Arcade Fire: fiesta grande¡ y aqu¨ª no ha pasado nada
Los canadienses conservan ¨¦pica y euforia tras las acusaciones sexuales a su l¨ªder, que tir¨® de teatralidad y carisma ante 12.000 almas en el WiZink Center
En circunstancias normales, el de ayer mi¨¦rcoles en el WiZink Center madrile?o estaba llamado a ser un conciertazo de los que se recuerdan en todos los balances anuales, y con una telonera a la altura de las grandes ocasiones. Pero la vida a veces da sorpresas, no siempre agradables, y los canadienses Arcade Fire acabaron compareciendo en la capital con el ambiente enrarecido tras las recientes acusaciones por acoso sexual contra el cantante, l¨ªder y compositor de la banda, Win Butler. ?Se not¨® en algo? M¨¢s bien no, honestamente. O solo en un detalle que ya conoc¨ªamos de antemano: tras los dos primeros conciertos de la gira europea, la artista invitada, la maravillosa Feist, anunci¨® que no pod¨ªa ¡°defender o ignorar el da?o causado por Butler¡± y opt¨® por la retirada. En su lugar, un atronador piano de ragtime ameniz¨® anoche los proleg¨®menos de un recital que acab¨® siendo tan rocoso y avasallador como de costumbre. Porque los velos, en las m¨¢s distinguidas ¨®rbitas del rock internacional, tambi¨¦n pueden ser muy tupidos.
?Influyeron en el ¨¢nimo de alguien las recientes revelaciones de la web estadounidense Pitchfork? El pasado 27 de agosto, esta biblia seglar para los correligionarios del indie informaba sobre la ¡°mala conducta sexual¡± de Butler con al menos cuatro mujeres de entre 18 y 23 a?os. El aludido se defend¨ªa apelando al car¨¢cter ¡°consensuado¡± de los encuentros, mientras que R¨¦gine Chassagne, multiinstrumentista en los Fire y esposa de Butler desde 2003, dijo ser conocedora de estas relaciones. Todo suena inc¨®modo y escabroso, como poco, pero el revuelo de las semanas previas pareci¨® aparcado para muchos de los 12.000 asistentes que abarrotaban el pabell¨®n madrile?o. Los comentarios de repulsa en Twitter fueron exiguos y poco expl¨ªcitos (¡°Quiz¨¢s es el concierto que m¨¢s ganas tengo de ver este a?o, y me surge la duda de ir o no¡±, escribi¨® @el_del_cuarto¡±), mientras que muchos de los consultados entre el p¨²blico se encog¨ªan de hombros o dec¨ªan desconocer la pol¨¦mica. Solo Laura, de 37 a?os, elev¨® el list¨®n de la concreci¨®n: ¡°La historia de los [supuestos] abusos me da asco y grima, pero hoy vengo a disfrutar de un grupazo. Prefiero separar artista y arte, porque, por desgracia, no es el primer caso¡±.
As¨ª pues, el esperad¨ªsimo regreso de los de Montreal acab¨® siendo justo eso, el reencuentro con una banda a la que no ve¨ªamos desde la primavera de 2018 y que en este tiempo no ha perdido su permanente vocaci¨®n de escribir himnos y revestirlos con su caracter¨ªstico sonido orondo, envolvente y apabullante, aunque a ratos sobrado de corticoides. Porque los Fire siguen m¨¢s preocupados por el ¨¦nfasis que por el matiz. En este sentido, quiz¨¢ les convendr¨ªa escuchar con m¨¢s detenimiento ese fastuoso Bolero de Ravel que escogieron para que sonara a todo volumen, durante sus abrumadores 15 minutazos, justo antes de hacer acto de presencia. El impresionista franc¨¦s s¨ª que sab¨ªa muy bien c¨®mo prolongar la apoteosis sin repetir siempre lo mismo.
A los Fire les sigue honrando su ambici¨®n teatral, ese ¨¦nfasis ceremonioso que le imprimen a todo, incluso a los cambios de posici¨®n en escena. Es cierto que Butler, ataviado con una especie de chaleco mimetizado, no pareci¨® que hubiese elegido el conjunto m¨¢s estiloso de su armario, pero tampoco se priv¨® desde la inaugural Age of Anxiety de idas, venidas, aspavientos y dem¨¢s expresiones enf¨¢ticas. El protagonismo de Chassagne es mucho menor, pero ni en el mano a mano matrimonial de Reflektor ni en la eclosi¨®n solista de Sprawl II se intuyeron miradas o interacciones de ning¨²n tipo, ya fuera complicidad o reproche. No hubo signos de incomodidad, sino, en todo caso, la coexistencia de dos profesionales de comportamiento imperturbable.
Durante 110 minutos, y con la reciente publicaci¨®n del ¨¢lbum We como tenue hilo argumental, los chicos de Arcade Fire se ocuparon de certificar el rotundo triunfo de la euforia. Y no solo en los pasajes m¨¢s discotequeros, como ese Put Your Money On Me, que parece indagar en alguna bisectriz entre Kraftwerk y Giorgio Moroder, y que sirvi¨® para que entrara en liza esa gigantesca bola de cristal que emit¨ªa haces y destellos de luz desde el centro del pabell¨®n. Esa excitaci¨®n, que ya es mucha, empalidece ante ejemplos como Everything Now, quintaesencia de los mayores placeres culpables: es m¨¢s bien pachanguera y simplona, pero corremos el peligro de seguir canturre¨¢ndola hasta el final de nuestros d¨ªas.
Y dicho todo esto, ?son tan buenos Arcade Fire como los dibujan sus hagi¨®grafos? Muy probablemente, no. Apuestan por unas guitarras con saturaci¨®n, pero sin filo, y se obcecan en que los teclados rellenen hasta el ¨²ltimo cent¨ªmetro cuadrado de espacio sonoro. Por eso el conjunto resultante a ratos se asemeja m¨¢s a un gigantesco bloque de hormig¨®n que a un frondoso jard¨ªn de colores y texturas. Con excepciones, sin duda: Here Comes The Night Time aporta h¨¢biles subidas y bajadas del pist¨®n, la excelente Modern Man dispone de una l¨ªnea de bajo espectacular y un comp¨¢s irregular muy ingenioso, y Lookout Kid, con su ¡°tu-tu-tu-ru¡± a lo Lou Reed, parece concebida para que la multitud se desga?ite hasta los mism¨ªsimos primeros s¨ªntomas de la afon¨ªa.
Los bises se aprovecharon para que el septeto se trasladara hasta el escenario secundario y le sacase brillo a End Of The Empire, quiz¨¢ lo m¨¢s convincente de We: una suite por la que parecen desfilar los aprendizajes adquiridos a lo largo de tantos a?os con Queen, Radiohead, Pink Floyd y, sobre todo, Bowie. Y a¨²n quedaban el sorpres¨®n de Spanish Bombs, el cl¨¢sico de los Clash, reinventado en se?al de simpat¨ªa hacia la audiencia espa?ola, y el acab¨®se definitivo de Wake Up, que es como el Seven Nation Army de White Stripes, pero a la canadiense. Bastantes minutos despu¨¦s de finiquitado el concierto, decenas de aficionados a¨²n segu¨ªan core¨¢ndola en plena calle. Definitivamente, las acusaciones de abusos no figuraban esta vez entre los asuntos m¨¢s destacados del d¨ªa.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.