¡®Fallen Leaves¡¯: los parias tambi¨¦n se enamoran

Calculo que el director finland¨¦s Aki Kaurism?ki debe de haber realizado veinte pel¨ªculas. Y tengo que hacer demasiado e in¨²til esfuerzo para recordar el argumento de ellas. S¨ª me viene a la memoria, debido a su sombr¨ªa originalidad, el de Contrat¨¦ a un asesino a sueldo. En ¨¦l, un hombre desolado, que no re¨²ne el suficiente coraje para suicidarse, contrata a un asesino profesional para que acabe con su desesperada vida. Pero en ella va a ocurrir algo milagroso y ya no quiere morirse. El problema es romper contrato con el desconocido que debe hacer su trabajo.

Pero el resto de las historias que ha narrado me resulta confuso. Todas me parecen iguales. Y mi opini¨®n no es peyorativa ni implica indiferencia hacia su mundo. Ese universo es inmediatamente reconocible, exc¨¦ntrico, minimalista, poblado por personajes, situaciones y sentimientos que se repiten. Todo ello, rodado con un estilo inconfundible, medios m¨ªnimos, di¨¢logos tan breves como conceptuales, actores y actrices desconocidos que parecen no interpretar, situaciones muy tristes o absurdas, pero que en algunos momentos poseen humor e incluso esp¨ªritu de comedia. Sus personajes nunca gesticulan, cuentan lo justo sobre su estado de ¨¢nimo y es muy raro que sonr¨ªan o r¨ªan. Tiene absoluto sentido que Kaurism?ki declare su admiraci¨®n por el muy personal, estilizado e inimitable cine que hicieron creadores como Robert Bresson y Jean-Pierre Melville. Tambi¨¦n le gusta mucho, como a tantos autores con exceso de inquietudes, el de Godard. Sin embargo, en esa adoraci¨®n me pierdo, prefiero no entender las razones.

Fallen Leaves, como siempre, no ofrece sorpresas argumentales ni estil¨ªsticas. Es m¨¢s de lo mismo. Los espectadores que disfrutan de las claves de este director, de esa forma tan peculiar de retratar a las personas y a las cosas, van a seguir fascinados y conmovidos. Y los ne¨®fitos pueden flipar. Algunos disfrutar¨¢n del encantamiento y otros tendr¨¢n la sensaci¨®n de no comprender nada o creer que ese universo es de broma o absurdo. En cualquier caso, el metraje, como siempre en el cine de este hombre, y en una ¨¦poca desquiciada que impone duraciones interminables a las pel¨ªculas, no llega a la hora y media. Tiempo suficiente para que Kaurism?ki cuente lo maltratada que est¨¢ la clase obrera, aunque la protagonista lo lleve con tristeza y resignaci¨®n (la radio, con la que pretende encontrar algo de relajamiento, le recuerda continuamente la barbarie de Ucrania) y el hura?o perdedor con el que esta mujer ha conectado m¨¢gicamente vague de un curro a otro, arrastre su nihilismo con la permanente y destructiva compa?¨ªa de una botella de vodka y se re¨²na con otros desesperados currantes en karaokes que tienden a lo f¨²nebre.

En medio de tanto desastre an¨ªmico y circunstancias l¨®bregas, el l¨ªrico y compasivo Kaurism?ki imagina que puede aparecer el b¨¢lsamo, que dos desgraciados se enamoren y que ese sentimiento pueda ejercer como temporal o definitiva tabla de salvaci¨®n. Hasta les acompa?a en su dificultoso camino, homenajeando a Tiempos modernos, un perrillo llamado Chaplin.

Este director tan raro no pretende enga?ar a nadie. Sus rituales y su atmosfera llevan sobreviviendo cuarenta a?os. En los festivales de cine le adoran, y ¨¦l se las ingenia con poco dinero y evidente talento para seguir ofreciendo su nada convencional visi¨®n del mundo. A m¨ª me cae bien su cine y su personalidad. Pero cuando la cr¨ªtica rigurosa le compara con Dios, me da un poco de risa.