¡®Asteroid City¡¯: el mejor Wes Anderson regresa a sus ra¨ªces alien¨ªgenas con parada en Chinch¨®n

Las pel¨ªculas de Wes Anderson solo las puede hacer Wes Anderson y en esta obviedad se encierra su singularidad y las filias y fobias que provoca uno de los escasos cineastas contempor¨¢neos que son en s¨ª mismos un g¨¦nero y una est¨¦tica. Asteroid City, el nuevo filme de este tejano aficionado a los trajes de pana y a la vida europea, es el regreso de Anderson a sus ra¨ªces a trav¨¦s del imaginario del desierto del Oeste y sus espejismos alien¨ªgenas.

En su anterior pel¨ªcula, la desparramada y agotadora La cr¨®nica francesa (2020), un personaje ¡°extranjero¡± dec¨ªa: ¡°Buscamos algo que nos falta, nos falta algo que dejamos atr¨¢s¡±. Con la mirada en el retrovisor, Anderson ha encontrado ese ¡°algo¡± en un teatro de curiosidades retrofuturistas en las que su estado de ¨¢nimo ensimismado viaja a la velocidad del Coyote y Correcaminos, personajes m¨ªticos de los Looney Tunes (¡°?Bip, bip!¡±), pero guiado por la melancol¨ªa existencial de las vi?etas de Charlie Brown, uno de sus eternos referentes.

Asteroid City atraviesa cierta memoria de la inocencia estadounidense de los a?os cincuenta a trav¨¦s de dos lugares que parecen encerrar la idea idealizada de un pa¨ªs que el director de la inolvidable Moonrise Kingdom (2012) observa desde su perpleja distancia. En el coraz¨®n de la pel¨ªcula est¨¢ el escenario del desierto, podr¨ªa ser el de Nevada, con sus leyendas de ovnis y sus ecos del folclore del Oeste. Del otro lado est¨¢ el Este, concentrado en las bambalinas del teatro del Broadway neoyorquino donde se representa ese desierto, un espacio que por momentos evoca el ambiente del m¨ªtico Actors Studio. El color saturado est¨¢ reservado para la obra que transcurre en la nada y el blanco y negro para la tramoya donde se gesta esta funci¨®n de ni?os sabelotodo, padres solitarios y extraterrestres despistados. Son dos escenarios antag¨®nicos unidos por un narrador televisivo que mueve los hilos de todas las marionetas.

Por estas tres pistas discurre un infatigable desfile de estrellas, la mayor¨ªa de ellas, c¨®mplices habituales del cine de este director amante de las casas de mu?ecas y los planos hechos con tiral¨ªneas. Un elenco que conoce bien un estilo de, perd¨®n por el ox¨ªmoron, telegr¨¢fica verborrea a lomos de decorados que lo absorben todo. Una vez m¨¢s, el cineasta se vale de un firmamento de grandes nombres como un camuflaje de sus cr¨ªpticas ideas y emociones.

Despu¨¦s de viajar por el mundo ¡ªde la Europa del Este de El gran hotel Budapest (2014) al Jap¨®n en Isla de perros (2018)¨D, Asteroid City tiene mucho de regreso a casa. Anderson, creador fetichista y perfeccionista, busca la fantas¨ªa de su tierra desde un decorado imaginado en el mesetario pueblo madrile?o de Chinch¨®n y quiz¨¢ por eso este p¨¢ramo de experimentos nucleares, est¨¦tica de familias tupperware y adolescentes cum laude encierra un ¨ªntimo misterio.

Sin la soledad de los ni?os prodigio no existir¨ªa la esencia del cine de Wes Anderson y a este desierto te?ido de azul turquesa, corales, marrones y amarillos llegan una serie de familias atra¨ªdas por una convenci¨®n escolar para futuros astr¨®nomos.

A sus 54 a?os y con once pel¨ªculas a la espalda, la alambicada afici¨®n de Anderson al juego de mu?ecas rusas fluye en Asteroid City. Un decorado dentro de otro decorado y otro hasta configurar un mosaico de minirrelatos, memorabilia, canciones y s¨ªmbolos tan encerrados en s¨ª mismos que por momentos el espectador corre el riesgo de quedarse al otro lado del espejo. Pero el n¨²cleo central de la pel¨ªcula, ese vac¨ªo en el vac¨ªo de un desierto que ni siquiera es lo que es, es de una imaginaci¨®n tan extra?a, f¨¦rtil y poderosa que solo cabe dejarse abducir por su alien¨ªgena belleza.