Primavera Sound Barcelona cierra con la Rosal¨ªa m¨¢s humana
El concierto de la diva, de apenas una hora, no levant¨® el vuelo ante un p¨²blico que la hab¨ªa esperado sin rechistar
El laurel de la gloria estaba destinado a ella, Rosal¨ªa, representante de las nuevas generaciones, desde los ni?os y ni?as que no pudieron asistir a su concierto por el horario, dos de la madrugada de este domingo, hasta los j¨®venes que desde hace a?os comienzan a relevar a los fans de Depeche Mode en el Primavera Sound, que peinando canas vieron c¨®mo su grupo actuaba la v¨ªspera a una hora adaptada a ellos, las 21.00. Pero la gloria no fue para la de Sant Esteve Sesrovires (Barcelona), o no como ella suele ce?¨ªrsela, en aplastantes demostraciones de genio, repertorio, figura y clase. En un concierto corto, apenas una hora, desbravado por un repertorio que no fue a deg¨¹ello, con problemas de sonido y sin que ella encontrase la tecla para conectar con su p¨²blico ante los contratiempos, fue la primera vez en su historia que no aplast¨® en Barcelona, precisamente en un festival en el que hace a?os estren¨® en un concierto fascinante su disco Los ¨¢ngeles. Triunf¨®, s¨ª, pero sin gloria. Esa qued¨® para veteranos como John Cale o Laurie Anderson, imponentes en ese Auditori que escuch¨® a la Rosal¨ªa totalmente flamenca de 2017.
Varios factores influyeron en el ¨¦xito solo parcial de Rosal¨ªa. Uno nada desde?able fue el horario, que salvo rar¨ªsimas excepciones escogen los artistas que son cabezas de cartel. Y ella, o su management, que viene a ser lo mismo, debieron decidir cerrar escenario, como suelen hacerlo los grandes. Pero no siempre las normas deben cumplirse a rajatabla. Problemas: era el tercer d¨ªa y el p¨²blico, que en buena medida hab¨ªa ido a verla a ella, que pese a que habl¨® en ingl¨¦s en varias ocasiones ten¨ªa a sus pies mayormente compatriotas, estaba cansado de esperar o por haber bailado justo antes con Calvin Harris, una anomal¨ªa comercial de vuelo gallin¨¢ceo en el festival. El caso es que lo que ped¨ªa el cuerpo era baile y energ¨ªa para desperezarse, algo que despeinase y despidiese el festival por todo lo alto. Pero primero fall¨® el sonido, el personal interrumpi¨® Hentai quej¨¢ndose del escaso volumen, luego el cancionero no apur¨® el baile, sino que simplemente acort¨® el repertorio tradicional manteniendo sus baladas y momentos para la intimidad. As¨ª fue aquello un sube y baja con errores, como ese momento para derramarse agua en la melena como sirena varada ante una multitud que no estaba para la est¨¦tica sino para el perreo. Funcion¨® el montaje, ¨²nico en el festival pensado para ser visto en pantallas verticales como de tel¨¦fono m¨®vil y funcion¨® ella, artista de pies a cabeza siempre. Pero cuando acab¨® su concierto con CUUUUuuuuute, el p¨²blico march¨®. Y punto. En las conversaciones se escuchaba: ?qu¨¦ ha pasado? Por una vez Rosal¨ªa fue humana, no celestial.
Eso qued¨® para una pareja de veteranos que en el Auditori impartieron sendas lecciones de m¨²sica atemporal. John Cale vive al d¨ªa y las celebraciones las deja para otros. Pese a cumplirse 50 a?os de su maravilloso ¨¢lbum Par¨ªs 1919, ni una pieza lo record¨®, y eso que en el tramo anterior de su gira sol¨ªa interpretar un par de sus composiciones. Dando muestras de su vitalidad, alej¨® los cortes del reciente Mercy de sus texturas fantasmales para acercarlas al rock, con mucho m¨¢s predomino de guitarra, que ¨¦l solo us¨® en Cable Hogue; cant¨® con vigor, toc¨® los teclados con decisi¨®n y comand¨® con mano de hierro a su tr¨ªo de acompa?amiento. Le dio la vuelta al repertorio que ven¨ªa tocando, alterando el orden de interpretaci¨®n de sus piezas, se?al de que no quiere aburrirse y fij¨® literalmente al p¨²blico en sus asientos. En un espacio en donde hay un porcentaje de asistencia siempre en movimiento, personas que entran, tastan y marchan, con Cale no se movi¨® nadie. Y nadie es nadie. Ins¨®lito.
M¨¢s tarde fue Laurie Anderson quien pasm¨® con un concierto cincelado a base de vanguardia, voz filtrada, teclados y una banda de altura con tres metales, bater¨ªa, bajo y guitarra. Ella, imperial en su normalidad, enarbol¨® una voz y una dicci¨®n que la llevaron a hablar de arte, aprendizaje y tecnolog¨ªa, entre otros temas, y que embelesar¨ªa incluso leyendo el prospecto del Hemoal. Su celeb¨¦rrimo Oh Superman son¨® a las primeras de cambio, pero esa fue toda la concesi¨®n de un concierto anguloso, en el que mand¨® la palabra y el tacto detallista y sutil de una banda magn¨ªfica.
Pero no todo en el festival tuvo por destinataria la sensibilidad m¨¢s refinada y le¨ªda. En un espacio en el que conviven j¨®venes y quienes lo fueron, uno de los momentos de la noche lo marc¨® esa Tokischa que todo el mundo esperaba apareciese m¨¢s tarde con Rosal¨ªa (no lo hizo). En una edici¨®n en la que los flujos de p¨²blico se han canalizado bien, la programaci¨®n de su concierto en uno de los escenarios bajo la fotovoltaica, demasiado peque?o para la popularidad de la boricua, fue un error que gener¨® una congesti¨®n irrespirable en uno de sus accesos. Una vez superadas aquellas Term¨®pilas, el espect¨¢culo fue may¨²sculo gracias al perreo espoleado por el dembow, ritmo para el cuerpo. Con el personal de barra bailando, se daban escenas como la de un joven que al acercarse a pedir su bebida fue atendido por una camarera que cantaba, ¡°Yo soy una perra en calor, toi buscando un perro pa¡¯ quedano¡¯ pegao¡±. Por supuesto, esta declaraci¨®n de intenciones iba acompa?ada del pertinente movimiento del bajo vientre, que en el joven, t¨ªmido, instal¨® una expresi¨®n que dec¨ªa: glups. En may¨²sculas y negrita. Y es que cuando en un concierto bailan los trabajadores, es que no hay freno. Y lo de Tokischa fue un descenso a tumba abierta.
Al margen de este momento, hubo otro para el recuerdo. Kelela, una diva del r&b electr¨®nico, comenz¨® casi media hora tarde su concierto por un problema de sonido. Llegado el final quiso a?adir una pieza para as¨ª acercarse a su duraci¨®n prevista. Pero en ese instante comenzaron a tocar en el escenario contiguo Maneskin ¡ªnunca ha habido tanto p¨²blico italiano en el festival¡ª y Kelela, vaporosa y sutil, qued¨® enmudecida por el estruendo, comenz¨¢ndose a despedir con gestos que fueron proyectados en las pantallas del grupo transalpino. En suma, tocaban unos y se ve¨ªa a otra diciendo adi¨®s. M¨¢s de una persona entre el p¨²blico debi¨® de pensar que hab¨ªa bebido demasiado en un festival que, seg¨²n dijeron sus responsables en rueda de prensa, ha cumplido con sus expectativas y que como siempre ha ido de menos a m¨¢s. El a?o que viene m¨¢s.
Babelia
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