Muere a los 94 a?os el compositor Agust¨ªn Gonz¨¢lez Acilu
El m¨²sico navarro jam¨¢s mercade¨® con su libertad creativa y su ideario coincid¨ªa con el de las vanguardias. En su adolescencia fue obrero metal¨²rgico, en la veintena miembro de la banda del Ej¨¦rcito del Aire para poder estudiar M¨²sica en Madrid y, m¨¢s tarde, clarinetista en los cabarets madrile?os
Hay d¨ªas cargados de paradojas, en la madrugada del 15 de agosto, cuando llega la Virgen de la Paloma y deber¨ªa celebrarse en Madrid lo que deber¨ªa ser la Patrona de la zarzuela, nos dice adi¨®s uno de los compositores navarros m¨¢s destacados del siglo XX, Agust¨ªn Gonz¨¢lez Acilu. Y en Navarra, sin gobierno todav¨ªa.
Nacido en Alsasua el 18 de febrero de 1929, Acilu, como le conoc¨ªamos todos, se hab¨ªa convertido en el ¨²ltimo resistente de una generaci¨®n y una ¨¦poca hoy incomprensibles. Que un compositor erudito, riguroso y multipremiado fuera en su adolescencia obrero metal¨²rgico, en la veintena miembro de la banda del Ej¨¦rcito del Aire para poder estudiar M¨²sica en Madrid y, m¨¢s tarde, clarinetista en los cabarets madrile?os de la Gran V¨ªa parece una historia improbable. Trenzado con todo esto, estudios musicales en un contexto pedag¨®gico que rechazaba cualquier modernidad, ¨¦l, que la buscaba con aut¨¦ntica pasi¨®n. Y, gradualmente, posibilidades de viajar por Europa, Par¨ªs, Roma, Venecia, Darmstadt.
Esta historia no se aleja mucho de la de sus colegas contempor¨¢neos (De Pablo, Halffter, Bernaola¡), pero el componente navarro aportaba colores y aromas que hac¨ªan de Acilu una figura entra?able a la vez que dura y consistente, como los metales de su adolescencia.
El Acilu de madurez no mercadeaba su libertad creativa, su ideario coincid¨ªa con el de las vanguardias, pero su empe?o le guiaba hacia posiciones innegociables. Recuerdo conversaciones con el maestro en las que insist¨ªa: ¡°en cada obra hay que volver a aprender a componer¡±. Y lo hac¨ªa con la tozudez y la ternura con la que me aseguraba que yo ¡°no sab¨ªa comer cuajadas¡± en los varios men¨²s de sidrer¨ªa que tanto le gustaban.
Conoc¨ª personalmente a Acilu en una curiosa sesi¨®n. Los c¨¦lebres Encuentros de Pamplona de 1972 se hab¨ªan acabado y algunas de sus manifestaciones se repet¨ªan en diferentes lugares. En el Peque?o Teatro de la calle Magallanes de Madrid, del que yo formaba parte, el director de cine Javier Aguirre present¨® varias cosas, que los que no hab¨ªamos podido asistir a los Encuentros disfrut¨¢bamos. Una de ellas era una obra de Acilu, Himno a las Lesbianas, o Hymne an Lesbierinnen. Era lo que a m¨ª me pareci¨® un ejercicio de poes¨ªa fon¨¦tica, oficiaba la fonetista Lily Greenham. Como ¨¦ramos pocos, me atrev¨ª a preguntar el porqu¨¦ del t¨ªtulo y su relaci¨®n con el contenido abstracto. Respuesta: la pieza est¨¢ basada en fonemas fricativos. Ese era Acilu, culto y curioso, aunque algo chocarr¨®n. Y la explicaci¨®n nunca la he olvidado.
Acilu se interes¨® por la ling¨¹¨ªstica en general y, en concreto, por la lengua vasca que adoraba, aunque seguro que m¨¢s por sus implicaciones formales y por la dureza de sus materiales que por otra cosa. Son numerosas sus obras para voz, coro, solistas e incluso se interes¨® por una obra para coro de sordos, la Cantata Semiof¨®nica. Pero no menor es su ampl¨ªsimo cat¨¢logo instrumental y se acerc¨® con prudencia a la escena.
Altern¨® su trabajo personal con la docencia y la vida musical espa?ola, y la pamplonica en particular, tiene buen n¨²mero de antiguos alumnos, hoy hu¨¦rfanos. Cuando alcanz¨® la jubilaci¨®n se neg¨® a recibir encargos (yo fui v¨ªctima de su intransigencia como responsable del festival de Alicante): ¡°Pero, Agust¨ªn, que somos amigos¡±. ¡°Nada, no admito encargos¡±. Como venganza, sigo comiendo mal la cuajada.
V¨ªctima del habitual olvido espa?ol
Era de los poqu¨ªsimos compositores de su generaci¨®n que asist¨ªan a todos los conciertos de m¨²sica contempor¨¢nea que organiz¨¢bamos en el Reina Sof¨ªa, y su atenci¨®n generosa era ampliamente agradecida por sus amigos, tanto en la sala como, luego, con unas cervezas. Tambi¨¦n se agradec¨ªa su presencia en la revista Doce notas, que dirig¨ªa mi esposa Gloria Collado, cuando se presentaba con una bandejita de pastas; viv¨ªa cerca de la redacci¨®n y le gustaba aprovechar el paseo.
La valoraci¨®n de su obra y la memoria de su vida se difuminan en los ejercicios de olvido recurrentes que asolan nuestro pa¨ªs. La vanguardia de los sesenta parece un sue?o borroso que, para los curiosos que se le acercan, se deshace al tocarlo. ?Qu¨¦ le dicen a los p¨²blicos de hoy t¨ªtulos como Sucesiones superpuestas, Dilataci¨®n fon¨¦tica, Oratorio pan-ling¨¹¨ªstico, Interfonismos, Seriegrafon¨ªa, Piano Auto-formas, Partita ¨®ntica¡?
Acilu, no obstante, sab¨ªa que estas cosas hay que dejarlas hechas, que el mundo no se acaba con un par de generaciones perezosas. Su adorado Bach tuvo que esperar medio siglo para ser reconocido. Sin embargo, si sus obras aguardan, la figura de este metal¨²rgico bachiano s¨ª ha tenido, al menos, el reconocimiento de los suyos; dos veces Premio Nacional de M¨²sica (1971-1998), Premio Pr¨ªncipe de Viana de Cultura del Gobierno de Navarra (2009) y Doctor Honoris Causa por la Universidad P¨²blica de Navarra (2011). El resto es vanidad, ?verdad, Agust¨ªn?
Babelia
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