Un buen regalo
El humor de Julio Camba es una muestra de inteligencia, de rigor cr¨ªtico y de prosa virtuosa. La Biblioteca Castro publica ¡®Libros de viaje¡¯
Para quienes creemos que la literatura es algo m¨¢s que un pasatiempo, una ayuda m¨¦dica, un ejemplo moralizante, un ornamento cultural, o cosas semejantes, la recuperaci¨®n de los grandes de nuestra historia literaria es motivo de gran satisfacci¨®n. Y no s¨®lo de los cl¨¢sicos antiguos, sino tambi¨¦n de los modernos.
Y tal es el caso del soberbio volumen que la benem¨¦rita Biblioteca Castro ha dedicado a Julio Camba con el t¨ªtulo Libros de viaje, un regalo. En estas m¨¢s de mil p¨¢ginas se re¨²ne lo mejor de aquel artista casi olvidado. Y es que Camba era un virtuoso del humor y a veces se puede tomar ese g¨¦nero como un excedente literario o algo indigno de la mayor valoraci¨®n. Es un error. El humor de Camba es una firme muestra de inteligencia, de rigor cr¨ªtico y de prosa virtuosa, limpia, sin ornamentos, tan desnuda como la de Azor¨ªn, aunque, eso s¨ª, haci¨¦ndonos sonre¨ªr sin descanso.
Camba fue el periodista mejor pagado de su tiempo, escribi¨® en los diarios m¨¢s importantes y casi siempre como corresponsal. Tenemos excelentes juicios suyos sobre Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Suiza y Estados Unidos en unos a?os, m¨¢s o menos entre 1916 y 1932, en los que tuvieron lugar sucesos muy notables. Su ingenio es siempre acertado, exacto, y sorprende su actualidad.
Valga un ejemplo. En uno de sus viajes a Londres dice: ¡°Al ingl¨¦s tradicional, la inteligencia le parece, en el fondo, una cosa as¨ª como para estafadores, para artistas, para revolucionarios o para italianos¡±. Cualquiera que haya vivido en aquel pa¨ªs, sobre todo si ha tratado con gente inteligente, sabe que eso es ciert¨ªsimo. Los ingleses inteligentes odian la exhibici¨®n de inteligencia.
?l era un gallego de 1884, pero vivi¨® hasta 1962. Conserv¨® una querencia b¨¢sica hacia su lugar que aparece con frecuencia. Justo al principio, est¨¢ en una pensi¨®n gallega escribiendo uno de sus art¨ªculos cuando advierte que una criadita le mira con veneraci¨®n. ¡°?Ay, se?orito! ¡ªme dice¡ª. El saber escribir le debe ser una grande regal¨ªa¡±. Y lo fue. El editor, su mejor experto, Francisco Fuster, ha calculado que entre 1911 y 1915 firm¨® casi mil art¨ªculos, ?y todos buenos! Quienes debemos escribir uno a la semana sudamos para no caer en una soser¨ªa, pero ¨¦l sigui¨® entero hasta, por lo menos, 1949, cuando regres¨® a Espa?a para habitar en el hotel Palace a partir de 1957. All¨ª residir¨ªa hasta su muerte.
En esa etapa final era conocido como ¡°el solitario del Palace¡±: cay¨® en una grave misantrop¨ªa y s¨®lo se ve¨ªa con un pu?ado de amigos. En los tristes a?os finales lo trat¨® Luis Mar¨ªa Anson, a quien consult¨¦. Me dijo que Camba sal¨ªa poco, pero conservaba un agudo sentido del humor, quiz¨¢s del sarcasmo en aquellos a?os negros. Anson visit¨® la capilla ardiente, pero la cl¨ªnica, como nadie acompa?aba al difunto, expuso el f¨¦retro en el garaje y entre dos columnas de neum¨¢ticos viejos. Como uno de sus art¨ªculos, me dijo Anson.
Todos los libros del volumen son magn¨ªficos, cada uno seg¨²n los sucesos que atestigua. En un primer viaje transatl¨¢ntico ser¨¢ la ruina de la bolsa de Nueva York lo que le ocupe, o la inflaci¨®n galopante de la Alemania de Weimar, o lo que puede hacerse con una peseta en Italia o en Portugal durante los a?os veinte. Aunque quiz¨¢s lo m¨¢s curioso sea su ¨²ltimo libro sobre la Nueva York de los pistoleros, de los conflictos raciales y de la mecanizaci¨®n. Un testimonio imponderable.
El humor perfecto que siempre le sostuvo era el resultado de una inteligencia viva y una cultura extensa. A veces recuerda a un antiguo fil¨®sofo de la Stoa. Vean, con esta frase se despide al final del volumen: ¡°Usted, lector, no es realmente usted. Usted es una caricatura de otro se?or, es decir, una caricatura de lo que debiera haber sido¡±. Un sabio.
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