La venganza de Malasa?a
El libro de Ricardo Castillo refleja el conflicto entre el rock castizo y el ¡®indie¡¯
Ya se habr¨¢n dado cuenta de que asistimos a una verdadera oleada de libros sobre la, para entendernos, m¨²sica popular. A veces, y esto hay que celebrarlo, se cuelan textos imposibles, por ser inclasificables y por su radical subjetividad. Estoy pensando ahora en An¨¦cdotas de un t¨¦cnico jubilado (?Voluntariamente, primores!), de Ricardo Escassi del Castillo, que Yeray Ediciones publicar¨¢ a principios de febrero.
Si el t¨ªtulo no despierta la curiosidad del aficionado, est¨¢ lo proteico del autor. Que actualmente reivindica el apellido de su madre; en el mundillo se le conoce como Ricardo Castillo, Ricardo del Castillo o ¡°el hermano de Carlos Torero¡±. Form¨® parte de grupos como Glutamato Ye-Y¨¦, Los Beatos y su proyecto m¨¢s personal, Oil, que grab¨® dos ¨¢lbumes con Zafiro, el segundo con participaci¨®n de ?Stevie Wonder! Hago ese apunte para facilitar su localizaci¨®n: hay abundancia de proyectos con el mismo nombre o similares, aunque creo que ninguno grab¨® en la misma ¨¦poca la canci¨®n infantil Don Gato y el Cu¨¦ntame, de F¨®rmula V.
En verdad, puede que Ricardo sea m¨¢s recordado por llevar RockSoul, estudio de grabaci¨®n muy productivo. Y por su ingente labor como t¨¦cnico de sonido en giras y locales como el Surist¨¢n. Uno de los fundadores de aquel club m¨ªtico, Armando Ruah, le retrata as¨ª en su pr¨®logo: ¡°A primera vista, Ricardo parece algo hosco debido a su timidez, pero se trata de un tipo reflexivo que resulta ser un profesional exquisito en el trato con todos los m¨²sicos, fueran unos biso?os principiantes o el maestro brasile?o de la guitarra Baden Powell.¡±
La procesi¨®n iba por dentro, a?ado. Ricardo incluye en An¨¦cdotas de un t¨¦cnico jubilado evocaciones minuciosas de disparates como el debut de Las Chamorro ante la plana mayor del nuevo flamenco madrile?o o los problemas para sonorizar la voz susurrante de Christina Rosenvinge. En verdad, un leitmotiv del tomo es la antipat¨ªa por la est¨¦tica del indie, que termin¨® colonizando Malasa?a, el barrio donde Ricardo viv¨ªa y trabajaba (con incursiones a distritos cercanos). Ya saben que ahora ya es de rigor arremeter contra el indie pero las acometidas de Ricardo van desde lo razonado ¡ªlas carencias t¨¦cnicas de la sala Nasti¡ª a lo visceral, como su rechazo de las barbas b¨ªblicas, hoy parte del uniforme hipster.
No teman: aunque los detalles no siempre sean fiables, Ricardo atiza a izquierda y derecha con verdadero deleite. Hay retratos poco favorecedores de nombres sagrados como Radio Futura o los propios Glutamato Ye-Y¨¦ (su directo en la Universal se grab¨® secretamente en los estudios Kirios). Su admiraci¨®n parece reservada para todoterrenos como Nacho Mastretta o David Gwynn, guitarrista californiano afincado entre nosotros desde 1983.
La hostilidad m¨¢s manifiesta se focaliza en la industria. Ricardo explica c¨®mo es posible que en un disco titulado Las canciones de la Bola de Cristal se cuelen dos temas suyos instrumentales (en realidad, dos canciones a las que falta la parte vocal). Tambi¨¦n es de lectura obligada el apartado reservado a las editoriales musicales, cuyos contratos han funcionado como atracos ¡ªconsentidos por la SGAE¡ª durante demasiadas d¨¦cadas. Y no podr¨¢n olvidar la cr¨®nica de la visita de Oil a Kiev en 1991, cuando Ucrania todav¨ªa estaba sometida a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y, efectivamente, la vida cotidiana parec¨ªa una pesadilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.