Valladolid regala su ¨²ltimo silencio a Concha Velasco
La artista descansar¨¢ eternamente en el pante¨®n de los Ilustres, junto a Miguel Delibes y Jos¨¦ Zorrilla
Los respetos de Valladolid se miden por sus silencios. Miles de personas han acudido este domingo a la catedral y al teatro Calder¨®n para despedirse de Concha Velasco, su Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid fallecida el s¨¢bado a los 84 a?os. La artista se crio entre las calles donde ha imperado la quietud durante el recorrido del coche f¨²nebre entre ambos templos, el dramat¨²rgico y el religioso.
No hac¨ªan falta grandes evidencias de dolor en una ciudad donde con callar ya est¨¢ todo escrito. Las l¨¢grimas surcaban, t¨ªmidas, algunas mejillas. De ella ya estaba todo dicho. Los aplausos, que parec¨ªan coordinados, alg¨²n ¡°?Viva Concha Velasco!¡± y canturreos frugales de ¡°Ye-ye-ye-ye¡± han puesto voz al ¨²ltimo adi¨®s de Valladolid hacia una pucelana siempre orgullosa de sus or¨ªgenes. El entierro, en la intimidad familiar tras dos d¨ªas de clamor social, la har¨¢ reposar en el pante¨®n de los Ilustres junto a s¨ªmbolos de las Artes como Miguel Delibes, Jos¨¦ Zorrilla y Rosa Chacel.
El sol acariciaba el f¨¦retro ante la mirada emocionada de sus vecinos, algunos con flores y otros con la barra de pan reci¨¦n comprada. Unas pantallas gigantes compensaban a los asistentes ante la imposibilidad de entrar en la catedral, copada de autoridades y familiares para iniciar la dif¨ªcil tarea de despedirse de Concha Velasco. Los rostros serios, de cari?o y pena del p¨²blico fiel a sus obras y canciones, arrojaban la mezcla intergeneracional de quienes han o¨ªdo hablar de la famos¨ªsima ¡°Chica Ye-ye¡±.
La actriz recibi¨® en 2018 la Medalla de Oro de Valladolid y entonces defini¨® el distintivo como el m¨¢s importante de su laureada carrera, trufada con un Goya de Honor, Medalla al M¨¦rito de Bellas Artes, el Premio Nacional de Teatro o la vallisoletana Espiga de Honor de la Seminci. Aquel 17 de marzo, enton¨® un simp¨¢tico ¡°No te quieres enterar, yeye, que soy de Valladolid, yeyeyeye¡±, una vallisoletan¨ªa agradecida por sus devotos en salas, escenarios o ante aquellas primitivas pantallas del televisor.
Velasco naci¨® en Valladolid, de padre zamorano, pero pronto los destinos familiares la desplazaron hasta instalarse en Madrid, si bien nunca olvid¨® sus ra¨ªces. Unas se?oras en primera fila ante la catedral ensalzan la pertenencia de la hoy homenajeada. ¡°Estoy muy orgullosa de que haya querido venir a Valladolid para quedarse para siempre¡±, ensalza Carmen Garc¨ªa, de 69 a?os, muy elegante y muy yey¨¦ mientras la homil¨ªa que reproducen los altavoces recuerdan a ¡°Concha Velasco, do?a Concha Velasco, Conchita Velasco¡±. Otra mujer presente en la abarrotada plaza de la Universidad, donde una estatua a Miguel de Cervantes evoca a otro vecino ilustre, considera un himno esa canci¨®n de las ¡°Chicas yeye¡± que ha trascendido a su sobrina, mucho m¨¢s joven, quien casi se disculpa al confesar que conoc¨ªa a la actriz por la reciente serie Las chicas del cable.
Los formatos y plataformas utilizados para seguir la carrera de la artista var¨ªan seg¨²n la edad de los c
onsultados. Algunos recuerdan sus actuaciones en el cercano Campo Grande; hay quien cita sus n¨²meros en el teatro Calder¨®n; otros la ovacionaron por meterse en la piel de Santa Teresa de Jes¨²s en televisi¨®n y muchos, casi todos, tienen en la retina sus bailes en blanco y negro malamente replicados en el sal¨®n de muchos hogares. Los bailoteos han protagonizado, explica Mar¨ªa Paz Aguilar, de 42 a?os, la comida de su empresa este s¨¢bado. All¨ª, entre copas y buen ambiente, se cant¨® esa canci¨®n de Concha Velasco que al jovencito Lucas Benito, de 14 a?os, le sonaba por haberlo escuchado en casa.
El significado de la figura se palpa al observar la actitud de los presentes junto a la catedral. Un matrimonio mayor, ¨¦l con canas entre la escasa cabellera resistente y ella con melena corta te?ida de violeta, se agarran del brazo en silencio mientras escuchan la misa. Mar¨ªa Luisa y Juan, de 77 y 80 a?os, recitan las obras que tantas veces aplaudieron: ¡°Nos encant¨® Filomena Marturano, la de Jos¨¦ Sazatornil [Cinco tenedores], vimos As de copas en el Calder¨®n, La verbena de la Paloma¡ y por supuesto la canci¨®n de la Cruz Roja y La chica ye-ye¡±. La muerte les ha pillado con esa a¨²n dolorosa sorpresa pese a haber seguido ¨²ltimamente los problemas de salud de la int¨¦rprete: ¡°Te lo esperas, pero nunca esperas que llegue¡±. Las miles de personas a su alrededor les demuestran la ¡°admiraci¨®n¡± de Valladolid hacia su querida vecina: ¡°La gente no est¨¢ aqu¨ª por gusto¡±.
El profundo silencio se ha agigantado cuando dentro de la catedral, y reflejado por las pantallas, se ha escuchado a su hijo Manuel Mart¨ªnez Velasco. ¡°La pena es que no pueda estar viendo esta devoci¨®n de cari?o¡±, ha expresado con emoci¨®n contenida, pues Velasco siempre ejemplificaba que el amor popular se comprueba seg¨²n la asistencia a las despedidas. ¡°?Vallisoletana!¡±, le gritaron, al colocar el ata¨²d en el coche. Solo la intimidad del entierro, en el pante¨®n de los Ilustres de Valladolid, interrumpe el desbordante y mudo homenaje de su ciudad a su actriz. Ya habr¨¢ tiempo para peregrinar al cementerio con un clavel, alguna l¨¢grima y recuerdos indelebles.
Babelia
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