As¨ª se mata (y se escribe) en Segovia
Juan Carlos Galindo debuta en la novela negra con ¡®Hontoria¡¯, el primer caso de un detective improvisado, un ¡®podcaster¡¯ obsesionado con los cr¨ªmenes
Un perro diminuto, un perro callejero sin collar, se desga?ita en una de las calles que, en la ficci¨®n, recorre en taxi Jean Ezequiel, el met¨®dico y apasionado podcaster protagonista de Hontoria (Salamandra), la primera novela de Juan Carlos Galindo (Segovia, 44 a?os), entusiasta periodista cultural de EL PA?S, tan amante de la ficci¨®n criminal como el propio Ezequiel. De hecho, vi¨¦ndole llegar a la calle de la iglesia de Hontoria, el peque?o pueblo rodeado de cercas tras las que se extiende un campo salpicado de caballos, hoy convertido en un arrabal de Segovia, se dir¨ªa que es el propio Ezequiel ¡ªcon su sombrero Fedora, su pajarita, y su impoluto traje¡ª, el que pisa el asfalto del lugar. Lugar que, a esa hora, una ma?ana lluviosa de junio, resulta de lo m¨¢s fantasmal.
Lo que ocurre en Hontoria tiene, a la vez, algo de A sangre fr¨ªa, de Truman Capote, y del oscur¨ªsimo Red Riding Quartet, de David Peace, la tetralog¨ªa inspirada en el destripador de Yorkshire y, formalmente, en el brutalismo po¨¦tico de James Ellroy, pero tambi¨¦n de un noir mediterr¨¢neo, y hasta cierto punto, rural tur¨ªstico, porque se dir¨ªa que con quien m¨¢s atributos comparte Jean Ezequiel es con el comisario veneciano Guido Brunetti de Donna Leon. En su caso, como en el de aquel, tanto el lugar, como su vida, son apaciblemente blancas, en absoluto tormentosas. El infierno, se dir¨ªa, queda fuera. Y ellos se aproximan a ¨¦l, lo ven arder, y regresan a casa antes de la cena. Ezequiel, de hecho, no parece temer otra cosa que acabar perdi¨¦ndose en ese otro lado oscuro.
Al menos de eso habla constantemente en su podcast, P¨ªldoras criminales. Ezequiel trabaja para un peri¨®dico nacional, en Madrid ¡ªva y vuelve cada d¨ªa a la, en apariencia, tranquila y familiar, aunque por momentos altiva, Segovia¡ª, pero para saciar su sed de amante de los sucesos, ha puesto en marcha un podcast para el que, siempre a ritmo de Mogwai, reabre casos de pol¨¦mico cierre. En el momento en que arranca la acci¨®n, el caso por el que est¨¢ perdiendo la cabeza ¡ªEzequiel es extremadamente obsesivo¡ª es el del triple crimen de los Vila Mart¨ªn. Un padre, una madre y su hijo fueron asesinados a pu?aladas en su casa de Hontoria sin raz¨®n aparente. Su caso recuerda al de los Clutter de A sangre fr¨ªa, porque tampoco hay sospechosos a la vista.
¡°Una vez le pregunt¨¦ a James Ellroy por qu¨¦ en R¨¦quiem por Brown, su primera novela, hab¨ªa un caddie de golf, y me dijo que porque ¨¦l hab¨ªa sido caddie de golf y uno tiene que escribir sobre lo que conoce. As¨ª que cuando por fin me decid¨ª a pasar al otro lado, eso fue lo que hice¡±, relata Galindo con su Fedora sobre la mesa de la cafeter¨ªa con vistas al acueducto. Sigue lloviendo. Se est¨¢ tomando un caf¨¦ con hielo. Ezequiel lo hubiese preferido cortado. ¡°Es decir, ten¨ªa que venirme a Segovia, y el protagonista ten¨ªa que ser un periodista, tan apasionado por los cr¨ªmenes como yo¡±, asegura a continuaci¨®n. Puesto que quer¨ªa que la novela adem¨¢s reflexionase sobre aquello que el true crime les hace a los que se obsesionan con ¨¦l, a?adi¨® el podcast.
Un formato que se presenta como un nutritivo subterfugio para un periodista vocacional como Ezequiel ¡ªun aut¨¦ntico multitasking¡ª, al que los l¨ªmites de aquello que puede o no publicarse dejan a menudo a las puertas de un descubrimiento. Y hay una ligera cr¨ªtica al respecto en eso, pero una a la que Galindo da la vuelta, puesto que, dice, ¡°est¨¢ bien que existan esos l¨ªmites, porque lo ¨²nico que le queda al periodismo es el rigor¡±. El jefe de Ezequiel, Juan, ve y no ve con buenos ojos lo que hace. Pero lo que eso sirve para dar exclusivas de vez en cuando, y para empezar a llamar la atenci¨®n en ese mundo con dos caras de la ciudad castellana: el rico y el menos rico, el exclusivo y el cotidiano. Uno en el que, a ratos, tiene la sensaci¨®n de estar ¡°clamando en el desierto¡±.
El mal atemporal
Si, como dec¨ªa su admirado David Peace, los cr¨ªmenes de los tiempos que vivimos nos definen y nos condenan, ?qu¨¦ dice el crimen de Hontoria de los tiempos que vivimos? ¡°Que el mal es atemporal y ageogr¨¢fico. Que puede ocurrir en cualquier sitio y en cualquier momento. Y que, cuando se produce una explosi¨®n de brutalidad as¨ª en medio de lo anodino, trata de cerrarse la herida tan r¨¢pido como sea posible para no manchar la imagen de la ciudad, y lo que menos importa es si el culpable es el culpable, porque si controlas el relato, puedes volver a la normalidad enseguida¡±, responde el escritor, a quien la ficci¨®n criminal empez¨® a volverle loco alrededor de los 20 a?os, cuando ley¨® L. A. Confidential, del mencionado Ellroy.
¡°Me interesa el hecho literario en torno al crimen. No las noticias de sucesos. Lo que me interesa es que llegue alguien y lo multiplique, que haga crecer el crimen, que imponga su relato al hecho¡±, cuenta. Pasea junto a la catedral de Segovia, que en Hontoria, la novela, tiene vistas al estudio en el que Jean Ezequiel re¨²ne pistas. Habla de David Grann y de Michelle McNamara. Escritores que han dedicado su vida ¡ªMcNamara falleci¨® consumida por la investigaci¨®n¡ª a buscar culpables al margen del relato oficial. Hontoria es, en cierto sentido, una carta de amor a todos ellos, y la explicaci¨®n que el propio Galindo, y con ¨¦l su protagonista, se da para no ir m¨¢s all¨¢ en su pasi¨®n. ¡°Convierten los casos en su vida. Es fascinante, pero es peligroso, y es peligroso porque es fascinante¡±, dice.
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