Ni tan mod¨¦lica ni pac¨ªfica: los a?os de plomo de la Transici¨®n
Nuevos estudios documentan la violencia y la represi¨®n durante los primeros a?os de la democracia en Espa?a


Entre el rosa y el negro hay infinitos matices, tambi¨¦n en la historia contempor¨¢nea. En Espa?a, ese momento tel¨²rico ¡ªcasi abismal¡ª que va del tardofranquismo a los primeros a?os de la democracia se revela cada vez m¨¢s turbio. En paralelo al desarrollo y aprobaci¨®n del proyecto de Ley de la Memoria Democr¨¢tica el pasado julio y la redacci¨®n del anteproyecto de Ley de Secretos Oficiales, en los ¨²ltimos a?os se han publicado nuevos estudios que documentan que los primeros a?os de democracia estuvieron sembrados de violencia y la represi¨®n, como El mito de la Transici¨®n pac¨ªfica. Violencia y pol¨ªtica en Espa?a (1975-1982), de Sophie Baby (Akal, 2018); La Transici¨®n oculta. Ni mod¨¦lica ni pac¨ªfica, de Luis Miguel S¨¢nchez Tostado (Almuzara, 2021); La secreta de Franco, de Pablo Alc¨¢ntara (Espasa, 2022); Las otras v¨ªctimas. La violencia policial durante la Transici¨®n, de David Ballester (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2022), o El TOP. La represi¨®n de la libertad, de Juan Jos¨¦ del ?guila (CPGE, 2020).
¡°Yo viv¨ª esa ¨¦poca de adolescente, y me cre¨ª todo eso de la Transici¨®n tranquila. Pero tras a?os de investigaci¨®n he llegado a la conclusi¨®n de que de sus luces se han explicado mucho, pero de sus sombras no se ha dicho casi nada¡±, afirma el historiador Luis Miguel S¨¢nchez Tostado, autor de La Transici¨®n oculta. Ni mod¨¦lica ni pac¨ªfica. Entre la esperanza y el terror, ese cambio de rumbo pol¨ªtico ¡°fue dificil¨ªsimo, m¨¢s complicado de lo que se ha dado a conocer. Se desarrollaron tramas de poder, de guerra sucia y de dolor, y quedan muchos sucesos por contar¡±, advierte.
En un pa¨ªs que tiene el segundo puesto mundial de desapariciones forzadas ¡ªmiles de personas entre el 17 de julio de 1936 y diciembre de 1951, solo por detr¨¢s de Camboya y por delante de Argentina o Chile, seg¨²n un informe de Naciones Unidas de 2014¡ª, lo que no se sabe sigue siendo un reto.
Setecientos muertos en siete a?os
Hab¨ªa ilusi¨®n, hab¨ªa esperanza y hubo un audaz esfuerzo de entendimiento. Pero, en paralelo, estas nuevas investigaciones atestiguan una violencia salvaje en el tiempo que transcurre entre la muerte del dictador Franco en noviembre de 1975 y las elecciones generales de octubre de 1982: 700 asesinatos, 3.000 acciones violentas, miles de encarcelados y cientos de torturados, algunos de ellos periodistas.
La violencia de aquella ¨¦poca la relata el periodista Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Soler en sus memorias La prensa libre no fue un regalo. El 2 de marzo de 1976 fue secuestrado por cuatro personas cuando sal¨ªa de su casa de Madrid a plena luz del d¨ªa, lo torturaron durante horas y vivi¨® incluso un fusilamiento simulado. Su ¡°delito¡± fue publicar un reportaje sobre la c¨²pula de la Guardia Civil en la revista Dobl¨®n, de la que entonces era director.

La violencia pol¨ªtica ¡ªabierta en canal a veces, soterrada en otras¡ª se situ¨® en la m¨¦dula misma del proceso de la Transici¨®n, reflexiona la historiadora Sophie Baby en El mito de la Transici¨®n pac¨ªfica. Violencia y pol¨ªtica en Espa?a (1975-1982). La obsesi¨®n de la reconciliaci¨®n nacional fue el objetivo en ese periodo convulso, y fue mucho lo que se supedit¨® a la vieja idea de ¡°orden¡± franquista.
Se vivieron muchos tipos de violencia en aquellos a?os. Estaba la violencia de tipo contestataria, proveniente de grupos de la extrema derecha como el Batall¨®n Vasco Espa?ol, Grupos Armados Espa?oles o Guerrilleros de Cristo Rey, de grupos terroristas de tipo nacionalista radical como ETA, y de extrema izquierda como GRAPO o FRAP.
Y estaba tambi¨¦n la violencia de Estado, muchas veces auspiciada por cuadros franquistas actuando en democracia. La suma de estas estrategias de tensi¨®n y terror, opuestas ideol¨®gicamente, aunque con un objetivo com¨²n de inculcar ¡°en la opini¨®n p¨²blica la idea de que la democracia es sin¨®nimo de desorden, de violencia y de caos¡±, escribe Baby, dio lugar a un clima de ¡°violencia pol¨ªtica de tipo generalizado¡±, afirma.
Su investigaci¨®n contabiliza en 536 las muertes en manos de la denominada violencia contestataria, y 178 los muertos a manos del Estado, una vez fallecido el dictador, sea por torturas, por ¡°incidente policial¡± o por actos de brutalidad en represi¨®n de manifestaciones.
A tiros en la iglesia
Ante estas violencias, el mito de la Transici¨®n pac¨ªfica cae por su propio peso, pareci¨¦ndose m¨¢s a los tenebrosos ¡°a?os de plomo¡± de la d¨¦cada de los a?os 70 en Italia, seg¨²n la historiadora francesa. El primer muerto en democracia a manos de las Fuerzas de Orden P¨²blico fue el trabajador Te¨®filo del Valle, abatido a tiros en una manifestaci¨®n en Elda (Alicante) el 23 de febrero de 1976. Apenas una semana despu¨¦s, el 3 de marzo, se produjo la llamada ¡°matanza de Vitoria¡±, en la que fueron asesinados cinco obreros y fueron heridas centenares de personas cuando la polic¨ªa entr¨® a tiros en la iglesia de San Francisco, donde se celebraba una reuni¨®n por una huelga general. Luego siguieron muchos m¨¢s.
Los trabajos de estos historiadores coinciden en denunciar que en esa senda entre el franquismo y la Transici¨®n no hubo procesos de depuraci¨®n en los cuerpos represivos de la dictadura como el Ej¨¦rcito, la Polic¨ªa, la Guardia Civil y sus respectivos servicios secretos, con su ejercicio del miedo y sus armas intactas. Eso gener¨® un ¨¢ngulo ciego que abon¨® un vasto campo de acci¨®n de pr¨¢cticas arbitrarias de tensi¨®n y violencia, seg¨²n Baby. Se dej¨® en puestos supuestamente democr¨¢ticos a las fuerzas represivas de la dictadura ¡ªencargadas durante 40 a?os de vigilar policial y pol¨ªticamente a los ciudadanos¡ª, lo que facilit¨® todo tipo de acciones para ¡°imponer su propia visi¨®n del porvenir pol¨ªtico del pa¨ªs¡±.
La temible secreta de Franco
En los primeros pasos de la democracia, esa herencia franquista ve¨ªa cualquier amago de protesta ¡ªestudiantil, del barrio, social o cultural¡ª como una forma de subversi¨®n: por ejemplo, entre el 1 de enero y el 31 de julio de 1977 se produjeron 4.203 detenciones por delitos pol¨ªticos. En esa labor tuvo mucho que ver la Brigada Pol¨ªtico Social (BPS) ¡ªla verdadera guardia pretoriana de Franco, seg¨²n Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n¡ª, la polic¨ªa pol¨ªtica franquista, temida por su extrema violencia y por el uso habitual de la tortura.
¡°Mi sorpresa al hacer la investigaci¨®n ha sido ver el grado de impunidad con el que la Pol¨ªtico Social sigui¨® trabajando durante la democracia¡±, explica Pablo Alc¨¢ntara, doctor en Historia Contempor¨¢nea por la Universidad Aut¨®noma de Madrid y autor de La secreta de Franco. El an¨¢lisis de Alc¨¢ntara demuestra que, a pesar del cambio de sistema pol¨ªtico, la mayor¨ªa de los agentes de la BPS permanecieron en sus puestos. Incluso algunos, como Roberto Conesa o Antonio Gonz¨¢lez Pacheco ¡ªconocido como Billy el Ni?o¡ª, fueron ascendidos o condecorados por su labor antiterrorista en sucesivos gobiernos dem¨®cratas.

La Ley de Amnist¨ªa de 1977, que permiti¨® que los presos pol¨ªticos dejaran de tener cuentas pendientes con la justicia, ofreci¨®, a su vez, el ¡°perd¨®n¡± a cualquier acto de represi¨®n y violencia a la polic¨ªa pol¨ªtica y otras fuerzas del orden durante la Guerra Civil y la larga dictadura, relata Alc¨¢ntara. Con aquella nueva legislaci¨®n en la mano, el inspector Jos¨¦ Matute, jefe de la BPS de Tenerife, se libr¨® de dos causas abiertas por tortura en septiembre y octubre de 1975, respectivamente: una al estudiante antifranquista Juan Trillo, y otra ¡ªcon resultado de muerte¡ª al trabajador y militante comunista Antonio Gonz¨¢lez.
A finales de los a?os 70, desde dentro de los embrionarios sindicatos policiales democr¨¢ticos algunos denunciaron los modos violentos y las conexiones con la extrema derecha de compa?eros suyos, pero fueron ninguneados y en algunos casos depurados por el cuerpo. ¡°En los 80 se empez¨® a apartarlos, pero muchos fueron altos cargos incluso en los a?os 90¡å, denuncia Alc¨¢ntara.
El tribunal que todo lo vigilaba
La relaci¨®n entre la BPS y el Tribunal de Orden P¨²blico (TOP), aparato judicial de car¨¢cter civil para juzgar delitos pol¨ªticos, fue muy estrecha, dado que un alto porcentaje de los detenidos ven¨ªan de manos de la terror¨ªfica secreta y sus informes de ¡°mala conducta social¡±. En su libro El TOP. La represi¨®n de la libertad, el jurista Juan Jos¨¦ del ?guila detalla que ¡°mala conducta social¡± pod¨ªa ser decir, por ejemplo, ¡°me cago en Franco¡± estando borracho en un bar y que te cayeran 10 a?os por orden del TOP, como le pas¨® al alba?il Timoteo Buend¨ªa.
En su investigaci¨®n, Del ?guila revela c¨®mo este tribunal, que funcion¨® desde el 2 de diciembre de 1963 hasta el 4 de enero de 1977, era una m¨¢quina burocr¨¢tica de represi¨®n para controlar a cualquier persona con un m¨ªnimo atisbo de lucha por la libertad o la democracia. Las cifras asombran: en sus 13 a?os de existencia inco¨® 22.660 procedimientos que afectaron a m¨¢s de 50.714 personas y proces¨® a 9.146.
La m¨¢quina trabaj¨® a pleno rendimiento hasta el ¨²ltimo aliento. Entre 1975 y 1976 ese tribunal puso en marcha 9.628 procedimientos que afectaron a casi 20.000 personas. Y queda claro su car¨¢cter represor: del 77% de las conductas consideradas delitos y castigadas por el TOP, a partir de 1978 la Constituci¨®n las pas¨® a tipificar como derechos y libertades fundamentales.
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