El oro de Am¨¦rica
La cultura de este pa¨ªs est¨¢ dominada por la ¡°izquierda¡± y eso quiere decir que los cronistas de Indias no merecen la menor atenci¨®n sino la hoguera
?Qu¨¦ admirable colecci¨®n de cronistas est¨¢ editando la Biblioteca Castro! Como es bien sabido, la cultura de este pa¨ªs, necesitada de subvenci¨®n, est¨¢ dominada por la as¨ª llamada ¡°izquierda¡± y eso quiere decir que el inmenso tesoro de los cronistas de Indias no merece la menor atenci¨®n sino, quiz¨¢s, la hoguera. De modo que la empresa de darlos a conocer o reeditarlos s¨®lo la puede llevar a cabo una entidad privada con verdadero esp¨ªritu cultural. Ahora, por ejemplo, la Biblioteca Castro ha editado la Historia general de las Indias de Gonzalo Fern¨¢ndez de Oviedo, una de las obras m¨¢s importantes del renacimiento espa?ol.
El volumen, con m¨¢s de setecientas p¨¢ginas, recoge la primera parte de una obra gigantesca que Oviedo no vio impresa. Esta primera parte, editada en Sevilla en 1535, es de una riqueza inaudita. Oviedo, erasmista culto y le¨ªdo hasta el punto de que fue acusado de converso s¨®lo por eso, vivi¨® largo tiempo en La Espa?ola, isla que hoy abraza a la Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª. Su primera virtud, al menos para m¨ª, es la prosa. Oviedo se esforz¨® por escribir de modo que todo el mundo lo comprendiera porque su m¨¢ximo inter¨¦s se acercaba a lo que nosotros llamamos ¡°ciencia¡±. Por esta raz¨®n el orden de la primera parte va recogiendo sistem¨¢ticamente todo lo que deb¨ªan aprender los espa?oles sobre aquel mundo nuevo y desconocido. Les proporciono un resumen.
Comienza explicando el descubrimiento de Col¨®n y sucesores. Viene luego la descripci¨®n de los ind¨ªgenas, sus costumbres y herramientas, sus viviendas, los bailes y cantos como medios para conservar la memoria oral. Pasa luego a los ¨¢rboles, las yerbas (sobre todo las medicinales), los animales terrestres, los peces, las aves y los insectos (mi cap¨ªtulo favorito). Procede entonces a contar la colonizaci¨®n y termina esta primera parte con un notable cap¨ªtulo sobre naufragios. Como no hab¨ªa modo de dar idea escrita de algunos animales o plantas, incluy¨® unas xilograf¨ªas que los editores han tenido el acierto de respetar. ?C¨®mo, si no, iba a dar idea de, por ejemplo, la iguana (¡°ivana serpiente¡±) que camina tan deprisa sobre las aguas que no le da tiempo de hundirse? (p.409).
Es muy admirable que este hombre diera tanta importancia a la naturaleza y sus fen¨®menos cuando a¨²n faltaban dos siglos para que comenzara en serio el trabajo de los naturalistas. Adem¨¢s, se empe?a en que todo lo que cuenta sea por experiencia personal, lo que a?ade a¨²n mayor atractivo a sus descripciones. No me resisto a incluir la del pez volador, bien resaltada por las editoras Belinda Palacios y Natacha Crocoll: ¡°La color del lomo es como azul, de la color que est¨¢ el agua cuando el cielo est¨¢ muy claro y desocupado de nubes y sereno¡± (p.411)
Uno se mortifica imaginando lo que los ingleses o los franceses hubieran hecho con semejante personaje¡±.
T¨ªpico del erasmista era, tambi¨¦n, su pasi¨®n por las lenguas y palabras de los nativos, su empe?o en denunciar las barbaridades de Pedrarias D¨¢vila, gobernador de Dari¨¦n y uno de los m¨¢s repugnantes carniceros de la colonizaci¨®n, sus disputas con Bartolom¨¦ de Las Casas su competidor y el mayor calumniador que hubiera conocido en vida. En fin, una existencia espl¨¦ndida, una obra admirable y un talento casi ignorado por los espa?oles. Uno se mortifica imaginando lo que los ingleses o los franceses hubieran hecho con semejante personaje.
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