¡®La lecci¨®n¡¯: envidia inc¨®moda de la sociedad israel¨ª
Esta miniserie retrata el desmoronamiento de un personaje que solo quiere ser decente, cumplir como profesor en un barrio de clase media
Un mont¨®n de emociones se me revuelven tras haber visto La lecci¨®n (miniserie de seis cap¨ªtulos en Filmin), pero, de entre todas ¡ªrabia, tristeza, angustia y otras que viven en esos campos sem¨¢nticos tan ¨¢speros¡ª, al cabo de un rato, prevalece la envidia. Una envidia inc¨®moda, porque no hay nada que envidiar en ese mundo. No quisiera vivir en ¨¦l, me desarma la sola idea de verme en un dilema parecido al que destroza a los protagonistas (profesor y alumna en un instituto). Envidio la capacidad de los israel¨ªes para fabricar espejos donde nadie sale guapo, envidio su talento para romper los manique¨ªsmos y presentar la complejidad insoportable del mundo all¨ª donde nadie espera verla, en la cultura popular, en la tele, en el sitio al que todo el mundo se asoma. Lo han demostrado sobradamente: el cine, la literatura y la tele israel¨ªes est¨¢n llenas de reflexiones profundas y despiadadas que avientan el delirio cotidiano del pa¨ªs, y lo hacen con una crudeza sin igual. De eso siento envidia: la sociedad espa?ola no aceptar¨ªa el reflejo de esos espejos. Los romper¨ªa a martillazos.
En La lecci¨®n asistimos al desmoronamiento de un personaje que solo quiere ser decente, cumplir como profesor en un barrio de clase media de Israel, ser un padre digno y un ciudadano consecuente. El actor Doron Ben-David (el Steve de Fauda, para los aficionados a la tele israel¨ª) encarna muy bien la fragilidad fibrosa de un hombre bueno en el buen sentido machadiano de la palabra que descubre que ser bueno no basta y tampoco importa cuando la br¨²jula moral est¨¢ rota y nadie encuentra un horizonte ¨¦tico. Sin quererlo, este relato de terror dice algo positivo y envidiable de la sociedad asfixiante que retrata: que es consciente de su asfixia y es capaz de pensar sobre ella y de mirarla de frente.
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