Salir del cine sin saber qu¨¦ pensar
Incluso el arte sin intenci¨®n moral tiene un efecto moral. La mejor ficci¨®n pone al espectador en la piel de los personajes y le obliga a reflexionar antes de juzgar
La mayor demostraci¨®n de la superioridad pol¨ªtica del cine sobre la literatura es que esta no tiene enemigos. Al menos en Espa?a. Hay que ser Cristina Morales y deleitarse viendo arder Barcelona para que te critiquen por haber escrito algo tan inofensivo como una novela. Los libros ni siquiera llevan un aviso sobre lo expl¨ªcito de su lenguaje ¡ªcomo las canciones en Spotify¡ª ni una etiqueta con la edad m¨ªnima necesaria para leerlos, como las pel¨ªculas. Para colmo, el etiquetado de las plataformas, lejos de disuadir, es otra forma de publicidad: sexo, violencia, terror. ?Recuerdan la escena de Desmontando a Harry? Cuando la esposa del protagonista le echa en cara que solo se rija por cuatro valores ¨D¡±nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo¡±¨D, ¨¦l responde: ¡°Con un lema as¨ª en Francia podr¨ªa ser elegido presidente¡±.
El valor ideol¨®gico del cine no consiste en que sus creadores elogien la sanidad p¨²blica. Eso lo hace cualquiera, incluso quienes la torpedean. Su poder reside en la capacidad para enfrentarnos masivamente a asuntos sobre los que a¨²n no sabemos qu¨¦ pensar. Literalmente. Esa es otra de las grandes aportaciones del cine espa?ol reciente. En la ceremonia de los Goya, Rodrigo Sorogoyen se despidi¨® con un: ¡°Energ¨ªa e¨®lica s¨ª, pero no as¨ª¡±. La pregunta es: ¡°Entonces, ?c¨®mo?¡±. Por supuesto, a ¨¦l no le corresponde responderla, con formularla sin manique¨ªsmo ya ha hecho su trabajo. Lo mismo que Carla Sim¨®n con las placas solares. Igual que los hermanos chungos de As bestas tienen sus razones, el padre resistente de Alcarr¨¤s tiene su cara chunga.
¡°Energ¨ªa e¨®lica s¨ª, pero no as¨ª¡±. Entonces, ?c¨®mo?
Carlos Vermut y su protagonista ¨DNacho S¨¢nchez¨D se quedaron sin premio por Mant¨ªcora, pero tardar¨¢ en resolverse uno de los dilemas que ambos plantean en el filme: el car¨¢cter delictivo o no de la pornograf¨ªa infantil generada por ordenador y que no remite a un referente real. ?Llegar¨¢n alg¨²n d¨ªa esas im¨¢genes a merecer el mismo juicio que tienen hoy las Venus de Tiziano colgadas en el Museo del Prado? ?O mantendr¨¢n el que esos desnudos ten¨ªan en las habitaciones de Felipe II? El que s¨ª goz¨® de su oportunidad fue Telmo Irureta por su papel en La consagraci¨®n de la primavera. ¡°Los discapacitados existimos y tambi¨¦n follamos¡±, dijo. Su discurso y los aplausos que despert¨® han sido criticados como apolog¨ªa de la prostituci¨®n. En la pel¨ªcula de Fernando Franco, el personaje de Valeria Sorolla pasa de ser su amiga a, seg¨²n el eufemismo, su asistente sexual.
La mejor ficci¨®n pone al espectador en la piel de todos los personajes y le obliga pensar dos veces antes de firmar una sentencia que fuera del cine estaba mucho m¨¢s clara. Incluso el arte sin intenci¨®n moral tiene un efecto moral. En ocasiones, cuanto mayor es la intenci¨®n menor es el efecto. De ah¨ª la sorpresa de que ¨Dpese a los reclamos del Consejo de Europa y de alguno de los supervivientes de la Coordinadora de Presos en Lucha¨D ninguno de los premiados por Modelo 77 dijera nada de las c¨¢rceles espa?olas. Cuando la Historia no es m¨¢s que un g¨¦nero, el arte no se despega del pasado. Y nos deja tranquilos.
Babelia
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