El marcador de las ¡°malas mujeres¡±: por qu¨¦ el culo es el s¨ªmbolo que define la moral femenina
Un ensayo analiza el impacto hist¨®rico, fetichizaci¨®n sexual e instrumentalizaci¨®n del trasero durante 200 a?os para perpetuar estereotipos de raza, clase y g¨¦nero
Pocas mujeres lo saben, pero sus vaqueros favoritos fueron dise?ados para encajar en el trasero de Natasha Wagner. Esta desconocida, delgada y atractiva modelo de Los ?ngeles, una universitaria rubia de melena surfera aspiracional, marc¨® el canon del denim femenino durante la d¨¦cada pasada. Su trasero, espec¨ªficamente, trabaj¨® para Levi¡¯s, Gap, Old Navy o Wagner. La edici¨®n estadounidense de Vogue la defini¨® como ¡°el culo que est¨¢ moldeando nuestra naci¨®n¡± y Refinery29, otra revista femenina, dictamin¨® que ten¨ªa ¡°las mejores nalgas del mercado¡±. Su trabajo, b¨¢sicamente, era encarnar una supuesta norma, la base sobre la que trabajaban los dise?adores para moldear la ca¨ªda trasera de sus pantalones. El culo ideal en el que el resto de las mujeres deb¨ªan encajar.
El trasero peque?o y t¨ªmidamente resping¨®n de Wagner estuvo de moda hasta 2014. Ese fue ¡°el a?o del culo¡±, tal y como estipula la periodista Heather Radke en su ensayo Butts: a backstory (Culos: el trasfondo, publicado en ingl¨¦s por Simon&Schuster en 2022). Beyonc¨¦, la artista que en Destiny¡¯s Child escribi¨® Bootylicious, public¨® en esa fecha un ¨¢lbum visual ep¨®nimo en el que, adem¨¢s de reivindicar el feminismo de Chimamanda Ngozi Adichie, se dejaba ver perrreando en videoclips virales como 7/11. Nicki Minaj se sum¨® a esta liberaci¨®n cantando ¡°Oh, dios m¨ªo, m¨ªrale el culo¡± en Anaconda, una oda al culazo que sampleaba parte de aquel ¡°me gustan los culos grandes y no me puedo esconder¡± de Baby Got Back. Y si Miley Cyrus hab¨ªa descubierto el twerking a los blancos m¨¢s recatados unos pocos meses antes, Meghan Trainor elevar¨ªa su retaguardia en All about that bass con una letra que declaraba la guerra a las Natasha Wagner de la vida. Su ¡°no ser¨¦ una 34, pero puedo moverlo / no ser¨¦ un palillo, ni una Barbie de silicona / tengo ese boom boom que todos los t¨ªos buscan¡± fue un bombazo global.
?Qu¨¦ pas¨® para llegar a este escenario? ?Realmente supuso un cambio de paradigma social esta sacralizaci¨®n de los culazos en el pop de consumo masivo?
Fetiche y separador social
En Butts, Radke se resiste a cantar victoria en esta asimilaci¨®n cultural del trasero prominente. Colaboradora de The Paris Review, la estadounidense debuta con un an¨¢lisis cultural sobre por qu¨¦ deber¨ªamos tomarnos los culos m¨¢s en serio (y desde mucho antes de 2014). La suya es una investigaci¨®n sobre c¨®mo en los dos ¨²ltimos siglos se ha fetichizado este atributo para erigirse en un indicador de los sesgos de clase, g¨¦nero y raza. En el estandarte moral que impera en la sociedad.
¡°El trasero se ha usado para reforzar las jerarqu¨ªas raciales, es un bar¨®metro del trabajo duro y un medidor del deseo y la disponibilidad sexual¡±, escribe la periodista en sus p¨¢ginas; donde puntualiza que ¡°la forma y talla del trasero de las mujeres se ha percibido como un indicador de su naturaleza y su moral, su feminidad e incluso su humanidad¡±.
Leer a Radke ayuda a descubrir la ra¨ªz de los prejuicios que hemos proyectado sobre un simple atributo corporal. ¡°Hace 200 a?os se instaur¨® la idea de que las mujeres con trasero grande eran menos inocentes, m¨¢s amorales que las mujeres con trasero peque?o. Esto, por supuesto, tambi¨¦n se correlacion¨® con las categor¨ªas raciales. Era una forma de dejar claro que consideraban a las mujeres africanas hipersexuales y a las blancas sexualmente inocentes¡±, apunta la autora en un intercambio de correos electr¨®nicos.
De la Venus Hotentote a la Kardashian
En un afinado an¨¢lisis de 320 p¨¢ginas, la ensayista viaja hasta el colonialismo y la popularizaci¨®n del discurso eugen¨¦sico y racista que domin¨® la ciencia del siglo XIX e inicios del XX para se?alar los or¨ªgenes de estos estereotipos. Un binomio demoledor que se ensa?¨® con una mujer en particular: Saartjie Baartman, conocida como ¡°la Venus de Hotentote¡±. Una aborigen khoe nacida en la d¨¦cada de 1770 en Sud¨¢frica que fue capturada por colonos holandeses para pasar a ser explotada y esclavizada como un monstruo de feria. El ¡°gran trasero¡± de la mujer se exhibi¨® primero ante los blancos de Ciudad del Cabo ¡ªa los que se les permit¨ªa pincharle el trasero con un paraguas para comprobar ¡°si era real¡±¡ª; y despu¨¦s en Londres, con enorme ¨¦xito de p¨²blico y de prensa.
¡°Baartman codific¨® un estereotipo de la mujer negra de gran trasero como hipersexual y no completamente humana, algo que ha convivido con nosotros durante al menos los ¨²ltimos dos siglos¡±, puntualiza Radke. En sus p¨¢ginas, cuenta c¨®mo el antrop¨®logo Abele de Blasio reforzar¨ªa esa asociaci¨®n de hipersexualidad femenina en una serie de estudios sobre trabajadoras sexuales en el que tipific¨® a ¡°las Hotentotes¡±. Mujeres a las que acus¨® de tener ¡°un excesivo apetito sexual¡± que, supuestamente, estaba relacionado directamente con el di¨¢metro de su trasero.
?C¨®mo se higieniz¨® ese ideal de belleza y misticismo sexual entre la poblaci¨®n blanca? Como se ha hecho con casi todo en este terreno desde hace dos siglos: con las tendencias de moda entre las mujeres blancas privilegiadas. Radke conecta astutamente la popularizaci¨®n de un tipo de miri?aque pronunciado en el trasero (bustle, en ingl¨¦s) entre las arist¨®cratas de la ¨¦poca.
Aquella enagua r¨ªgida que se popularizar¨ªa entre la alta sociedad de finales del XIX como una extensi¨®n del cors¨¦ era, como explica la autora, ¡°un culo prost¨¦tico, una jaula que se pod¨ªa poner y quitar una mujer para transformarse de la Venus griega a la Venus de los Hotentotes¡±. Otra evidencia m¨¢s, a?ade, ¡°de que la cultura y la moda de las mujeres blancas ha encontrado una manera de robar partes de la cultura, las historias y los cuerpos de otras personas que les convienen para dejar atr¨¢s el resto¡±.
Pasaba con las blancas ricas en 1850 y pas¨® en 2014, cuando Kim Kardashian ¡ªa la que se ha acusado de apropiarse y monetizar s¨ªmbolos de belleza de la cultura negra y de los m¨¢rgenes sociales para despu¨¦s abandonarlos¡ª popularizar¨ªa ese trasero exagerado en la portada de la revista Paper. Las fotograf¨ªas de la cubierta, tomadas por Jean-Paul Gode ¡ªel mismo que hab¨ªa trabajado con la jamaicana Grace Jones en los 70 y al que se ha acusado de cosificar y reforzar los estereotipos de los cuerpos de las mujeres negras¡ª, prometieron ¡°romper internet¡±. As¨ª fue. Al d¨ªa siguiente, los clics sobre ese reportaje hab¨ªan acumulado el 1% de todo el tr¨¢fico digital de Estados Unidos.
¡°El culo prominente de Kardashian me record¨® al de Baartman, pero sus circunstancias no podr¨ªan ser m¨¢s distintas¡±, cuenta Radke. ¡°Esa distancia es lo que hace tan inc¨®modas esas im¨¢genes suyas: ah¨ª estaba, una privilegiada mujer no negra usando su culo para jugar a serlo, rompiendo internet (y su cuenta del banco) durante este proceso¡±, a?ade.
La influencia de Kardashian es innegable: la operaci¨®n conocida como el levantamiento brasile?o de gl¨²teos (BBL, por sus siglas en ingl¨¦s) fue una de las m¨¢s demandadas (y m¨¢s peligrosas) durante la d¨¦cada pasada. Ahora que la influencer ha adelgazado y reducido sus curvas para adaptarse a los ideales de delgadez femenina blanca de los 2000, esa intervenci¨®n est¨¦tica ha perdido inter¨¦s en las b¨²squedas web frente a la reducci¨®n de mejillas o bichectom¨ªa, la nueva operaci¨®n estrella que emula a las caras huesudas de modelos como Amelia Gray o Bella Hadid.
Una historia de sufrimiento y de control
M¨¢s que una enciclopedia sobre los traseros, Butts tambi¨¦n es un ensayo del ¡°martirio femenino¡± que supone encajar y adaptarse a los c¨¢nones de belleza. Incluso el de la propia autora. A trav¨¦s de su relato personal conviviendo con un ¡°trasero grande a los ojos de los dem¨¢s¡±, Radke desgrana la traves¨ªa por el desierto que ha supuesto tener que adaptarse al p¨¦ndulo esquizofr¨¦nico del canon corporal de las mujeres. Desde la figura plana y rectangular que estipularon las flappers de las ilustraciones de moda en los a?os 20; a los ¡°gl¨²teos de acero¡± que promet¨ªa la cultura del aer¨®bic de los a?os 80; la llegada del ¡°chic heroin¨®mano¡± con culo plano en los inicios de los 2000, o la reivindicaci¨®n (en falso) de esos traseros grandes en 2014 para volver, otra vez, a un ideal de delgadez extrema.
¡°Gran parte de la historia del trasero es una historia de control. La moda, la ciencia y el fitness tienen antecedentes de ser c¨®mplices en el proyecto de tratar de organizar los cuerpos, convertirlos en met¨¢foras y crear jerarqu¨ªas. Pero una de las mejores cosas de los cuerpos humanos es que inherentemente nos resistimos a este control. Hay tantos ejemplos de esto, desde activistas drag y mujeres del fat fitness hasta el hecho de que es b¨¢sicamente imposible crear tallas est¨¢ndar para la ropa de mujer¡±, denuncia la autora.
El efecto real del cambio social que propugna movimiento body positive le genera desconfianza. ¡°Incluso cuando las marcas intentan ofrecer ropa en una variedad de formas y tama?os, a menudo no pueden satisfacer a todos los cuerpos. Como me dijo un acad¨¦mico: los cuerpos se hacen a la medida, pero la ropa es un producto industrial. Siempre va a haber un desajuste¡±, sentencia. Uno que persistir¨¢, y seguir¨¢ rebel¨¢ndose, frente a todas las Natasha Wagner que nos quieran imponer.
Babelia
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