Annie Ernaux, que siempre va conmigo
Nos ha tra¨ªdo el Nobel este a?o un aire de celebraci¨®n
Nos ha tra¨ªdo el Nobel este a?o un aire de celebraci¨®n. Lo observo desde que apareci¨® la noticia en los comentarios de amigas y amigos lectores, esa tribu incorruptible y ajena a las fobias y filias de los cr¨ªticos, que aplaude como si fuera un logro propio el premio concedido a esta escritora que vali¨¦ndose de lo m¨¢s ¨ªntimo de su vida ha retratado la de tantas mujeres. Me da apuro reconocer que en mi memoria sus libros se entremezclan hasta fundirse en uno solo, pero as¨ª es, y hay algo de coherencia inconsciente en esa forma de abordar su escritura: Annie Ernaux est¨¢ narrando a lo largo de su vida una sola historia fragmentada en vol¨²menes y as¨ª ha convertido su peripecia personal en una suerte de rompecabezas que finalmente la memoria de quien lee reconstruye.
Memoria de chica, Los a?os, El acontecimiento, Pura pasi¨®n o la ¨²ltima, Los armarios vac¨ªos, nos hablan de una Francia desconocida, apartada del brillo cultural que tanto envanece a la intelectualidad francesa, excluida, en el sentido m¨¢s social del t¨¦rmino. Siendo una escritora nacida en los a?os 40, Ernaux es poseedora de una voz que sigue seduciendo a los lectores m¨¢s j¨®venes porque ese sentimiento de ajenidad que a ella le provocaba su origen humilde sirve tambi¨¦n para el desamparo y el desarraigo con el que la juventud hoy enfrenta un futuro en el que las expectativas son muy inciertas. Me pregunto si no habr¨¢ contribuido su condici¨®n de profesora de instituto a favorecer una observaci¨®n narrativa que ahonda en lo m¨¢s desprotegido del alma humana.
Hemos seguido sus pasos de muchacha brillante en el instituto, que fantasea con escapar de la existencia humilde de sus padres; hemos comprendido el sentimiento de culpa de la chica que detesta la existencia vulgar de sus progenitores, a los que ha de dejar atr¨¢s si quiere ascender en el universo cultural; compartido, c¨®mo no, la angustia de la joven universitaria, atormentada por un embarazo no deseado, que busca desesperadamente librarse de una maternidad que arruinar¨¢ un futuro planeado con tanto esfuerzo y la cruda manera con que retrata a su madre cuando era joven y el desvelo con el que sabe cuidar a la vieja. En esa mujer narrada, portadora del mal del desarraigo, que no se acaba de reconciliar con el pasado miserable ni de integrar en un presente pleno de bienestar, en los breves libros que dan cuenta de la extra?eza del paso del tiempo, se han encontrado retratados millones de lectores, que m¨¢s all¨¢ de la provincia francesa, del bar de los padres o de la humillaci¨®n de ser pobre entre las ni?as ricas, acaba acompa?ando a muchos corazones solitarios.
La literatura de Ernaux no est¨¢ destinada en exclusiva a los ojos de las mujeres, por mucho que haya habido una l¨®gica exclamaci¨®n de alegr¨ªa entre el batall¨®n de escritoras y lectoras, por cuanto su obra est¨¢ narrada siempre desde un punto de vista ¨ªntimo, pero su vuelo es alto y consigue llegar a todos los seres humanos de la comunidad lectora. Ernaux es en s¨ª la prueba misma de que aquello que ha sido relegado y tachado como asuntos de exclusivo inter¨¦s femenino puede definir a toda una sociedad. De hecho, el aspecto social est¨¢ siempre presente en lo que nuestra escritora cuenta y eso universaliza a¨²n m¨¢s su narrativa. Su voz, tan propia, es la de los olvidados de un sistema implacable, su agudeza al retratar el complejo de los que menos tienen y tambi¨¦n la rabia con la que se sobreponen tiene hoy m¨¢s sentido que nunca. Su estilo austero, seco, implacable, nos golpea cada vez que nos enfrentamos a un cap¨ªtulo m¨¢s de la gran novela de su vida. Cada vez que acabo uno de sus libros debo esperar un tiempo para tomar aire; cuando regreso a otro, siento que no ha dejado nunca de estar conmigo.
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