Pablo Milan¨¦s: rara avis irrepetible
Pablito llamaba a desatar la amante humanidad de cada uno y encontrar el porvenir desde esa fuerza dulce que ¨¦l evocaba con su m¨²sica
No se ha muerto un cantor; se ha extinguido un p¨¢jaro, un rara avis latinoamericana que jam¨¢s volver¨¢ a repetirse. Su canto no solo era la emanaci¨®n de unas cuerdas vocales privilegiadas, era la expresi¨®n de un coraz¨®n colectivo. Pablo Milan¨¦s no solo cantaba de s¨ª, el color y esencia de su canto conten¨ªa el plumaje de toda una generaci¨®n. En sus composiciones, en esa voz de asombrosos registros, los latinoamericanos de entonces cre¨ªamos sentir lo que imagin¨¢bamos ser¨ªa el futuro de una Am¨¦rica Latina que hab¨ªa despertado para encontrarse, para recuperar su dignidad, su potencial y poner en el mundo una huella luminosa. Su m¨²sica hablaba a una emoci¨®n que, m¨¢s all¨¢ de las luchas, las muertes y fusiles de esa ¨¦poca, apelaba a la ternura, a esa parte que quer¨ªa que el cambio fuese m¨¢s all¨¢ de las leyes y la econom¨ªa. Pablito llamaba a desatar la amante humanidad de cada uno y encontrar el porvenir desde esa fuerza dulce que ¨¦l evocaba con su m¨²sica y que inclu¨ªa todas las experiencias de la vida.
La ¨²ltima vez que lo abrac¨¦ fue en Los ?ngeles en un concierto que dio en el Conga Room en alg¨²n a?o de la primera d¨¦cada de los dos mil. Ya ni ¨¦l ni yo ¨¦ramos los mismos. Lo vi cansado ¡ªya estaba enfermo¡ª pero nos reconocimos. Aunque hubi¨¦semos recibido mucha agua sobre nuestros fuegos interiores, nadie pod¨ªa, como dice un dicho popular que me encanta, ¡°quitarnos lo bailado¡±.
Fue durante los dos meses que pas¨¦ en Cuba como jurado del Premio Casa de las Am¨¦ricas en el a?o 1981, cuando conoc¨ª a Pablo. ?l y otro grupo de poetas cubanos, j¨®venes ¨¦ramos todos: Reyna Mar¨ªa Rodr¨ªguez, Osvaldo S¨¢nchez, Senel Paz, Nancy Morej¨®n, Da¨ªna Chaviano y que me perdonen los que no nombre... se encargaron de celebrarme y celebrar juntos la nueva revoluci¨®n nicarag¨¹ense, su m¨²sica y su poes¨ªa. Pablo tarareaba en alg¨²n bar, ri¨¦ndose, ¡°amo esta isla, bebo Caribe¡±, que era la cerveza que tomaba. Fuimos a la casa de Eliseo Diego una tarde inolvidable y me present¨® a Rapi Diego, cineasta y gran amigo suyo, ya fallecido, y a Eliseo, su padre, el gran poeta cuya serena quietud me impresion¨®. En su coche medio destartalado, Pablo me pase¨® por el Malec¨®n y fuimos al estudio del Grupo de Experimentaci¨®n Sonora donde grababa su m¨²sica y donde a finales del 78 yo hab¨ªa llevado la partitura de pu?o y letra de Carlos Mej¨ªa Godoy y grabado con la orquesta y coros del ICAIC, el himno del Frente Sandinista en una versi¨®n que no se us¨®, porque la letra cambi¨® cuando se unieron las tres tendencias del Frente en 1975.
Pablo sab¨ªa qui¨¦n era, pero era m¨¢s grande que su fama. Esta no le imped¨ªa ser, sobre todo, un personaje terrenal, amable sobre todas las cosas, profundo en su amor por la historia de su pa¨ªs, con todo y sus errores. ?l me cont¨® del per¨ªodo terrible en los sesenta cuando a ¨¦l y muchos m¨¢s los encerraron en un campamento, con mentalidad estalinista, para ¡°reeducarlos.¡± Para ¨¦l, Cuba era la carne y hueso de su gente y, por tanto, no endiosaba lo que all¨ª se hac¨ªa, ni quienes lo hac¨ªan. Ten¨ªa la clara conciencia de que esa revoluci¨®n, igual que la nuestra, era una aventura humana con sus faros y naufragios. Ni ¨¦l ni yo imagin¨¢bamos entonces o¨ªr crujir los maderos de tanto hundimiento.
Tiempo despu¨¦s de mi estancia en Cuba, Pablito lleg¨® a Managua a dar un concierto en el teatro Gonz¨¢lez, teatro joya durante el somocismo, que ya medio decadente en sus butacas ra¨ªdas albergaba a¨²n grandes eventos en los 80. Me invit¨® a que lo acompa?ara a uno de sus ensayos. Recuerdo el escenario en penumbra, los instrumentos y equipos desordenados a¨²n y ¨¦l probando micr¨®fonos, busc¨¢ndome una silla, en ese ambiente de jolgorio que suelen ser los ensayos. No olvidar¨¦ nunca su sonrisa juguetona cuando se puso a cantar la c¨¦lebre Yolanda sustituyendo ese nombre por el m¨ªo. Gioconda por Yolanda. Los m¨²sicos c¨®mplices y Pablo disfrutaron viendo mi cara de ¡°fan¡± que no pod¨ªa (y a¨²n no puede) creer su suerte.
La m¨²sica de Pablo es como ¨¦l, no hay nada en ella que no se corresponda a esa persona ¨²nica, que, por serlo, nos dej¨® grabados, y para no olvidar, la banda sonora de una esperanza y un esp¨ªritu que seguir¨¢ rasg¨¢ndonos el coraz¨®n para que nunca deje de cantar, ni de esperar contra toda esperanza.
?Ave Pablito!
Babelia
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