Antonio Gamoneda: ¡°Cuando no quiero escuchar bobadas, bajo mi aud¨ªfono y santas pascuas¡±
El poeta, galardonado con el Cervantes en en 2006, recibe el Premio Semilla de Oro y acude a inaugurar una exposici¨®n sobre su obra en la localidad leonesa de Gordoncillo
En tiempos de confusi¨®n, acudir a los poetas, en horas de incertidumbre, acostarse sobre buenos versos, como por ejemplo los de Antonio Gamoneda (Oviedo, 92 a?os). El que nos arroj¨® tanta verdad en Descripci¨®n de la mentira, nos abrig¨® con su Libro del fr¨ªo, congel¨® todo un tiempo con Sublevaci¨®n inm¨®vil, Blues castellano o Arden las p¨¦rdidas... y tiene reunida su obra en la antolog¨ªa Esta luz (Galaxia Gutenberg). Un poeta que produce temblores y ha peleado siempre por buscar la serenidad en medio de la angustia desde que, hu¨¦rfano de padre, tuvo que ayudar a su madre a mantener la casa trabajando desde los 14 a?os. Autodidacta y rebelde, m¨ªstico y hedonista, fue Premio Cervantes en 2006 y acaba de recibir en Gordoncillo (Le¨®n), donde se ha inaugurado una exposici¨®n sobre su trayectoria, el premio Semilla de Oro. Gamoneda, de 92 a?os, no ha podido decir que no, entre otras cosas porque le dedicaban un vino para la ocasi¨®n, un tinto crianza que elaboran en las bodegas Gordonzello, cooperativa de la localidad, y all¨ª se present¨® para brindar, muy partidario de aprovechar en la vida, como dice, ¡°esas situaciones que no sean repelentes¡±.
Pregunta. Este prestigio de la ignorancia para quien ha sido autodidacta debe resultar abominable, ?no?
Respuesta. Primero debo decir que no soy muy defensor del autodidactismo, no hay mejor maestro que un libro. Pero este prestigio de la ignorancia, hoy, es repelente. Se corresponde con una degradaci¨®n del pensamiento y las instituciones cuando se han oxidado la democracia y las ideolog¨ªas. No se trata de tirarlas por la ventana, pero veo venir la ca¨ªda y el ca?amazo pol¨ªtico e institucional.
P. ?Tanto?
R. Se ha desnaturalizado la democracia. Deber¨ªamos pensar en las prioridades. ?Qu¨¦ precede? Una concordancia, un acorde. Ha ca¨ªdo la noci¨®n de los derechos fundamentales. Las estructuras econ¨®micas no han cambiado desde la dictadura. ?Qu¨¦ democracia es esta habitada por una dictadura econ¨®mica? El elemento que debe regir la convivencia antes que el derecho es la cobertura de las necesidades b¨¢sicas. ?Para qu¨¦ nos sirven los derechos si antes no hemos solventado las necesidades? Todos los espa?oles tenemos derecho a un techo, dice la Constituci¨®n, ?d¨®nde est¨¢ ese techo para tantos?
P. Aunque no conf¨ªe en el autodidactismo, ?c¨®mo se las arregl¨® usted para aprender?
R. Mi madre no lograba ganar para que comi¨¦ramos los dos despu¨¦s de que mi padre muriera. Yo entr¨¦ como recadero en el Banco Mercantil a los 14 a?os. Encend¨ªa la calefacci¨®n a las cinco de la ma?ana. No es ideal que, a esa edad, un ni?o se dedique a partir le?a y quemarla a esas horas, pero serv¨ªa a los peque?os s¨¢trapas de ese banco con 80 o 90 horas semanales. Todo eso incitaba a la disconformidad y me hice amigo de gente mayor que yo, conscientemente disconformes.
P. ?Y le abrieron los ojos?
R. Ellos fueron mi conciencia, mi formaci¨®n progresiva. Formaron en m¨ª una voluntad y una forma de resistencia informada, as¨ª me coloqu¨¦ en la voluntad de aprender.
P. Su madre y esa voluntad de querer saber marcan su obra.
R. Mi madre es una mujer reprimida por la propia vida, queda sin sustento y amor muy pronto y vuelca su soledad en su hijo. Era asm¨¢tica, vinimos de Oviedo a Le¨®n para arreglar eso y lo arregl¨®. La pobre cos¨ªa con una m¨¢quina que compr¨® con una indemnizaci¨®n al morir mi padre.
P. Existe una complicidad entre ella y usted: f¨ªsica, an¨ªmica, trascendental.
R. Cierto, no hab¨ªa dado con la palabra complicidad para definirla. Te lo agradezco. Era as¨ª. La palabra es creadora de pensamiento. Yo escond¨ª a un amigo en casa por razones pol¨ªticas. Ella hac¨ªa el desayuno y jam¨¢s pregunt¨®.
P. ?Cu¨¢ndo adquiere usted conciencia de ser poeta?
R. M¨¢s que conciencia, fue convicci¨®n. Mi padre resulta que era poeta y yo aprend¨ª a leer en un libro que ¨¦l hab¨ªa escrito y publicado en 1919. Su ¨²nico libro. Muri¨® con 42 a?os. Abandon¨® antes la bohemia y entr¨® en el periodismo.
P. Cuanto nos ha sucedido no es m¨¢s que destrucci¨®n, cuenta usted en Descripci¨®n de la mentira. ?C¨®mo se justifica de nuevo esa atracci¨®n presente hacia el abismo?
R. Toda mi obra tiene un componente dram¨¢tico. Ha estado alimentada por el peso de una tragedia. Mi madre me ense?aba la muerte en las manos todos los d¨ªas, la de mi padre, despu¨¦s vi a los presos pasar por delante de mi balc¨®n. No regresaban nunca. Los amigos que te comentaba antes se suicidaron y eso cristaliz¨® en mi vida y en mi poes¨ªa. En alg¨²n momento de mi obra, hablo de ese magnetismo hacia el abismo, aunque la poes¨ªa proporcione, al tiempo, placer.
P. En el Libro del fr¨ªo dice usted: ¡°Este placer sin esperanza, ?qu¨¦ significa finalmente para m¨ª?¡±.
R. Pues eso es lo que trato de desentra?ar.
P. Como la agon¨ªa y la serenidad al tiempo, ?conseguir¨¢ conciliarlos?
R. Es posible que toda nuestra vida trate de acercarnos hacia esa conciliaci¨®n. En m¨ª es un deseo. Pero llegar¨¦ a la meta sin saberlo.
P. ?Por qu¨¦ tiene usted esa obsesi¨®n por fundirse en la m¨²sica?
R. Porque la poes¨ªa lo es. Principalmente, ritmo.
P. Esa fascinaci¨®n y al tiempo desenga?o por el rito y lo ceremonial, ?le viene por vivir al lado de la catedral de Le¨®n?
R. Por est¨¦tica podr¨ªa estar de acuerdo con lo ceremonial, pero eso est¨¢ construido artificialmente, la ceremonia es una falsedad armada para crear respeto.
P. ?En pos de la dominaci¨®n?
R. Es una coraza del poder para prosperar. Si hab¨ªa que degollar a 50.000 se organizaba un Te deum y punto.
P. ?Y la muerte? ¡°Entre tu mirada y mi voz, los muertos vibran¡±.
R. Yo ten¨ªa 17 a?os cuando escrib¨ª eso. Ese leguaje est¨¢ creado para dibujar la imposibilidad.
P. ?Lo invisible?
R. Tambi¨¦n, lo que nos resulta imposible de ver. Los muertos vibran porque ah¨ª, con la palabra, regresan a la vida.
P. No cree usted en las invocaciones, pero las invocaciones, dice, creen en usted. ?C¨®mo lo sabe?
R. Por lo que te acabo de decir. Por el lenguaje, que es independiente a lo que yo crea. Esa invocaci¨®n, la palabra en s¨ª, crea una realidad propia a la que yo puedo o no pertenecer.
P. En este mundo lleno de ruido puede servir otro deseo suyo: ¡°No pude resistir la perfecci¨®n del silencio¡±. ?Una m¨ªstica?
R. Yo a veces percibo el baj¨ªsimo temblor de este ¨¢rbol que vemos aqu¨ª, en mi patio y est¨¢ conmigo. Si pongo mi aud¨ªfono alto, lo percibo. Tambi¨¦n, cuando no quiero escuchar bobadas, lo bajo y santas pascuas. Esa ventaja tiene. ?Hasta d¨®nde puede llegar uno en la perfecci¨®n del silencio y la resistencia a la soledad? Me lo pregunto¡ Por ah¨ª andan las cosas¡
P. Y esa amistad dentro de s¨ª mismo, ?le consuela?
R. S¨ª, porque sirve para reconciliarse con el propio fracaso. Una amistad, as¨ª la he llamado, se parece a eso.
P. ?Qu¨¦ es la retracci¨®n?
R. Volver a la madre. Al abismo, a mis amigos suicidas. ?Para qu¨¦? Para seguir siendo yo mismo.
P. ?Y esa obsesi¨®n con la traici¨®n?
R. Aqu¨ª tengo que ir despacio. Mis dos amigos suicidas, cuando toman esa decisi¨®n, me abandonan y yo lo vi como un acto de traici¨®n.
P. ?As¨ª lo ve?
R. Sin encono, sin rencor. Apuntas mucho, eh¡
P. Perd¨®neme, es lo que me produce su poes¨ªa. ?Entiende hoy que se suicidaran?
R. S¨ª, pero ?qu¨¦ m¨¢s da? ?Elimina eso que se produjera la traici¨®n?
P. ?Es todav¨ªa su memoria maldita y amarilla?
R. Todo lo que hemos hablado conduce a eso. Ya que mi memoria es lo ¨²nico que tengo. No existe la poes¨ªa sin la memoria.
P. ?Sigue siendo este pa¨ªs aquel al que un d¨ªa no quer¨ªa llegar?
R. S¨ª, porque lo adivino tambi¨¦n vac¨ªo. Junto al amarillo, utilizo tambi¨¦n mucho el blanco, que para m¨ª representa la extracci¨®n, el vac¨ªo.
P: Pero a ese pa¨ªs, ?le debemos llamar Espa?a o lo podemos llamar tambi¨¦n mundo?
R. Espa?a anda dentro de esa naturaleza del mundo vac¨ªo.
P. ?Somos veloces sin destino en este presente acelerado?
R. Nos dirigimos veloces sin destino a lugares que no existen, arrim¨¦moslo a un porvenir de la democracia. Est¨¢ vac¨ªo, pero debemos dirigirnos all¨ª.
P. Otro verso suyo: ¡°Cu¨¢ndo me pongo los pantalones, me quito la libertad¡±.
R. ?L¨¦elo otra vez y date por contestado! ?Te pones los pantalones para salir ah¨ª afuera!
Babelia
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