La tumba de Kerouac
Uno de los grandes escritores americanos, por el azar de las famas, est¨¢ un tanto escondido en el pudridero del parnaso

Hace un calor inhumano en todo el estado de Massachussets. Boston arde. Aqu¨ª ha llegado tambi¨¦n el cambio clim¨¢tico. Con nuestro coche de alquiler (nos hicieron un upgrade en la compa?¨ªa, cosas que solo pasan en Estados Unidos), que es un pedazo de coche, nos dirigimos al cementerio de Edson, a honrar a uno de los m¨¢s grandes escritores americanos y que hoy, por el azar de las famas, est¨¢ un tanto escondido en el pudridero del parnaso. Jack Kerouac est¨¢ enterrado en Lowell, en la ciudad en la que naci¨® un 12 de marzo de 1922. Entramos en Lowell, dios m¨ªo, qu¨¦ ciudad m¨¢s disfuncional, dominada por una misteriosa f¨¢brica de ladrillo rojo. El cementerio de Edson es enorme. Ponte a buscar all¨ª la tumba de Kerouac, con 100 grados Fahrenheit, si tienes valor. Sin embargo, puedes entrar motorizado en Edson.
As¨ª que empezamos a recorrer el cementerio, envueltos en el maravilloso aire acondicionado del lujoso coche de alquiler. Vimos a un se?or montado en un peque?o artilugio descapotable con cuatro ruedas ¡ªignoro c¨®mo se puede llamar ese veh¨ªculo¡ª, pero estaba claro que era un empleado del cementerio. Su coche era un Ford. Se trataba de un tipo encantador. Lo primero que hizo fue mirar nuestro Nissan y sonri¨®. Nos dijo que ven¨ªa mucha gente preguntando por Kerouac, que subi¨¦ramos a nuestro Nissan y le sigui¨¦ramos, que la tumba era imposible de encontrar si ¨¦l no te llevaba, se dio importancia. Estaba orgulloso de Jack, de saber d¨®nde estaba. Nos llev¨® hasta la tumba, 10 minutos de viaje espectral, rodeado de miles de almas ca¨ªdas en los ¨²ltimos 300 a?os. ¡°Aqu¨ª est¨¢ Jack¡±, nos dijo. Era una peque?a tumba llena de ofrendas y regalos.
All¨ª abajo poco quedar¨ªa de Jack, pens¨¦. Est¨¢ enterrado con su mujer, que le sobrevivi¨® bastantes a?os. La gente ha dejado botellas vac¨ªas de whisky barato, bolis de propaganda, mecheros gastados, cuchillas de afeitar (ignoro el significado), banderas de Estados Unidos, y alguna nota ya ilegible. De repente, no sab¨ªamos qu¨¦ hacer, nos sentimos sin ning¨²n cometido, de pie ante una tumba, en medio de la nada y de un infierno de calor, as¨ª que nos metimos en el coche y nos fuimos a ver la casa natal del autor de En el camino. Solo encontramos una placa m¨ªnima en una casa an¨®nima de un suburbio hostil. Aqu¨ª tampoco recuerdan demasiado a sus escritores, pens¨¦. Debe de ser algo universal. Claro que ya ves t¨² qu¨¦ le puede importar al autor de En el camino que lo recuerden o no.
Por la noche, en un hotel de Boston, frente al ordenador, vi por en¨¦sima vez Un perro andaluz, la c¨¦lebre pel¨ªcula de Bu?uel y Dal¨ª, rodada en 1929. Vi entonces una conexi¨®n entre Dal¨ª y Bu?uel y Kerouac y Ginsberg y Burroughs. Esa conexi¨®n se llama la juventud. En el camino es una novela sobre las pasiones indomables de la gente de 20 a?os. Pero los inventores de la juventud fueron Bu?uel y Dal¨ª. Aqu¨ª, en Nueva Inglaterra, Kerouac me hace recordar a Luis Bu?uel. ?Qu¨¦ une a la generaci¨®n beat con los surrealistas? La lucha iconoclasta contra el aburrimiento y contra toda forma de creencia.
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