Envidio a los que a partir de ahora van a poder ver todo lo que le quedaba por hacer

Carlos Saura ha dejado de imaginar, de crear, de escribir, de fotografiar, de pintar, de dirigir de inventar, Carlos Saura ha tenido que morirse para dejar de vivir. Porque para ¨¦l la vida era imaginaci¨®n, inspiraci¨®n y dedicaci¨®n. Pocas veces la cultura ha tenido un trabajador m¨¢s entregado y entusiasta, m¨¢s travieso y provocador, m¨¢s iconoclasta.

Tuve el privilegio, junto a su amigo Natalio, de ayudar a poner en pie su ¨²ltimo y p¨®stumo sue?o que ya se estrenar¨¢ sin ¨¦l. Una maravillosa extravaganza visual en un mano a mano con otro grande, Federico Garc¨ªa Lorca, otra alma provocadora de nuestra cultura. Lorca por Saura, m¨¢s bien, Carlos y Federico juntos, compartiendo sus memorias y sus ocurrencias, su vida y ahora su muerte.

Pero la grandeza de Carlos ha sido que esa maravillosa imaginaci¨®n viv¨ªa en un alma divertida y hedonista, alejada de cualquier elitismo cultural, un esp¨ªritu baturramente cari?oso, hambriento de elevadas experiencias pero tambi¨¦n de potes y fabadas, de f¨²tbol y vinos de somontano, de amores y de amigos. Creaba para disfrutar y disfrutaba creando.

Cuando el sonido de la campanita de WhatsApp son¨® al entrar el mensaje triste de Anna, la ni?a de sus ojos, me son¨® como una campanada de iglesia, de esas que nos recuerdan que nadie, ni la imaginaci¨®n, vivir¨¢ para siempre.

Envidio a los que a partir de ahora van a poder ver todas las pel¨ªculas, obras de teatro, fotograf¨ªas y ¨®peras que le quedaban por hacer.

Carlos Saura, imaginador, no se merece que le obliguen a descansar, as¨ª que, trabaje en paz por los siglos de los siglos.