Las mejores escenas de sexo de la literatura: hacer el amor en tr¨ªo entre tortugas gigantes
De Boccaccio a Houellebecq, una personal selecci¨®n de erotismo en los libros que demuestra el poder de la imaginaci¨®n y la lectura sobre lo visual expl¨ªcito
?Cu¨¢l es la mejor escena o pasaje de sexo en la literatura? Parecer¨ªa hoy algo inocente hacerse la pregunta ante la omnipresencia del sexo en la sociedad en formato visual y el desparrame de la pornograf¨ªa en internet. Pero los libros y la lectura tienen un poder enorme en el ¨¢mbito de la libido y desde siempre han estimulado la imaginaci¨®n como no lo hace ning¨²n otro medio. Quien ha crecido y madurado con libros tiene una relaci¨®n distinta con el erotismo. La selecci¨®n del mejor ...
?Cu¨¢l es la mejor escena o pasaje de sexo en la literatura? Parecer¨ªa hoy algo inocente hacerse la pregunta ante la omnipresencia del sexo en la sociedad en formato visual y el desparrame de la pornograf¨ªa en internet. Pero los libros y la lectura tienen un poder enorme en el ¨¢mbito de la libido y desde siempre han estimulado la imaginaci¨®n como no lo hace ning¨²n otro medio. Quien ha crecido y madurado con libros tiene una relaci¨®n distinta con el erotismo. La selecci¨®n del mejor sexo en la literatura ¡ªa falta de una votaci¨®n popular que desde aqu¨ª animamos¡ª ha de ser forzosamente un asunto personal y reduccionista. En parte porque es dif¨ªcil abarcar la producci¨®n literaria universal analizada desde esa perspectiva, pero sobre todo porque cada cual tiene su opini¨®n acerca de qu¨¦ es lo mejor en el sexo. En todo caso aqu¨ª van unas cuantas propuestas, algunas m¨¢s cl¨¢sicas y obvias, m¨¢s evidentes, que otras, pero todas con la mejor intenci¨®n de despertar y animar la reflexi¨®n y el debate, y lo que sea. Algunos pasajes son de libros considerados de g¨¦nero er¨®tico, pero otros pertenecen a novelas generalistas e incluso alguno a la ciencia-ficci¨®n.
Empecemos por todo lo alto con un gran cl¨¢sico de la narrativa, El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence (ediciones en Alianza, De Bolsillo, Austral, C¨¢tedra), que para lo sensual era mejor que T. E. Lawrence, un hombre, el de Arabia, m¨¢s de arena que de polvo (aunque alg¨²n fragmento de Los siete pilares de la sabidur¨ªa puede sorprender). Una de las cumbres er¨®ticas de la novela ¡ªa la que recordemos no se le levant¨® en EE UU el sambenito de obscenidad hasta 1959¡ª es el tercer encuentro amoroso clandestino de Connie con el guardabosques Mellors cuando por primera vez llegan juntos al final (algo mejor que el que tu marido te lea a Racine, como le hace Clifford a ella). ¡°Desnud¨® la parte delantera de su cuerpo y Connie sinti¨® su carne desnuda contra ella, al penetrarla. Durante un instante permaneci¨® inm¨®vil en su interior; tembloroso y turgente. Luego empez¨® a moverse, en el s¨²bito e inevitable orgasmo, y despert¨® en ella un extra?o estremecimiento que la hizo vibrar en su interior. Vibrar, vibrar, vibrar, como las agitaciones fluctuantes de unas llamas suaves como plumas, elev¨¢ndose hasta unos puntos intensamente brillantes, y derritiendo todo su interior. Eran como campanillas que sub¨ªan y sub¨ªan hasta la culminaci¨®n¡±.
Aprovechando que una de las numerosas versiones cinematogr¨¢ficas de El amante de Lady Chatterley la protagoniz¨® en 1984 Sylvia Kristel, que hab¨ªa interpretado en 1974 Emmanuelle con el mismo director (el ¨ªnclito Just Jaeckin), tiene sentido destacar alguna escena de la novela de Emmanuelle Arsan (Tusquets, 2002), seud¨®nimo de Marayat Rollet-Andriane, en la que se bas¨® bastante fielmente el filme paradigma del porno blando. Como se puede imaginar, hay bastantes pasajes subidos de tono en esa respuesta francesa a Dien Bien Phu, pero puesto a elegir uno, el del encuentro en la ducha de la liberal protagonista con su deseada amiga andr¨®gina Bee, hermana del agregado naval estadounidense (por si el dato a?ade algo), tiene la gracia de que por lo menos no sale el pesado fil¨®sofo del pantal¨®n bajado, Mario; ni tampoco el Concorde ni el squash. ¡°Emmanuelle coloca sus brazos en torno al cuello de su amiga y la besa en los labios. Gime de placer cuando el cuerpo de Bee se pega al suyo: la frescura chorreante de sus dos pieles es, por s¨ª sola, una caricia. La estrecha contra su cuerpo, frota lentamente su pubis contra el suyo¡±.
Y ya que estamos con Arsan, se?alemos otra novela de la escritora, en la que va mucho m¨¢s al grano, Presentaci¨®n en sociedad (Alcor, 1990), sobre una joven, Jade, que va a parar al verdadero har¨¦n que se ha montado un millonario en Costa Rica y donde reina el hedonismo m¨¢s desaforado, y que viva el hedonismo. En un pasaje que queda en la memoria, la protagonista, su amiga Gina y el ch¨®fer para todo Alejandro observan a las tortugas gigantes realizar la puesta de noche en la playa y, excitadas, las chicas se quitan la ropa y se tienden sobre los caparazones para luego hacer los tres el amor salvajemente sobre la arena rodeados por los grandes quelonios estupefactos. ¡°Perdieron el equilibrio y rodaron. Alejandro estaba boca arriba, con las dos chicas encima. Los pechos de las j¨®venes pend¨ªan sobre su rostro. Sus dos amantes lo tomaron por turno. Comparti¨¦ndolo¡±.
Para conseguir grandes efectos no hace falta a veces ser expl¨ªcito. Uno de los momentos m¨¢s intensos de la literatura es cuando Emma Bovary (Madame Bovary, Alianza, C¨¢tedra, Akal) inicia su aventura con su amante: ¡°La tela de su vestido se prend¨ªa en el terciopelo de la levita de Rodolfo; inclin¨® hacia atr¨¢s su blanco cuello, con un suspiro, y, desfallecida, deshecha en llanto, con un largo estremecimiento y tap¨¢ndose la cara, se entreg¨®¡±. Hay que ver todo lo que cabe en esa ¨²ltima expresi¨®n.
El Decamer¨®n de Boccaccio (C¨¢tedra, Austral, Penguin, Alianza), ese libro que estaba en una estanter¨ªa alta en muchas casas, pero que lo alcanzabas si te sub¨ªas a una silla, contiene muchas escenas que perturbaron las adolescencias en unos tiempos en que la ¨²nica manera de ver un cuerpo femenino desnudo era por casualidad o en las fotos de la revista alemana de moda de mam¨¢ Burda (de la que se ha hecho una miniserie televisiva, por cierto), y uno masculino desvistiendo el madelman. Alguno preferir¨¢ el cuento del infierno de Alibech y el ermita?o empe?ado en meter ah¨ª su diablo, pero a otros nos pod¨ªa la historia de la hija del sult¨¢n de Babilonia, la hermosa Alatiel, naufragada en tierra de infieles (Mallorca: hoy hubiera sido Ibiza), y seducida sucesivamente por varios hombres. El primer episodio era el m¨¢s inquietante (satisfactoriamente inquietante): la dama es recogida por el gentilhombre Peric¨®n de Visalgo, que ya es nombre, querido Giovanni, que logra al fin acostarse con ella emborrach¨¢ndola. Y cuenta Boccaccio que ¨¦l entr¨® en su alcoba y ella ¡°m¨¢s caliente por el vino que templada por la honestidad¡±, se desnud¨® en presencia del caballero y se meti¨® en la cama. ¡°Peric¨®n no dud¨® en seguirla sino que, apagando todas las luces, prestamente de la otra parte se ech¨® junto a ella, y cogi¨¦ndola en brazos sin ninguna resistencia, con ella empez¨® amorosamente a solazarse. Lo que cuando ella lo hubo probado, no habiendo sabido nunca antes con qu¨¦ cuerpo embisten los hombres, casi arrepentida de no haber accedido antes a las lisonjas de Peric¨®n, sin esperar a ser invitada a tan dulces noches, muchas veces se invitaba ella misma¡±.
En los tiempos inici¨¢ticos del Decamer¨®n le¨ªdo a escondidas, como las novelas de Alberto Moravia, tambi¨¦n encontr¨¢bamos pasajes t¨®rridos en libros inesperados, como en Sinuh¨¦ el egipcio, de Mika Waltari (Plaza & Jan¨¦s, 2016) que en mala hora se encuentra con la cortesana Nefernefernefer; hacen el amor (¡°se desnud¨® y me abri¨® los brazos, y yo ten¨ªa la sensaci¨®n de que mi cuerpo y mi coraz¨®n y todo mi ser estaban reducidos a cenizas¡±), pero la memoria recuerda sobre todo a la chica exhibi¨¦ndose en el estanque. ¡°Ella comenz¨® a nadar sobre la espalda balance¨¢ndose ligeramente y sus pechos sal¨ªan del agua como dos flores rojas¡±. Ah, Egipto.
En un salto (de cama) podemos pasar a algo m¨¢s contempor¨¢neo. Plataforma, de Michel Houelllebecq (Anagrama, 2004), ofrece varios pasajes para elegir, con sexo m¨¢s moderno y ese estilo sobrado al contarlo de yo pasaba por ah¨ª, tan franc¨¦s. Se puede discutir cu¨¢l es el mejor (?el encuentro glorioso a la vuelta de Tailandia?, ?el del tr¨ªo con la joven limpiadora cubana?, ?el otro tr¨ªo en la sauna?). La opci¨®n que valoramos aqu¨ª, por elevaci¨®n (por qu¨¦ dejarlo en threesome si puedes hacer un foursome), es la del cuarteto que montan el protagonista Michel, sosias del autor, su novia Val¨¦rie y un bater¨ªa de jazz negro y su mujer. En el pasaje, los dos hombres realizan una doble penetraci¨®n a Val¨¦rie. ¡°Al cabo de unos segundos, me hund¨ª m¨¢s en ella. Cuando estuve a medio camino, ella empez¨® a moverse hacia adelante y hacia atr¨¢s frotando el pubis contra el de J¨¦r?me. Yo ya no ten¨ªa nada que hacer; ella empez¨® a lanzar un gemido largo y modulado, me hund¨ª en ella hasta la ra¨ªz, era como resbalar por un plano inclinado, ella se corri¨® extra?amente deprisa. Luego se qued¨® quieta, jadeante, feliz¡±.
En El Mago, de John Fowles (Anagrama, 2015), tambi¨¦n encontramos sexo del bueno, por as¨ª decirlo, en las escenas de calent¨®n del protagonista Nicholas con las j¨®venes gemelas, Julie y June, que le env¨ªa para seducirlo y confundirlo el millonario Conchis. ¡°Empec¨¦ a perder la conciencia de todo lo que nos rodeaba. No hab¨ªa m¨¢s que su lengua, su desnudez contra la m¨ªa, el cabello mojado, el suave ritmo de su mano bajo el agua¡±.
En otra novela moderna, Las lecciones peligrosas, de Alissa Nutting (Anagrama, 2015), la protagonista, Celeste, es una guapa profesora de 26 a?os cuyo inter¨¦s er¨®tico son los jovencitos. La obsesi¨®n por ellos la mete en problemas que r¨ªete t¨² de Humbert Humbert en Lolita, historia de la que este libro es una ilustrativa inversi¨®n. La escena en que Celeste seduce en el coche a su alumno adolescente Jack y que narra en primera persona es muy intensa. ¡°Ya solo precisaba una leve oscilaci¨®n de la pelvis. Me inclin¨¦ y, con un solo movimiento, me sent¨¦ sobre ¨¦l, me acopl¨¦ sobre ¨¦l, cerrando aquel broche h¨²medo que engarzaba cada cent¨ªmetro que pod¨ªa ofrecerme. Hab¨ªa sucedido. Por fin, hab¨ªa sucedido¡±.
Tambi¨¦n con perspectiva femenina, en el cl¨¢sico Delta de Venus, de Ana?s Nin (Alianza, 2021), tenemos numerosos episodios a recordar, muchos con la hermosa Bijou de protagonista ¡ªpor cierto, la escena en que su amante vasco le afeita el pubis la recre¨® con su jovencita Lul¨² la a?orada Almudena Grandes, en la primera experiencia sexual de la chica con Pablo en Las edades de Lul¨²¡ª. La Bijou de Nin visita a un vidente y bailar¨ªn negro con dos amigas y se improvisa un tr¨ªo. ¡°Sacud¨ªa su cuerpo como si estuviera penetrando a una mujer y simulaba los espasmos de un hombre presa de las diversas tonalidades de un orgasmo. Uno, dos, tres¡ El espasmo final fue salvaje, como el de quien deja su vida en el acto sexual¡±.
De Justine o las desgracias de la virtud, de Sade, y La Venus de las pieles, de Sacher-Masoch, si te gustan esas cosas, hasta la popular Cincuenta sombras de Grey y sus continuaciones o t¨ªtulos tan sugerentes como Lamer tu piel bajo el sol de Kenia, de Noelia Amarillo, podr¨ªamos seguir rastreando pasajes. Pero vamos a dejarlo aqu¨ª con dos obras inesperadas: una de ciencia ficci¨®n, y¡ la Biblia.
De la primera es Los amantes, de Philip Jos¨¦ Farmer (Acervo, 1982), con el perturbador contacto sexual entre un hombre y una hembra alien¨ªgena, una lal¨ªtha, una especie de insecto parasitario mim¨¦tico que adopta forma humana. ¡°Explor¨® el cuerpo de ella con un inter¨¦s que era en parte sexual, en parte antropol¨®gico. Se mostr¨® encantado y asombrado ante las muchas peque?as diferencias entre ella y las mujeres terrestres. Hab¨ªa un peque?o ap¨¦ndice de piel en el paladar de su boca que pod¨ªa haber sido un rudimento de alg¨²n ¨®rgano cuya funci¨®n se perdi¨® mucho tiempo atr¨¢s, en los terrenos de la evoluci¨®n¡±.
Y toujours la Biblia, fuente de muchos pasajes er¨®ticos (no todo va a ser Job o el Lev¨ªtico), desde el Cantar de los cantares y su sulamita a las andanzas de Dalila y Jezabel, por no hablar de On¨¢n, tan presente en estas l¨ªneas. O del voyerismo de David: ¡°Vio desde la terraza de la casa real a una mujer que estaba ba?¨¢ndose y era muy bella. Hizo preguntar qui¨¦n era y le dijeron. ¡®Es Betsab¨¦, hija de Eliam, mujer de Ur¨ªas, el jeteo¡¯. David envi¨® gentes en busca suya; vino ella a su casa y ¨¦l durmi¨® con ella¡±. No es muy expl¨ªcito, cierto, pero no se puede negar que tiene morbo.