Mart¨ªnez de Pis¨®n retrata los primeros a?os de la posguerra: ¡°Son los m¨¢s atroces de la Espa?a en paz¡±
El narrador publica ¡®Castillos de fuego¡¯, una ambiciosa y documentada novela que se adentra con realismo el Madrid brutal de aquella ¨¦poca
La ¨²ltima novela del escritor Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, Castillos de fuego (Seix Barral), es un retrato descarnado de un tiempo brutal en una ciudad devastada: la inmediata posguerra, de 1939 a 1945, en Madrid. La Guerra Civil acaba de terminar y el pa¨ªs, como recuerda el novelista, es un mundo maniqueo (aunque la novela no lo es), partido en dos, donde los vencedores se valen de la victoria para servirse de la ciudad como de un bot¨ªn m...
La ¨²ltima novela del escritor Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, Castillos de fuego (Seix Barral), es un retrato descarnado de un tiempo brutal en una ciudad devastada: la inmediata posguerra, de 1939 a 1945, en Madrid. La Guerra Civil acaba de terminar y el pa¨ªs, como recuerda el novelista, es un mundo maniqueo (aunque la novela no lo es), partido en dos, donde los vencedores se valen de la victoria para servirse de la ciudad como de un bot¨ªn mientras los perdedores emplean todo su talento en tratar simplemente de llegar al d¨ªa siguiente. El escritor, nacido en Zaragoza en 1960, eligi¨® esa ¨¦poca, precisamente, por lo que tiene de b¨¢rbara: ¡°Me fascina por lo atroz. Son los a?os m¨¢s atroces de la Espa?a en paz. Est¨¢ el deseo de venganza, las represalias, la represi¨®n, los fusilamientos. Y tambi¨¦n las secuelas de la guerra, la miseria moral, el estraperlo¡¡±. A?ade que le extra?¨® comprobar que no hay muchas novelas sobre esa ¨¦poca. ¡°Durante la dictadura no se pod¨ªan escribir, evidentemente, no se pod¨ªa contar con libertad. Y despu¨¦s, pues no interes¨® mucho, parece. Es extra?o, porque esas ¨¦pocas llenas de enfrentamientos y violencia atraen a los novelistas. Pero aparte de algo de Umbral y las obras de Almudena Grandes, no encontr¨¦ mucho¡±.
?Y por qu¨¦ Madrid? ¡°Porque Madrid es una met¨¢fora del resto de Espa?a. Lo que est¨¢ pasando en Madrid est¨¢ pasando en el resto del pa¨ªs, solo que m¨¢s concentrado y con m¨¢s dramatismo por ser la capital. Tambi¨¦n es una ciudad que est¨¢ en ruinas. Salvo el barrio de Salamanca y poco m¨¢s, est¨¢ destruida, lo cual lo hac¨ªa m¨¢s interesante a¨²n desde el punto de vista de la pura fotogenia. Adem¨¢s, es una ciudad que intenta restaurarse, reconstruirse a toda velocidad. Tambi¨¦n, como el pa¨ªs, trata de reconstruir la fractura social. Estamos hablando de unos a?os en los que Franco fusil¨® a m¨¢s de 50.000 personas¡±.
Mart¨ªnez de Pis¨®n habla en una librer¨ªa-caf¨¦ de Chamber¨ª. Es un barrio que aparece mucho en la novela. ¡°Es casi un personaje m¨¢s, como en las novelas de Gald¨®s¡±. Cerca de la librer¨ªa, en lo que ahora es el estadio de Vallehermoso, se ubicaba un antiguo cementerio, el campo de las Calaveras, donde, en septiembre de 1945, una banda de pistoleros del PCE asesin¨® al dirigente comunista Gabriel Le¨®n Trilla, acusado de no seguir las directrices del comit¨¦ central, por entonces en el exilio. Es uno de los episodios reales que el escritor ha incorporado a la novela.
En un principio, Mart¨ªnez de Pis¨®n, cuando se decidi¨® a retratar esa ¨¦poca negra en esa ciudad en ruinas, pens¨® en hilvanar una sucesi¨®n de hechos reales acaecidos a personas reales, como Trilla. Pero luego comprob¨® que para reflejar el oscuro ambiente de la ¨¦poca era necesario recurrir tambi¨¦n a la ficci¨®n. De modo que Castillos de fuego mezcla sucesos que pasaron en realidad y tramas inventadas. Hay un antiguo miembro de las Juventudes Unificadas Socialistas (JSU) que al t¨¦rmino de la guerra se pasa al otro bando, se vuelve un chivato, delata a sus antiguos compa?eros y acaba de mando en la polic¨ªa. Para su figura el escritor se inspir¨® en el conocido y siniestro comisario Roberto Conesa, jefe de la Brigada Pol¨ªtico Social. Por el libro desfilan tambi¨¦n profesores represaliados, madres solteras que acaban en la prostituci¨®n, guerrilleros empujados al maquis, modistillas abrumadas por la desgracia, estraperlistas aprovechados¡ ¡°Son personajes con los que he tratado de representar el universo entero de entonces. El objetivo es que el lector, al acabar, tenga la sensaci¨®n de que conoce esa ¨¦poca y que ha vivido esos a?os, aunque sea brevemente y por delegaci¨®n¡±.
Pasi¨®n por el realismo
A todos los personajes les une la mala suerte de vivir una ¨¦poca excepcional y cruel que los marcar¨¢ para siempre. ¡°El gran tema de la novela tradicional es el choque entre los destinos individuales y colectivos. Y esto se ve a trav¨¦s de personajes como Cristina, la modistilla, hermana de un comunista fusilado, obligada a comportarse como un h¨¦roe. En el fondo es una chica normal que se pregunta todo el tiempo lo mismo: ?Por qu¨¦ tengo que vivir yo aqu¨ª, en esta ¨¦poca, por qu¨¦ no puedo estar en otro sitio donde sea m¨¢s libre y m¨¢s feliz?¡±.
Durante los primeros a?os de su carrera, Mart¨ªnez de Pis¨®n despreciaba un poco la novela realista. Entonces escrib¨ªa cuentos fant¨¢sticos, reunidos en vol¨²menes tempranos como Alguien te observa en secreto (1985) o Antofagasta (1987). ¡°Yo entonces pensaba que el realismo era una cosa casposa. Pero ya a partir de mediados de los a?os noventa, con Carreteras secundarias, empiezo a escribir novelas realistas y descubro una pasi¨®n por el realismo. Y que, adem¨¢s, todos los escritores realistas que hab¨ªa le¨ªdo me hab¨ªan influido sin darme cuenta¡±. Para el narrador, este g¨¦nero est¨¢ muy vivo y sigue siendo necesario: ¡°T¨² puedes leer novelas de hace 200 a?os y parecen reci¨¦n escritas. Y eso es un privilegio de ese tipo de novela, de esta literatura. El realismo siempre ha tenido una vocaci¨®n de cr¨®nica. No solamente da cuenta de unos personajes con sus conflictos personales, sino que aspira a reflejar un lugar concreto y una ¨¦poca. Esa parte de cr¨®nica estaba ya en la literatura realista del XIX. Creo que los novelistas tenemos que contar las ¨¦pocas que nos ha tocado vivir. Yo he escrito mucho sobre la Transici¨®n. Nac¨ª en el 60, as¨ª que eran los a?os de mi adolescencia y de mi juventud. Y luego me di cuenta de que necesitaba contar ¨¦pocas anteriores. De ah¨ª Castillos de fuego¡±.
La novela, como toda buena cr¨®nica, est¨¢ minuciosamente documentada. Para ello, el escritor ley¨® libros de memorias, vol¨²menes de historia y consult¨® cientos de art¨ªculos de internet. ¡°Y durante los a?os en que la escrib¨ªa le¨ªa el peri¨®dico del d¨ªa¡ de aquellos a?os, de los a?os cuarenta, en hemerotecas digitales. Ten¨ªas que leer entre l¨ªneas, claro. Pero ense?aba mucho: ven¨ªa eso de ¡®sentencia cumplida¡¯, que daba fe de los fusilamientos de ese d¨ªa. O ve¨ªas qu¨¦ personas hab¨ªan sido condenadas por el ¡®delito de tasas¡¯, o sea, por el estraperlo. O hablaba de las grandes celebraciones fascistas. Encontr¨¦ cosas muy curiosas: hay un concurso de juguetes patri¨®ticos, con mu?equitos vestidos de requet¨¦s y cosas as¨ª, que sale en la novela y que saqu¨¦ de un peri¨®dico de la ¨¦poca¡±.
¡ª?Y qu¨¦ nos dice ese tiempo atroz a la sociedad actual?
¡ªLa novela no trata de la guerra, sino de un r¨¦gimen autoritario con apoyos dentro de la sociedad, y eso es algo que estamos viendo ahora. Despu¨¦s de varias d¨¦cadas de estabilizaci¨®n democr¨¢tica y de convivencia pac¨ªfica, cre¨ªamos que las utop¨ªas totalitarias formaban parte del pasado. Pero esa pulsi¨®n totalitaria nos alcanza por todos lados. Lo vemos con Putin. ?Por qu¨¦ en un momento de la historia la sociedad cree que un r¨¦gimen f¨¦rreo y dictatorial puede ser la soluci¨®n a los problemas?