, directora hasta ahora in¨¦dita en los cines espa?oles, y el resultado tiene gracia y gancho, sensibilidad y ternura, simpat¨ªa y amargura: Ninjababy, basada en una novela gr¨¢fica de Inga Saetre. La odisea de una mujer joven que quer¨ªa tener una vida, pero que, casi de la noche a la ma?ana, debe bregar con otra muy distinta.

Con independencia del relato en s¨ª, la labor de Flikke est¨¢ auspiciada por una decisi¨®n que otorga encanto y originalidad al conjunto: dar voz al feto a trav¨¦s de los dibujos que la propia protagonista realiza como ilustradora de profesi¨®n. Unas animaciones sencill¨ªsimas, casi na¨ªfs, que redondean una pel¨ªcula de notable atrevimiento en todos los sentidos, desde el afectivo al sexual, pasando por el del lenguaje, siempre directo, coloquial y expresivo, y que adem¨¢s nunca juzga a sus criaturas.

Protagonizada por una chica despistada, indecisa, graciosa, desordenada y encantadora, Ninjababy no es solo una m¨¢s de las recientes aportaciones cinematogr¨¢ficas destinadas a desterrar la cl¨¢sica idea de la maternidad como culmen divino de la vida de una mujer. Es tambi¨¦n una de las que m¨¢s arriesga. Tanto en su fondo como en su forma, con esos flashes de apenas unos segundos, pura comedia del absurdo, de nuestras incongruencias y nuestras dif¨ªciles tomas de decisiones. Y, sobre todo, con un tono inclasificable de compleja graduaci¨®n: de situaciones ¨¢speras y negras, y simp¨¢tica apariencia blanca.

La labor de Flikke como coguionista y directora es siempre comprometida y original, alternativa y en modo alguno complaciente. Sin embargo, hay un momento, ya cerca del final, en el que, al estar tan pendiente de la situaci¨®n emocional de la madre, la pel¨ªcula se le puede acabar escapando a su autora por el lado m¨¢s d¨¦bil: el del beb¨¦, al que ella misma ha otorgado voz desde el inicio. Es durante ese trecho de la historia cuando a ciertos espectadores se les pueden encender las luces rojas de la ¨¦tica, porque no parece una gran idea abandonarlo finalmente a su suerte, tanto en la vida como en la narrativa del relato. Pero Flikke reacciona a tiempo y adem¨¢s con convicci¨®n: con un momento triste, negro, necesario y muy especial, protagonizado por el dibujo de ese beb¨¦ ninja, por su voz directa y amarga, que no es sino la voz de la conciencia de una mujer con dudas.

Un instante que, sin desvelar demasiado, se remata con un ep¨ªlogo de una gran audacia y una enorme ambig¨¹edad. Una de esas veces en las que quiz¨¢ la vida nos quite la raz¨®n (o no) con respecto a nuestros ideales previos, justo cuando lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos no acaba de estar en consonancia. Unos ¨²ltimos minutos que cada uno en su butaca del cine interpretar¨¢ de diferente modo (y eso es muy bueno), que subvierten los roles tradicionales de g¨¦nero, contradicen los conceptos de mirada masculina y mirada femenina del cine, y que incluso podr¨ªan emparentarse con los postreros instantes de otra atractiva pel¨ªcula reciente protagonizada por una mujer joven que valora especialmente su individualidad y su privacidad: La peor persona del mundo, de Joachim Trier.