Marraquech, la ciudad herida por el terremoto, tiene un patrimonio de edificios, pero tambi¨¦n de historias y palabras
Los cuentacuentos de tradici¨®n oral que llevaron a la Unesco a declarar patrimonio de la humanidad la plaza de Yemaa el-Fna, que ahora acoge a refugiados, envejecen sin apenas relevo y arrinconados por el turismo
Marraquech, cuyo centro hist¨®rico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ha sufrido en sus viejas callejuelas las consecuencias del mayor terremoto registrado en Marruecos. Decenas de edificios de la medina se han venido abajo e incluso un minarete de la emblem¨¢tica plaza de Yemaa el-Fna ha colapsado. Los da?os han sido particularmente intensos en la Mellah, el antiguo barrio jud¨ªo de la medina, que se encontraba cubierto de escombros y cascotes en la medianoche del viernes, poco despu¨¦s de la sacudida s¨ªsmica. Pero la Unesco no solo recogi¨® en su declaraci¨®n de patrimonio...
Marraquech, cuyo centro hist¨®rico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ha sufrido en sus viejas callejuelas las consecuencias del mayor terremoto registrado en Marruecos. Decenas de edificios de la medina se han venido abajo e incluso un minarete de la emblem¨¢tica plaza de Yemaa el-Fna ha colapsado. Los da?os han sido particularmente intensos en la Mellah, el antiguo barrio jud¨ªo de la medina, que se encontraba cubierto de escombros y cascotes en la medianoche del viernes, poco despu¨¦s de la sacudida s¨ªsmica. Pero la Unesco no solo recogi¨® en su declaraci¨®n de patrimonio de la humanidad los edificios y las calles de la ciudad marroqu¨ª, ahora sacudidas por el terremoto, sino algo inmaterial, una costumbre que recoge siglos de palabras y de historia: la tradici¨®n oral de los cuentacuentos, que tambi¨¦n se encuentra en peligro, desbordada por el turismo.
¡°Dos chicas crecieron en el mismo barrio y ambas se casaron el mismo d¨ªa. Al poco tiempo, tuvieron descendencia el mismo d¨ªa¡±. Ataviado con la capa de los cuentacuentos tradicionales, el septuagenario Mohamed Sghir (peque?o) Erguibi iniciaba recientemente, poco antes del terremoto, su relato al atardecer en la terraza de la azotea del Gran Caf¨¦ Glacier, que se abre sobre la plaza de Yemaa el-Fna de Marraquech. Los halka, los corros que se formaban en la legendaria explanada en torno a m¨²sicos gnawa, grupos de saltimbanquis y adivinos o de alg¨²n encantador de serpientes apenas acog¨ªan ya narradores de tradici¨®n oral. Su voz parec¨ªa haber sido acallada por el estruendo de la plaza y su p¨²blico se hab¨ªa quedado sin espacio ante la expansi¨®n de los puestos de comida. Este fin de semana, adem¨¢s, el lugar se ha convertido en dormitorio comunal donde han pernoctado al raso centenares de familias que se han quedado sin casa tras el se¨ªsmo. En Marraquech se han registrado solo 15 muertos entre los m¨¢s de 2.000 provocados por el se¨ªsmo.
Marraquech se hab¨ªa convertido en uno de los destinos tur¨ªsticos de moda. Las visitas de espa?oles a Marruecos, por ejemplo, se hab¨ªan incrementado en un 80% durante los seis primeros meses de 2023 respecto al mismo periodo de 2019, de acuerdo con los ¨²ltimos datos oficiales disponibles. Pero Erguibi ya no tiene quien escuche su cuento en Yemaa el-Fna. Llegaba con una carpeta con recortes de prensa y certificados que le acreditaban como cuentacuentos autorizado. Tambi¨¦n con los recuerdos del escritor espa?ol afincado en Marraquech Juan Goytisolo, quien a partir de 1997 impuls¨® la declaraci¨®n de la plaza como patrimonio inmaterial de la humanidad, reconocida por la Unesco en 2008 por la Unesco.
¡°Una de las madres se qued¨® en el barrio y su hijo se convirti¨® en im¨¢n de la mezquita. La otra se march¨® a un lugar lejano, tras ser abandonada por su marido. Su hijo trabaj¨® como vendedor ambulante en un mercado, hasta que un d¨ªa se encontr¨® una bolsa con 10.000 dirhams (unos mil euros, una fortuna para la ¨¦poca)¡±, prosegu¨ªa su relato el veterano cuentacuentos. ¡°La gente que viene ahora a la plaza ya no tiene inter¨¦s en las historias antiguas¡±, lamenta, ¡°y ahora nos ganamos la vida como podemos en hoteles y festivales con historias c¨®micas cortas¡±.
¡°Solo quedan siete contadores de cuentos que sigan siendo capaces de ofrecer una narraci¨®n tradicional en p¨²blico, y todos se est¨¢n acercando a los ochenta a?os¡±, advert¨ªa Hanae Jerjou, conservadora en el Museo del Patrimonio Cultural Inmaterial de Marraquech, inaugurado este mismo a?o en la antigua sede del Banco Al Magreb, el banco central de Marruecos. En este edificio singular rehabilitado en Yemaa el-Fna ofrece un recorrido por la plaza a trav¨¦s del tiempo y de las artes, como los cuadros del pintor orientalista franc¨¦s Jacques Majorelle o carteles de pel¨ªculas que hicieron c¨¦lebre a la Ciudad Ocre, como El Hombre que sab¨ªa demasiado, de Alfred Hitchcock.
¡°El riesgo de desaparici¨®n de este patrimonio inmaterial es real. Sobre todo porque ha sido transmitido de padres a hijos, que desde peque?os escuchaban los relatos en la plaza¡±, abundaba Jerjou. En los ¨²ltimos a?os han surgido escuelas de aprendizaje, en asociaciones y caf¨¦s de la Medina, para una nueva generaci¨®n que intenta recuperar el legado de los cuentacuentos tradicionales. Hay eventos como el Festival Internacional de Cuentos de Marraquech que est¨¢n contribuyendo a recuperar el inter¨¦s por la narraci¨®n oral tradicional.
¡°Con el mill¨®n de c¨¦ntimos (los 10.000 dirhams) que se encontr¨®, el joven compr¨® lujosos regalos para su madre y hasta para el padre que les hab¨ªa abandonado¡±, recuperaba Erguibi el hilo del cuento. ¡°Su antigua amiga fue a visitarlos con su hijo, el im¨¢n. Ambos se sorprendieron al observar sus riquezas¡±. Tras la pandemia, que vaci¨® el coraz¨®n de Marraquech, los viejos cuentacuentos no han vuelto a la emblem¨¢tica plaza, herida hoy por el peor terremoto que haya sufrido marruecos. El p¨²blico marroqu¨ª, mientras tanto, parece haber olvidado el perdido por la tradici¨®n de los halka. Una de las se?as de identidad de Yemaa el-Fna se estaban perdiendo.
Zouhair Jaznaui, m¨¢s conocido por su alias en Instagram de Zouhair the Storyteller, se expresaba en fluido ingl¨¦s. A los 25 a?os dirige en Marraquech la compa?¨ªa art¨ªstica de cuentacuentos Fanus (candil). ¡°Mantengo una estrecha relaci¨®n con los viejos contadores de historias¡±, explica en la parte nueva de la ciudad, lejos de una plaza de Yemaa el Fna que ve m¨¢s como un centro de negocios que un lugar para artistas, de donde procede su nombre original. Estudi¨® con Haj Ahmed Ezargani, hoy nonagenario, y otros narradores tradicionales.
¡°Ya no quedan cuentacuentos. Antes de la pandemia, la plaza ten¨ªa su propio ecosistema en el que se desenvolv¨ªan m¨¢s de 30 narradores especializados con sus zonas asignadas¡±, sosten¨ªa Jaznaui, quien aspiraba a renovar la narraci¨®n oral en Marraquech. ¡°La institucionalizaci¨®n marc¨® el declive de los halka. Yo aprend¨ª la narraci¨®n tradicional, pero ahora trato de innovar la forma de contar, hacer una reinterpretaci¨®n, incluso con las nuevas tecnolog¨ªas¡±, aseguraba Jaznaui, ¡°con la idea de contar de un modo m¨¢s estructurado, pero respetando la esencia de las fuentes originales, no la teor¨ªa acad¨¦mica¡±. Una misma historia puede encandilar o adormecer, en funci¨®n del contador de cuentos que le da vida con su voz.
Zouhair the Storyteller no cree que los cuentacuentos se est¨¦n extinguiendo. ¡°Se est¨¢n transformando. Ahora no hay lugar ni p¨²blico en la plaza para la antigua f¨®rmula¡±. Piensa que los turistas, como los viajeros de las antiguas caravanas, siempre seguir¨¢n acudiendo a Marraquech. ¡°Vienen por Yemaa el-Fna. Pero si acabamos con el esp¨ªritu de la plaza, ?qui¨¦n vendr¨¢?¡±.
¡®Las mil y una noches¡¯
Hace ahora un lustro, la cantante Madonna escribi¨® su propio cuento de Las mil y una noches para celebrar su 60? cumplea?os por todo lo alto en Yemaa el-Fna junto con decenas de amigos. Juan Goytisolo pas¨® m¨¢s de dos d¨¦cadas en la misma casa de la medina en la que muri¨® en 2017. Forma parte la historia que vivi¨® al proclamarse con orgullo ¡°hijo de la plaza¡±.
Mohamed Sghir Erguibi, que guarda una memoria viva del escritor espa?ol, cuenta todo tipo de cuentos. ¡°Son historias m¨ªas, como las dos amigas que se casaron el mismo d¨ªa¡±, explica tras interrumpir su relato mientras Yemaa el-Fna guarda silencio durante la oraci¨®n del atardecer y el sol se pone tras el alminar de la Kutub¨ªa, modelo de la Giralda. Ese emblema de la ciudad oscil¨® durante el terremoto y de ella se desprendieron algunos cascotes, pero aparentemente no ha sufrido da?os estructurales.
La madre del vendedor ambulante le dio mucho dinero a la amiga que hab¨ªa venido a visitarle. Esta se lo cont¨® todo a su hijo, el cl¨¦rigo isl¨¢mico.
¨C Deja la mezquita y vete al mercado. All¨ª la gente encuentra bolsas con dinero y se hace rica¨C, le anim¨® a cambiar de vida.
¨C ?Nadie piensa en la persona que perdi¨® la bolsa y que ahora puede estar sufriendo la pobreza? En realidad, es como si todos le hubi¨¦ramos robado¨C zanj¨® el joven im¨¢n.
Erguibi enciende un cigarrillo al finalizar el cuento mientras saborea un estudiado silencio para que la audiencia sopese la moraleja del dinero f¨¢cil. El curtido cuentacuentos se?ala con el dedo su lugar ancestral en Yemaa el-Fna. ¡°Nuestro tiempo se ha acabado¡±, reconoce. ¡°Nos han prometido que el a?o que viene van a colocar un peque?o escenario en un lugar alejado del ruido. Pero los j¨®venes ya no cuentan cuentos en la plaza. Van a los caf¨¦s y los hoteles¡±, lamenta. ¡°Y es una pena, porque esta plaza es en s¨ª misma un cuento incomparable¡±.