Reivindicar a la hija maldita de Jack Kerouac
Jan Kerouac sigui¨® los pasos de su padre: quem¨® la carretera, escribi¨®, y muri¨®, como ¨¦l, antes de cumplir los 50. El por qu¨¦ su figura y su obra sigue oculta, como se ocultaron durante a?os las de las escritoras 'beat', es hoy m¨¢s que nunca un misterio
Cuando Jack Kerouc muri¨® de una fulminante cirrosis a los 47 a?os, se lo dej¨® todo a la que hab¨ªa sido la mujer de su vida: su madre, Gabrielle. Corr¨ªa el a?o 1969 y su ¨²nica hija, Jan, estaba en el instituto. Hab¨ªa nacido en 1952, es decir, ten¨ªa 17 a?os cuando el que hab¨ªa sido su padre, un padre beligerantemente ausente, muri¨®. Se hab¨ªan visto, padre e hija, en tan solo dos ocasiones. En una de ellas, un juez hab¨ªa dictaminado que las pruebas de paternidad confirmaban que aquel tipo, el escritor beat, era su padre. Eso hab¨ªa sido en 1960. Jan ten¨ªa ocho a?os. Viv¨ªa con su madre, Joan, que, a sabiendas de que su hija no pod¨ªa ser otra cosa que hija de Jack Kerouac ¡ªlo suyo no era cosa de una noche, Joan hab¨ªa sido la segunda mujer del escritor¡ª, no dej¨® de batallar hasta que consigui¨® que Jack se prestase a aquellas pruebas. Pese a que el resultado fue positivo, Kerouac sigui¨® fingiendo que la ni?a no exist¨ªa. Para ella no fue tan sencillo.
Como escribi¨® la poeta beat Ruth Weiss, amante, en una ¨¦poca, del escritor, en el epatante poema Postal 1995, Jan hered¨® la cara de su padre (he aqu¨ª el par de versos: ¡°JACK KEROUAC est¨¢ en todas partes / su hija JAN KEROUAC viste su cara¡±, a los que siguen otro par en los que echa en cara al escritor que no hiciera frente a su paternidad: ¡°y lo que enfrent¨® / y lo que no hizo¡±), as¨ª que no le fue tan sencillo fingir que nada estaba pasando cuando los fot¨®grafos se apostaban a las puertas de su casa con la intenci¨®n de comprobarlo, y evidenciar ante el mundo hasta d¨®nde pod¨ªa llegar la crueldad del adalid de aquella ego¨ªsta y egoc¨¦ntrica generaci¨®n de escritores que no hac¨ªan otra cosa que huir de todo y de todos. De hecho, cuando Jack dej¨® a Joan, Joan ya estaba embarazada. Le pidi¨® que abortara. Ella se neg¨®. Hab¨ªan pasado ocho meses juntos. Se hab¨ªan casado a las dos semanas de conocerse. Lo cuenta Brenda Knight en el imprescindible Women of the Beat Generation (1996).
En Women of the Beat Generation, Knight realiza una estimulante y necesaria labor arqueol¨®gica y restituye el universo de mujeres en el que se gest¨® y por el que tambi¨¦n transit¨® la generaci¨®n beat, tan aparentemente a salvo de lo femenino que, a d¨ªa de hoy, sigue siendo un milagro dar con alguna de las obras de las que siguieron los pasos de Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs?¡ªpor siempre, y pese a las m¨¢s que suculentas aportaciones de todo tipo de otros autores y autoras, suerte de Santa Trinidad del movimiento¡ª?en una librer¨ªa, no importa el lugar del mundo en el que te encuentres. Intenta dar con un libro de poemas de Hettie Jones o Diane Di Prima o Elise Cowen en Nueva York o San Francisco. Con suerte, te se?alar¨¢n el ejemplar de Women of the Beat Generation que me se?al¨® a m¨ª la dependienta de Unamable Books, en Brooklyn, y te dir¨¢: ¡°Ah¨ª deben de estar todas¡±.
?Lo est¨¢n? Es lo m¨¢s probable. Ni siquiera olvidan a Jan Kerouac, la malograda Janet Michelle, que muri¨® en 1996, a los 44 a?os, un d¨ªa despu¨¦s de que le extirparan el bazo. Como su padre, Jan ¡ªdurante una ¨¦poca, adicta a la hero¨ªna¡ª hab¨ªa tenido complicaciones renales ¡ªllevaba cinco a?os en di¨¢lisis¡ª, y su desubicada existencia, siempre en la carretera, siguiendo el ¨²nico rastro que pod¨ªa seguir, el del venerado padre fantasma, no le hab¨ªa ayudado a estabilizarlas. Hab¨ªa publicado dos libros, y hab¨ªa acabado un tercero, que tambi¨¦n se public¨®, al poco de su muerte. Todos eran intentos de explicarle a su padre lo que estaba haciendo con su vida. El primero, el ¨²nico que se public¨® en espa?ol, lo public¨® Argos Vergara en 1992, 11 a?os despu¨¦s de editarse en Estados Unidos. Se titul¨®, a su pesar, Baby Driver, aqu¨ª, Una chica en la carretera. Y lo acompa?aron fotos de ella ante coches abrazando, como su padre, gatos.
¡°Odio el t¨ªtulo, es un t¨ªtulo horrible¡±, le dijo un d¨ªa al escritor Ernest Hebert. Compart¨ªan una canoa, en alg¨²n lugar de Maine. Hebert, que a?os m¨¢s tarde publicar¨ªa la cr¨®nica de aquella conversaci¨®n en canoa en el New York Times, le pregunt¨® por qu¨¦. ¡°No es m¨ªo, el editor lo eligi¨®¡±, dijo. Ella quer¨ªa titularla Everthreads. Su madre hab¨ªa sido costurera, le dijo, y a ella le encantaba crear nuevas palabras partiendo de las que ya exist¨ªan, como la intraducible everthreads. ¡°Ten¨ªa potencial, un potencial enorme, pero necesitaba a alguien que le mostrase el camino¡±, concluy¨® Hebert en su art¨ªculo. ¡°Mi padre me dio permiso para usar su apellidosi alguna vez publicaba algo. La segunda vez que lo vi. Yo ten¨ªa 15 a?os. Fui con mi novio a Lowell. Alguien nos hab¨ªa dicho que estaba all¨ª. No estuvimos mucho rato. Su madre se enfad¨®. Yo estaba embarazada. Perd¨ª al beb¨¦ en M¨¦xico. He tenido cinco abortos desde entonces¡±, le cont¨® a Hebert en aquella canoa.
El a?o 1982, al poco de llegar a librer¨ªas Una chica en la carretera, el peri¨®dico local de Boulder, pueblo del que era vecina, el min¨²sculo Boulder Daily Camera, public¨® una de las pocas entrevistas con ella que existen. Pese a la limitaci¨®n de espacio ¡ªno debi¨® ocupar m¨¢s de una p¨¢gina¡ª, el periodista se las ingenia para hilar un texto que constituye a la vez un retrato de la escritora en ciernes y del padre nunca presente. ¡°La ¨²nica hija que tuvo mi padre fue su literatura¡±, le dice Jan al periodista en un momento determinado. Tambi¨¦n, que si escribi¨® Una chica en la carretera fue para ¡°exorcizar¡± su pasado, y que, cuando creaba personajes, ella era siempre su madre, y ¨¦l, Neal Cassady, su tambi¨¦n muso. ¡°Soy tan como ¨¦l. Dice mi madre que hasta tengo sus gestos¡±, dice. Se pon¨ªa celosa cuando pensaba en la de gente que amaba lo que hab¨ªa hecho su padre. Hablaba de su mala vida ¨C las drogas, el flirteo con la prostituci¨®n, la pobreza absoluta ¨C y de su reinserci¨®n.
¡°Escribir no es lo ¨²nico que hago. Tambi¨¦n bailo y act¨²o, y me encanta la jardiner¨ªa¡±, le cuenta al periodista. Dice que quiere construirse una casa en Boulder y quiz¨¢, abrir una panader¨ªa. Lo que hizo fue escribir otros dos libros. El ¨²ltimo se public¨® despu¨¦s de su muerte, en 1996. Durante todo ese tiempo sigui¨® luchando por que se la reconociera como heredera. Cuando por fin lo consigui¨®, en 2009, llevaba 13 a?os muerta. Su figura, sin embargo, sigue hoy misteriosamente fuera de plano, como la de todas las mujeres beat de las que habla Brenda Knight. Se hizo un t¨ªmido intento por restaurarlas, primero en 2008, cuando Libros del Asteroide public¨® Personajes secundarios, de Joyce Johnson, autobiograf¨ªa coral de la ¨¦poca de una de las novias de Kerouac, publicada no casualmente en 1983 ¡ªdos a?os despu¨¦s de que Jan se estrenase como escritora¡ª, y luego en 2015 cuando Bartleby public¨® Beat Attitude, una antolog¨ªa de mujeres poetas beats comandada por Annalisa Mar¨ª Pegrum. Pero nunca se pens¨® en ella.
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