Las Donnas eran demoledoras
Se reeditan los inicios (Early Singles 1995-1999) de un grupo que reivindicaba el hedonismo femenino en la explosi¨®n del punk rock californiano.
Hace cosa de 20 a?os tuvo lugar la ¨²ltima Gran Cacer¨ªa. Los cazatalentos de las discogr¨¢ficas fueron enviados a buscar nuevos grupos en el underground del punk rock estadounidense, espoleados por las ventas millonarias de American idiot (2004), y otros lanzamientos de Green Day en el sello Reprise.
No era una inmersi¨®n en lo desconocido. Los potenciales nuevos fichajes ten¨ªan discos en compa?¨ªas independientes y actuaban por clubes de todo el pa¨ªs (?y Europa!). Los reci¨¦n llegados les promet¨ªan presupuestos mayores de producci¨®n y promoci¨®n, suculentos adelantos, saltar a la siguiente divisi¨®n. El cortejo inclu¨ªa festines en restaurantes caros, visitas a las oficinas donde pod¨ªan saquear armarios repletos de discos, sonrosadas perspectivas de futuro.
Pero los tentados sab¨ªan suficientes historias de horror para tomar precauciones: dramas de grupos mangoneados, discos que aparecieron sin el apoyo prometido o que nunca salieron, deudas acumuladas. Aparte, tem¨ªan al puritanismo del mundillo alternativo, que castigaba a los supuestos traidores: se les cerraba el acceso a locales donde tocaban regularmente, se rajaban las ruedas de sus furgonetas, eran insultados en pegatinas y octavillas, sufr¨ªan el desprecio de antiguos c¨®mplices en revistas como Maximum RocknRoll.
Con todo, la seducci¨®n generalmente funcionaba. Las redes de los cazatalentos pescaron futuras superestrellas como Blink-182, My Chemical Romance o Jimmy Eat World pero tambi¨¦n criaturas ins¨®litas, como The Donnas: un cuarteto femenino con aspecto de colegialas y su aire gamberro. Atra¨ªan, cierto, a un p¨²blico adulto, masculino y morboso, lo que oblig¨® a despegarse del molde de las Runaways y deshacer la sospecha de que detr¨¢s estaba un perverso manipulador, tipo Kim Fowley.
En realidad, no hab¨ªa demasiado artificio en las Donnas. Ven¨ªan de Palo Alto, en Silicon Valley. Ten¨ªan padres tolerantes que incluso hac¨ªan de taxistas cuando tocaban en alg¨²n antro de San Francisco o alrededores. Al estilo de los Ramones, que compart¨ªan apellido, ellas se hac¨ªan llamar Donna A, Donna C, Donna F y Donna R. Y algo de los neoyorquinos aparec¨ªa en sus canciones m¨¢s breves, aunque paulatinamente destaparon su querencia por el rock de los 70 y 80; a lo largo de su carrera har¨ªan versiones de Billy Idol, Kiss, M?tley Crue, Judas Priest y otras figuras ajenas al canon del punk. De hecho, en sus letras duplicaban t¨®picos del rock duro, con protagonistas libertinas y decididas. Pura fantas¨ªa: intimidadas por la abundancia de testosterona, en las giras se encerraban en su camerino o en el autob¨²s.
Sacaron cuatro ¨¢lbumes independientes hasta que las disqueras grandes llamaron a su puerta. Se fueron con Atlantic Records, sello hist¨®rico sin nada parecido en su cat¨¢logo. Al principio, les fue bien: su estreno all¨ª, Spend the night (2002), despach¨® 400.000 copias. Se introdujeron en bandas sonoras, videojuegos, anuncios; las televisiones y dem¨¢s medios hac¨ªan cola para entrevistarlas.
Y luego, todo se torci¨®. Para competir con Napster y servicios similares, las majors apostaron por un soporte novedoso. El Dual Disc llevaba m¨²sica por una cara y contenido audiovisual por la otra. Atlantic quiso probarlo con las Donnas en Gold medal (2004), pero, durante la fabricaci¨®n, se produjo un error: desaparecieron dos minutos de la canci¨®n final. Hubo que disculparse, cambiar los discos defectuosos vendidos, eliminar el resto de la tirada. Perdieron su impulso y Gold medal se qued¨® en 80.000 ejemplares. En una coyuntura de crisis, esa bajada en ventas aceler¨® el fin de la relaci¨®n con Atlantic. El siguiente disco, Bitchin¡¯, fue una autoedici¨®n. Se separaron sigilosamente en 2012 y hoy rechazan ofertas para reunirse, aprovechando el favorable clima actual: tienen otros trabajos, otras vidas.
Babelia
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