Ofrendas al mar para Yemanj¨¢: la fiesta afrobrasile?a que corre el riesgo de morir de ¨¦xito
La centenaria celebraci¨®n dedicada a la ¡®orisha¡¯ considerada reina del mar pas¨® de ser una tradici¨®n de pescadores a un multitudinario evento donde la religi¨®n va perdiendo protagonismo
Son las cinco de la madrugada cuando empieza a amanecer en la playa de Rio Vermelho, en Salvador de Bah¨ªa (Brasil). En la arena ya se acumula gente desde hace horas, a la espera de vivir de cerca este jueves una de las fiestas m¨¢s importantes del calendario religioso de Brasil: el d¨ªa dedicado a Yemanj¨¢, la orish venerada como la reina del mar. En esta edici¨®n, la fiesta cumple cien a?os y es realmente multitudinaria tras el par¨®n obligado por la pandemia del covid-19. Su fama fue creciendo paulatinamente en los ¨²ltimos a?os y cada vez congrega a m¨¢s turistas, sobre todo, llegados desde R¨ªo de Janeiro y S?o Paulo.
La fiesta en su formato actual se remonta a 1923, cuando en un momento de escasez un grupo de pescadores realiz¨® una ofrenda a la orisha para pedir protecci¨®n y abundancia. La fecha del 2 de febrero se consolid¨® en los a?os cincuenta, gracias al sincretismo con la virgen de la Candelaria. Las ofrendas para Yemanj¨¢ se depositan directamente en el mar: normalmente son flores o tambi¨¦n peque?os barcos de madera donde se colocan espejos, collares, peines o perfume de lavanda. A lo largo de la madrugada los fieles y turistas se acercan para depositar sus regalos para la diosa en los alrededores de una modesta casita donde se la venera en varias estatuas. Desde ah¨ª, al final de la tarde parte una procesi¨®n de barcos que dejar¨¢ todo en alta mar, incluido el regalo principal, una estatua de la propia diosa que elaboran los pescadores y que descansar¨¢ en el fondo del oc¨¦ano.
Pero al margen del ritual oficial, muchos optan por hacer la ofrenda por su cuenta y se esparcen entre las rocas para rezar y lanzar al mar rosas blancas, amarillas o rojas. Conseguir un momento ¨ªntimo no es f¨¢cil. En la orilla decenas de barcas se turnan para llevar a los turistas a alta mar, y en la arena los presentes se codean con improvisados puestos donde uno puede recibir una bendici¨®n con hojas sagradas. Entre la multitud, Asila Camila, una m?e de santo (sacerdotisa del candombl¨¦, una religi¨®n de origen africano) de altura considerable, oteaba en busca de sus hijos, los fieles de su terreiro: ¡°Para quienes somos de Salvador el d¨ªa de Yemanj¨¢ es cada d¨ªa, porque el mar es nuestro refugio. El fundamento en s¨ª (el ritual) lo hicimos hace tres d¨ªas, porque hoy es m¨¢s complicado¡±, dice en referencia a la afluencia de gente. En la playa, los fieles, vestidos con las ropas tradicionales (turbantes, grandes faldas bordadas, y collares sagrados referentes a las divinidades) se agrupan para tener su momento de contacto espiritual mientras les rodean los celulares en busca de la preciada foto de un momento ¡°aut¨¦ntico¡±.
Para Talita Machado, que es creyente del candombl¨¦ y est¨¢ rigurosamente vestida de blanco, los turistas no son un problema: ¡°Para los bahianos es un un placer distribuir esta energ¨ªa maravillosa, nuestra Yemanj¨¢ seguro que est¨¢ feliz con toda esta emoci¨®n¡±, dec¨ªa. M¨¢s que la afluencia de gente, lo que le molesta, comenta, es la falta de respeto de quienes pervierten el sentido original de la fiesta. Con la fama de los ¨²ltimos a?os, el 2 de febrero se convirti¨® en un reclamo alrededor del cual se organizan conciertos y fiestas que llenan el barrio de Rio Vermelho durante toda la semana. La madrugada anterior las calles ya est¨¢n a rebosar y el sonido de los pinchadiscos que tocan desde algunos balcones llega hasta donde rompen las olas. Los vendedores ambulantes de cerveza se cuentan por cientos, y en el paseo mar¨ªtimo no son pocos los rostros que hacen evidentes los excesos de la noche. En los d¨ªas previos a la fiesta, los bares de la zona no sirven vasos de cristal ni botellas de cerveza de vidrio para evitar incidentes.
Lo sagrado y lo profano coexisten en Brasil de forma muy natural, pero a veces los roces son imposibles de evitar. As¨ª lo cree Bruno Lima, un joven que se estrena en la celebraci¨®n tras iniciarse en la umbanda, otra de las religiones afrobrasile?as. Junto a sus colegas del centro Estrella de Aruanda confiesa estar algo frustrado con el rumbo que est¨¢ tomando la fiesta: ¡°Hasta ahora lo que not¨¦ es que es muy diferente de como imagin¨¦ que ser¨ªa. Parece que lo est¨¢n intentando transformar en un pre-carnaval. Hay muchos conciertos, muchas fiestas, todo eso acaba molestando, es una cosa muy invasiva. Hay espacio para todo, pero falta un poco de respeto¡±, dec¨ªa. Para otros, no obstante, la celebraci¨®n es un potente escaparate contra la intolerancia hacia las minor¨ªas religiosas en un Brasil cada vez m¨¢s evang¨¦lico y fundamentalista.
La fiesta de Yemanj¨¢ es oficialmente patrimonio cultural de Salvador de Bah¨ªa desde hace tres a?os, y la alcald¨ªa se esfuerza por reforzar su vocaci¨®n tur¨ªstica, engalanando las calles y desplegando un fuerte dispositivo policial. La edici¨®n de 2020, la ¨²ltima antes de la pandemia, reuni¨® a m¨¢s de 600.000 personas. Ciudades como R¨ªo de Janeiro intentan replicar la fiesta, y este a?o tendr¨¢n su propia versi¨®n, con conciertos en la playa de Ipanema. Entre los banderines azules y blancos en homenaje a Yemanj¨¢ que adornan la playa de Salvador se colgaron algunas fotograf¨ªas antiguas de artistas como Pierre Verger, el gran retratista de Bah¨ªa, donde se puede intuir c¨®mo era la fiesta antes de la era de las selfis y el postureo.
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