Mart¨ªn-Santos
Si uno sigue la l¨ªnea que marc¨® el escritor con sus t¨ªtulos, descubre que hemos entrado ahora en el ¡®Tiempo de suspense¡¯
¡ª?A qu¨¦ te dedicas? ?Te diviertes? Y perdona si te interrumpo.
Estaba en casa, esperando la ceremonia de despedida de Piqu¨¦ que, por ser previsible, era toda una promesa de tedio. Y no me dedicaba a nada, aunque a veces, y eso a¨²n era peor, daba vueltas alrededor del p¨¦simo estado general del mundo de hoy.
Y en eso, por tel¨¦fono, me llegaron de pronto desde San Sebasti¨¢n esas preguntas de una amiga de toda la vida. ?A qu¨¦ me dedicaba? Le ocult¨¦ que no estaba haciendo nada y cont¨¦ que, horas antes, me hab¨ªa dedicado con paciencia a buscar, en un documental visto a?os atr¨¢s, unas palabras de Hitchcock muy festivas y, sobre todo, de una vanidad suprema. Hab¨ªa acabado encontr¨¢ndolas. Eran de 1960, de cuando a Hitchcock le pidieron que explicara el ¨¦xito mundial de Psicosis. Deb¨ªa su suerte, dijo, a que en Hollywood nadie entend¨ªa qu¨¦ realmente era el cine, porque all¨ª andaban ensimismados con los di¨¢logos, que cre¨ªan que eran el eje principal de los filmes. De modo, conclu¨ªa Hitchcock, que me dejaron libre todo el campo del suspense, todo entero.
?vida de discusi¨®n, mi amiga dijo que esas vanidosas palabras eran brillantes, pero que le parec¨ªa que el tiempo hab¨ªa demostrado que conten¨ªan una fibra t¨®xica, localizable en el desd¨¦n de Hitchcock por los di¨¢logos y en su exigencia de que el cine perdiera el lastre de lo literario. Seg¨²n ella, perderlo hab¨ªa tra¨ªdo funestas consecuencias. Porque las obras maestras del suspense hab¨ªan ido siendo sustituidas ¡ªhoy es m¨¢s visible que nunca¡ª por un suspense tosco, de baja estofa, acorde con el tiempo en que vivimos: pel¨ªculas de di¨¢logos tan funcionales como rasos y est¨²pidos, intercalados en sucesivas y sistem¨¢ticas escenas de terror y violencia.
Ya ves, dijo, siempre hay un elemento t¨®xico en todo, tambi¨¦n en la genialidad y en la vanidad. Y pens¨¦ que pod¨ªa estar en lo cierto y que la prueba era que el cine de ahora encajaba como un guante con este tiempo de suspense en el que nos hallamos.
De hecho, me dije, si uno sigue la l¨ªnea que marcara Luis Mart¨ªn-Santos con sus t¨ªtulos ¡ªTiempo de silencio, Tiempo de destrucci¨®n¡ª, descubre que hemos entrado ahora en Tiempo de suspense, como lo demuestra el relato permanente de las mil y una amenazas de cat¨¢strofes con las que logran atenazarnos a diario. Y pens¨¦: este es un tiempo taimado y vivamente iletrado, cargado de un suspense degenerado y siniestro, porque sigue siendo suspense ¡ªcon su demora o suspensi¨®n de las acciones atroces¡ª pero nos bombardea con una constante anticipaci¨®n de cat¨¢strofes de todos los g¨¦neros. Se lo coment¨¦ a mi amiga y creo que hasta le contagi¨¦ mi horror. Y encima sin divertirnos, dijo ella de pronto. Y me acord¨¦ de Mart¨ªn-Santos, al que le hab¨ªan preguntado un d¨ªa a qu¨¦ se dedicaba y respondi¨®: ¡°A modificar la realidad espa?ola (y divertirme)¡±.
Sostienen algunos que, de no ser por su accidente en 1964, habr¨ªa podido abrir una vivificante v¨ªa nueva ¡ªtan cervantina como joyceana y barojiana¡ª en la narrativa espa?ola que sigui¨® a su muerte.
Babelia
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