La importancia de llamarse Rep¨²blica Dominicana
El territorio bautizado por Col¨®n como La Espa?ola fue relegado al de Santo Domingo por el florecimiento econ¨®mico franc¨¦s
En las discursivas nacionales, nombrarse contribuye a establecer los contornos f¨ªsicos, culturales y ¨¦tnicos de la naci¨®n. La Rep¨²blica Dominicana ejemplifica c¨®mo la b¨²squeda de un nombre forma parte de los intentos por contener a aquellos agentes que, supuestamente, la amenazan. Dichas tribulaciones se remontan a la ¨¦poca colonial, cuando en la Isla Espa?ola existieron una colonia hisp¨¢nica y otra francesa. Bautizada as¨ª por Col¨®n, la Isla fue conocida en Europa como Hispaniola debido a la influencia de las D¨¦cadas del Nuevo Mundo de Pedro M¨¢rtir de Angler¨ªa, donde su nombre aparece latinizado. Pero ese apelativo fue menos com¨²n que Santo Domingo, nombre de su capital. Con el florecimiento econ¨®mico de la posesi¨®n francesa, se releg¨® el nombre que le confiri¨® Col¨®n a la Isla y se le llam¨® Saint Domingue / Santo Domingo, si bien Isla Espa?ola o Hispaniola no desaparecieron.
Hubo dominicanos que apoyaban la separaci¨®n de Espa?a y la unificaci¨®n con Hait¨ª; otros prefer¨ªan unirse a la Gran Colombia
Tal situaci¨®n predomin¨® hasta la revoluci¨®n de esclavos en Saint Domingue (1791) y la fundaci¨®n de la Rep¨²blica de Hait¨ª (1804). Hasta ese momento, Saint Domingue fue una colonia arquet¨ªpica debido a su econom¨ªa de plantaci¨®n. Pero Hait¨ª encarn¨® la "guerra de razas" y la derrota del colonialismo blanco por los negros. Entonces, Espa?a cedi¨® a Francia su parte de la Isla. Posteriormente, Santo Domingo regres¨® a la soberan¨ªa espa?ola gracias a un movimiento criollo que inici¨® el periodo de la "Espa?a boba" (1809-1821). En esos a?os surgieron los primeros ensayos independentistas. Hubo dominicanos que apoyaban la separaci¨®n de Espa?a y la unificaci¨®n con Hait¨ª; otros prefer¨ªan unirse a la Gran Colombia. Finalmente, en diciembre de 1821 se proclam¨® el Estado Independiente de Hait¨ª Espa?ol, que ser¨ªa parte de la Gran Colombia. Pero a principios de 1822 se inici¨® la Dominaci¨®n Haitiana (1822-1844). Entonces se acentuaron las discrepancias que sustentar¨ªan los imaginarios nacionales en la futura Rep¨²blica Dominicana.
Previo a la Revoluci¨®n, no fue un problema acuciante c¨®mo denominar a esa parte de la Isla que, desde la perspectiva dominicana, no era Hait¨ª. Hait¨ª es un vocablo ta¨ªno, usado por los ind¨ªgenas para denominar a la Isla; hacia 1598 todav¨ªa se usaba para referirse a ella. Luego de la creaci¨®n de la Rep¨²blica Dominicana y de que se exacerbaran las relaciones con Hait¨ª, ese nombre fue disputado; incluso se neg¨® que los ind¨ªgenas la llamaran as¨ª. Pero en el siglo XVIII los dominicanos tambi¨¦n llamaban Hait¨ª a la Isla y usaban "Criollos de Hayti" como patron¨ªmico. Es decir, entonces Hait¨ª no denotaba un veredicto moral. A principios del siglo XIX era com¨²n que la Isla fuera llamada Hait¨ª, incluso luego de la fundaci¨®n de la Rep¨²blica de ese nombre.
Una comunidad pol¨ªtica aut¨®noma
En el primer cuarto del siglo XIX, varias tendencias abogaron por una comunidad pol¨ªtica aut¨®noma; cada una propuso un nombre para la entidad que quer¨ªa fundar. Unos favorec¨ªan la integraci¨®n con la Rep¨²blica de Hait¨ª; otros se opon¨ªan a ella. Tal fue el caso de quienes proclamaron el Estado Independiente de Hait¨ª Espa?ol, unida a la Gran Colombia. Pero ese flamante Estado dur¨® un soplo: poco despu¨¦s se inici¨® la Dominaci¨®n Haitiana. Al proclamarse la independencia en contra de Hait¨ª, el 27 de febrero de 1844, adquiri¨® vigencia el t¨¦rmino Rep¨²blica Dominicana. El mismo ha prevalecido desde entonces; solo entre 1861-1865, cuando el pa¨ªs fue anexado a Espa?a, se le volvi¨® a llamar Santo Domingo. En 1865, se restableci¨® la soberan¨ªa nacional y el nombre de Rep¨²blica Dominicana.
Pero ah¨ª no terminaron las tribulaciones por el nombre. De hecho, se reforz¨® una discursiva que conceb¨ªa a Hait¨ª y a la Rep¨²blica Dominicana como entidades culturales diametralmente opuestas. Alejarse simb¨®licamente de Hait¨ª conllev¨® una reconstrucci¨®n del pasado, de manera que se desvanecieran aquellos aspectos de la historia que pod¨ªan implicar alguna cercan¨ªa con ese pa¨ªs. Por eso se debati¨® el nombre de la Isla antes la Conquista. Seg¨²n la opini¨®n m¨¢s aceptada hasta el siglo XIX, los ta¨ªnos llamaban Hait¨ª a la Isla. As¨ª era aceptaba por los dominicanos hasta inicios de esa centuria. Pero esto cambi¨® entre 1821 y 1844.
Objetivo: alejarse de Hait¨ª
A partir de ese momento, alejarse de Hait¨ª -al menos simb¨®licamente- se convirti¨® en un objetivo central. Se neg¨®, pues, que los antiguos habitantes de la Isla la llamasen Hait¨ª. Surgieron dos propuestas alternativas: que la llamasen Boh¨ªo (que significar¨ªa "tierra muy poblada"), o Quisqueya (alegadamente, "madre de todas las tierras"). Entre estos apelativos, el segundo termin¨® ganando el favor de los dominicanos. Pese a ello, el t¨¦rmino Quisqueya carece de un s¨®lido sustento hist¨®rico que permita aceptarlo como el nombre que le daban sus habitantes originales a la Isla Espa?ola. Seg¨²n el intelectual dominicano C¨¦sar Nicol¨¢s Penson (1855-1901), este fue un nombre espurio que se origin¨® en la deformaci¨®n de Guisay, Quinsay o Quisay, fabulosas ciudades del Oriente que buscaba Col¨®n en sus viajes. Dice Penson: "[...] de donde corrompiendo el vocablo, alguien dijo 'Quisquela', seg¨²n la prosodia antigua [...] De ah¨ª tomaron el nombre los historiadores de Indias, que han repetido los dem¨¢s sin la debida cr¨ªtica". Penson concluye, penosa, mas rigurosamente: "Aunque nos duela [a los dominicanos], la isla no se llam¨® siempre m¨¢s que Hait¨ª; pues Quisqueya jam¨¢s existi¨®".
Todo esto ilustra la obsesi¨®n por buscar un nombre que, hasta en los m¨¢s remotos tiempos, separen a la Rep¨²blica Dominicana y a Hait¨ª. Se trata de una disputa por el origen que implica asignarle significados particulares a la geograf¨ªa de la Isla, convertida en el locus de un enfrentamiento de proporciones ¨¦picas y tr¨¢gicas, y, por ende, en un espacio m¨ªtico. A esta querella por el espacio se adjunta una reyerta por el pasado, concebido como los tiempos del origen. Es ¨¦sta una de las formas en que, por negaci¨®n, se ha construido una identidad nacional en oposici¨®n a Hait¨ª, a un "Otro" m¨¢s que cercano literalmente adyacente, pero ante el cual se han intentado trazar f¨¦rreas barreras simb¨®licas que lo proyectan como un ente remoto y lejano.
Pedro L. San Miguel pertenece a la Universidad de Puerto Rico
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