¡®Suzume¡¯: Shinkai se encumbra con otro ¡®anime¡¯ de lirismo exacerbado e inventiva sin igual

La historia es conocida y se ha escrito ya sobre ella. A?o 2002, festival de Berl¨ªn. En los ¨²ltimos d¨ªas del certamen, con el cansancio acumulado entre los enviados especiales, una pel¨ªcula de animaci¨®n japonesa concursa casi por sorpresa en la secci¨®n oficial, la que otorga los grandes premios, algo nada habitual en aquellos a?os, as¨ª que una parte de la cr¨ªtica decide saltarse el pase para la prensa, pese a que el director es lo suficientemente conocido y valorado en el terreno de la animaci¨®n. Un par de d¨ªas despu¨¦s, m¨¢s extraordinario a¨²n, el jurado le otorga el Oso de Oro, ex aequo con Bloody Sunday, con lo que las cr¨®nicas finales de los que han hecho pellas se basan superficialmente en los comentarios y chivatazos de los pocos que s¨ª hab¨ªan acudido a la proyecci¨®n. Aquella pel¨ªcula era El viaje de Chihiro, del maestro Hayao Miyazaki, y cambi¨® la visi¨®n de cierta cinefilia un tanto sectaria con respecto al anime y a su relevancia art¨ªstica.

Pese a todo, la organizaci¨®n de la Berlinale tard¨® 21 a?os en seleccionar otro largo de animaci¨®n japon¨¦s para su secci¨®n oficial. Y eso se ha producido este mismo mes de febrero de 2023, con la bella, m¨¢gica y profunda Suzume, dirigida por uno de los herederos de la estimulante creatividad de Miyazaki: Makoto Shinkai, que tampoco era cualquier desconocido, pues llevaba al menos una d¨¦cada y media ofreciendo a los fans de la animaci¨®n sus historias de juvenil desenfreno y fantas¨ªa, y dos de sus trabajos hab¨ªan tenido estreno comercial en cines espa?oles: las excelentes Your Name (2016) y El tiempo contigo (2019).

Con Suzume regresan algunas de sus se?as de identidad, practicadas tambi¨¦n en dos obras anteriores, fundamentales para el desarrollo de su carrera: El lugar que nos prometimos (2004) y 5 cent¨ªmetros por segundo (2007). El peso del clima y de los fen¨®menos de la naturaleza, desde los m¨¢s luminosos hasta los m¨¢s terribles, en el devenir de los seres humanos; vientos, lluvias, tormentas de nieve y granizo, puestas de Sol y, como en su ¨²ltima pel¨ªcula, terremotos y tsunamis. La influencia en sus relatos del espacio y del tiempo, expuestos del mismo modo como obst¨¢culos y como salvoconductos para la pasi¨®n; en este caso, la relaci¨®n entre una chica de 16 a?os y un guapo joven que viaja por el pa¨ªs buscando unas puertas m¨¢gicas que le ayuden a prevenir terremotos. Y un trazo de dibujo, unos movimientos y unos colores muy semejantes a los de Hayao Miyazaki, con un gusto por el detalle en los fondos y en los objetos de inusitado realismo.

Con el recuerdo del terrible terremoto y posterior oleada mortal del a?o 2011 en Jap¨®n, suceso que no se cita en el relato pero que sobrevuela por cada una de las esquinas del encuadre y, a¨²n m¨¢s, por la cabeza de la chica protagonista, que perdi¨® a su madre en aquellos d¨ªas, Suzume fusiona una reconocible cotidianidad (el ambiente de instituto y los problemas en el hogar con su t¨ªa, encargada de cuidarla desde la tragedia) con un lirismo exacerbado y una inventiva casi sin parang¨®n, presidida por uno de los personajes principales de la historia: una sillita de preescolar a la que le falta una pata, capaz de hablar, de sentir y de correr, que con el discurrir del relato adquiere un emocionante valor testimonial de lo que suponen la p¨¦rdida, los misterios del subconsciente y la vida entre dos mundos.

De una rotunda intensidad visual, psicol¨®gica y creativa, y copada por portales s¨ªsmicos, leyendas niponas y torbellinos de amor, miedo y perd¨®n, la pel¨ªcula de Shinkai parece m¨¢s destinada a la adolescencia que a la infancia (los m¨¢s peque?os se van a perder entre el amasijo de lirismo, angustia juvenil y arrebato abstracto y hasta surrealista, lo que tampoco es grave si hay alg¨²n despistado o valiente). Y, desde luego, parece perfecta para cualquier espectador adulto que, lejos de cualquier prejuicio, como aquellos de la Berlinale de 2002, decida abrir el abanico de sus gustos cin¨¦filos y sentirse desatado por el color y el encantamiento.