Claus Guth vuelve a iluminar el camino de ¡®Parsifal¡¯ en el Liceo
La reposici¨®n del director de escena alem¨¢n fue lo mejor en el regreso de la ¨²ltima ¨®pera de Richard Wagner al escenario del teatro barcelon¨¦s
El Liceo de Barcelona siempre ha estado muy cerca del Festival de Bayreuth en su relaci¨®n con Parsifal. El teatro de las Ramblas fue el primero que represent¨® legalmente la ¨²ltima ¨®pera de Wagner, tras el final de la exclusividad que hab¨ªa otorgado el Convenio de Berna al festival wagneriano. Muchos teatros europeos (incluido el Teatro Real) hab¨ªan planeado su estreno el mismo d¨ªa en que caducaba ese veto, el 1 de enero de 1914. Pero el teatro barcelon¨¦s se adelant¨® a todos, aprovechando el huso horario que nos separaba por entonces de Alemania. Una funci¨®n protagonizada por el tenor Francesc Vi?as y dirigida por el yerno de Wagner, Franz Beidler, que inaugur¨® este idilio lice¨ªsta.
Por el teatro barcelon¨¦s han pasado, desde entonces, m¨¢s de una veintena de producciones de Parsifal. Lo explica Jaume Trib¨® en el programa de mano de las seis funciones, del 25 de mayo al 7 de junio, que suponen ahora la vuelta de este t¨ªtulo de Wagner al escenario barcelon¨¦s, tras doce a?os de ausencia. Aqu¨ª lo han dirigido nada menos que Bruno Walter, Otto Klemperer y Hans Knappertsbusch. Y lo han cantado, entre otros, Ren¨¦ Maison y Max Lorenz. Pero la estrecha relaci¨®n de Barcelona con Bayreuth cristaliz¨®, en abril de 1955, en una hist¨®rica visita del festival wagneriano con tres funciones de Parsifal. Con un reparto que inclu¨ªa a las principales estrellas del momento, como Wolfgang Windgassen, Martha M?dl y Hans Hotter, y la novedosa direcci¨®n esc¨¦nica de Wieland Wagner.
Las ¨²ltimas producciones de Parsifal vistas en el Liceo han seguido mostrando la alargada sombra esc¨¦nica del nieto de Wagner. Qued¨® claro en la po¨¦tica propuesta de Jean-Pierre Ponnelle, de 1988, y en la austera y modernista de Nikolaus Lehnhoff, de 2005. Pero, en febrero de 2011, el teatro barcelon¨¦s quiso dar una vuelta de tuerca con el estreno de una nueva producci¨®n de Claus Guth. Una propuesta inspirada en el ensayo Parsifal 1914, de Nora Eckert, que relacionaba la referida recepci¨®n de la ¨²ltima ¨®pera de Wagner con el inicio de los desastres de la Primera Guerra Mundial. A ello le sum¨® una ambientaci¨®n que evoca La monta?a m¨¢gica, que por entonces comenz¨® a escribir Thomas Mann, tras una visita al Sanatorio Wald de Davos. Y enmarc¨® toda la trama en un conflicto familiar que convierte a Amfortas y Klingsor en hermanos.
Su reposici¨®n, que pudo verse hace siete a?os en el Teatro Real, ha sido ahora todo un acierto. Lo es, desde el punto de vista conceptual, al apostar por una visi¨®n profana de la trama y centrar su dramaturgia en el concepto de ¡°compasi¨®n¡±, que Wagner tom¨® de Schopenhauer: ¡°Durch Mitleid wissend, der reine Tor¡± (Sabedor por compasi¨®n, el necio puro). Asistimos a una larga progresi¨®n formativa del protagonista que culmina en la iluminaci¨®n final, donde Guth tambi¨¦n abrocha el referido conflicto familiar con la reconciliaci¨®n entre Amfortas y Klingsor.
El director de escena alem¨¢n asegura el flujo constante, de principio a fin, por medio de un escenario giratorio dise?ado por Christian Schmidt. Representa, en el primer acto, un sanatorio para heridos de guerra, que se alterna con los habit¨¢culos, patios y escaleras de una villa burguesa. Pero su degradaci¨®n, en los dos siguientes actos, remite a la situaci¨®n venidera de los acontecimientos y permite atisbar, al final, el totalitarismo nazi. Vemos tambi¨¦n elementos caracter¨ªsticos del director alem¨¢n, con ese ambiente opresivo y claustrof¨®bico, idealmente iluminado por J¨¹rgen Hoffman; el uso de una pantalla de gasa frontal que muestra v¨ªdeos creados por Andi A. M¨¹ller relacionados con el caminar del protagonista; y el a?adido de un bailar¨ªn para dinamizar la acci¨®n, aqu¨ª un lisiado ciego al que dio vida Joaqu¨ªn Fern¨¢ndez.
La Orquesta Sinf¨®nica del Gran Teatro del Liceo volvi¨® a sonar admirablemente ordenada y segura en manos de su titular, Josep Pons. El director catal¨¢n afront¨® su primer Parsifal con una determinaci¨®n plenamente objetiva, como buen especialista en la m¨²sica contempor¨¢nea. Todas las texturas del preludio, del primer acto, sonaron plenamente convincentes, pero la temperatura no subi¨® en el foso ni siquiera en el cl¨ªmax de la transformaci¨®n del primer acto. Por el contrario, ese momento coincidi¨® con la impactante escena de un grupo de enfermos extasiados escuchando m¨²sica en un gram¨®fono. Y lo mismo se podr¨ªa decir del arranque del segundo acto, donde escuchamos una m¨²sica del castillo encantado de Klingsor de admirable transparencia, pero nula intensidad expresiva. Tampoco la m¨²sica se elev¨® en el tercer acto, en el famoso Encantamiento del Viernes Santo o en el final, donde result¨® m¨¢s emotivo ver la referida reconciliaci¨®n de Klingsor y Amfortas.
El reparto tampoco fue memorable, aunque incluy¨® cantantes muy experimentados junto a otros habituales en Bayreuth. Entre los ¨²ltimos, destac¨® la voz redonda y c¨¢lida de la soprano rusa Elena Pankratova, que cant¨® el estreno de la ¨²ltima producci¨®n en el festival wagneriano. Pero su Kundry fue poco seductora en el segundo acto y apenas alcanz¨® dimensi¨®n teatral. Tampoco brill¨® por su musicalidad el tenor austriaco Nikolai Schukoff, un Parsifal de tono tenso y algo estrangulado, que mejor¨® levemente en el tercer acto. Sin duda, los dos cantantes m¨¢s atractivos sobre el papel eran el bajo Ren¨¦ Pape y el bar¨ªtono Matthias Goerne. Pape fue un buen Gurnemanz, con fraseo certero y fluidez narrativa. Pero Goerne aport¨® poco a Amfortas de su condici¨®n de gran liederista, y su personaje son¨® opaco y poco doliente. Bien el bajo-bar¨ªtono ruso Evgeny Nikitin como Klingsor y el veterano bajo georgiano Paata Burchuladze resolvi¨® un Titurel con mayor carga actoral que vocal.
Buen nivel de todos los secundarios. Tanto de los caballeros y escuderos, en el primer acto, aqu¨ª convertidos en el personal del sanatorio. Y tambi¨¦n de las seis muchachas flor, en el segundo, ataviadas con coloristas vestidos y tocados para bailar foxtrot en una fiesta de los a?os veinte. Por ¨²ltimo, la brillante actuaci¨®n del Coro del Gran Teatre del Liceu cont¨® con el refuerzo de la VEUS-Cor Infantil Amics de la Uni¨® y la Coral C¨¤rmina. Ambos tuvieron su momento estelar, al final del primer acto, cantando desde la c¨²pula del teatro, tal como pide Wagner en su partitura. Quiz¨¢ fue el momento m¨¢s elevado, en todos los sentidos, de una funci¨®n que entusiasm¨® poco al p¨²blico del teatro barcelon¨¦s.
Babelia
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