Frank Gehry, arquitecto: ¡°Siempre se me dijo que no era igual a los dem¨¢s, pero hubo quien se burl¨® de eso¡±
El arquitecto de 94 a?os recibe a EL PA?S en sus oficinas de Los ?ngeles para hablar de su trayectoria y sus nuevos proyectos
El magnate Howard Hughes construy¨® en 1943 un enorme hangar para el Spruce Goose, el gigantesco avi¨®n de madera que despeg¨® una sola vez tres a?os m¨¢s tarde. El empresario eligi¨® para este proyecto Playa Vista, una comunidad al oeste de Los ?ngeles cercana al Pac¨ªfico. A unos metros de esa obra se encuentra otro espacio industrial. Era un centro de investigaci¨®n de BMW. Desde hace 23 a?os, el sitio alberga las oficinas de Frank Gehry. El arquitecto, de 94 a?os, se mueve en el espacio de luz di¨¢fana repleto de ese mundo que ha creado en el exterior. All¨ª est¨¢n decenas de maquetas de los proyectos que lo han convertido en uno de los m¨¢s artistas m¨¢s reconocidos del mundo. Se detiene frente a un mapa de Los ?ngeles que cuelga de un alto muro. Se?ala una zona coloreada con un denso rojo.
¡ª¡±Este es un barrio donde los ni?os tienen diez a?os menos de vida porque no tienen parques¡±, apunta. ¡°Es un mapa de salud p¨²blica. Est¨¢ todo rojo por los problemas, pero a nadie le importa un carajo. Aunque gritemos y pataleemos...¡±.
La zona se llama South Gate y est¨¢ a 11 kil¨®metros al sur de Los ?ngeles. Gehry est¨¢ contento esta ma?ana. Ha recibido un regalo anticipado de Navidad. Tras siete a?os de espera, la Junta de Supervisores del condado de Los ?ngeles acaba de aprobar un proyecto para transformar la zona con un centro cultural junto con Gustavo Dudamel. ¡°Tendr¨¢ una sala de conciertos de 500 asientos, un sal¨®n de yoga, una sala de cine, galer¨ªas de arte... Ser¨¢ en una sola calle cerca del r¨ªo Los ?ngeles. Es incre¨ªble, a¨²n no me creo que ser¨¢ realidad¡±, se?ala.
Gehry destaca sobre todo que le han permitido techar partes del r¨ªo, que est¨¢ recubierto con concreto. Esto le permitir¨¢ crear 16 hect¨¢reas de zonas verdes en una comunidad latina con ¨ªndices de pobreza del 13%. ¡°Con 800 millones de d¨®lares puedo hacerlo, y todos esos ni?os podr¨¢n tener algo m¨¢s de vida. Suena a mucho dinero, pero estoy seguro de que les cuestan m¨¢s los servicios de salud¡±, indica.
Gehry es hijo de una violinista de origen polaco y un padre boxeador que se gan¨® la vida conduciendo camionetas cuando la familia abandon¨® Toronto (Canad¨¢) y lleg¨® a Estados Unidos en 1947. ¡°Aquellos d¨ªas pusieron algo de realidad a mi vida¡±, indica. ¡°Yo mismo trabaj¨¦ como ch¨®fer de un cami¨®n cuatro o cinco a?os hasta que entr¨¦ a la escuela nocturna. All¨ª tom¨¦ una clase de cer¨¢mica con un profesor que estaba construyendo una casa dise?ada por Raphael Soriano. Cuando me invit¨® a la construcci¨®n vio que me emocion¨® mucho ver las gr¨²as que estaban erigiendo el acero. Y me puso en una clase de arquitectura¡±, a?ade.
En 1989, con 60 a?os, Gehry recibi¨® la mayor distinci¨®n de la arquitectura, el premio Pritzker. En su ensayo, el jurado ya mencionaba el car¨¢cter controversial de la obra del californiano adoptivo. ¡°Yo no sab¨ªa que era pol¨¦mico. Utilizaba metal corrugado y malla cicl¨®nica porque eran materiales baratos. Ten¨ªa que trabajar con estos materiales porque se usaban en todo el mundo¡±, dice Gehry. Recuerda una visita a una f¨¢brica de rejas donde vio c¨®mo a cuatro personas y una m¨¢quina les bast¨® una hora para hacer suficiente malla para cubrir el tramo del centro de Los ?ngeles a la playa.
El Guggenheim de Bilbao fue un parteaguas para el arquitecto, pues cambi¨® con un edificio el rostro y la din¨¢mica de la ciudad. ¡°No sab¨ªamos que est¨¢bamos haciendo eso, por supuesto. Solo ¨¦ramos honestos¡±, confiesa. Hoy admite que el museo les ha dejado a los bilba¨ªnos ganancias de ¡°miles de millones de d¨®lares¡±.
Parte de su memoria est¨¢ ocupada por las cr¨ªticas que ha recibido en su trayectoria. ¡°Siempre se me dijo que no era igual a los dem¨¢s, pero hubo quien se burl¨® de eso¡±, afirma. De su tiempo en el Pa¨ªs Vasco recuerda los ataques del artista Jorge Oteiza, quien consider¨® el proyecto un ¡°aut¨¦ntico culebr¨®n¡± y algo ¡°propio de Disney¡±. ¡°No me quer¨ªa. Puso un letrero que dec¨ªa ¡®maten al arquitecto americano¡¯¡±, indica. ¡°Despu¨¦s lo conoc¨ª y nos hicimos muy buenos amigos porque se dio cuenta de que yo era como ¨¦l. Era un artista buscando formas de expresar ideas con materiales inertes¡±, asegura. Gehry afirma que Oteiza le regal¨® una obra. La tiene en su despacho, en la planta alta del edificio.
Gehry, vestido con vaqueros y camiseta negra, habla en una espaciosa habitaci¨®n cuyos muros est¨¢n cubiertos con dibujos, pinturas, fotograf¨ªas con m¨²sicos como Herbie Hancock y Yo-Yo Ma, artistas como Robert Raushenberg y celebridades como la princesa Diana de Gales o Barack Obama, quien le entreg¨® en 2016 la Medalla de la Libertad, uno de los mayores honores civiles de Estados Unidos. El hockey, otra de las grandes pasiones del arquitecto, cubre buena parte del vest¨ªbulo de la oficina.
Al fondo del inmenso espacio hay una televisi¨®n que cada d¨ªa se actualiza con una imagen de la construcci¨®n del Guggenheim de Abu Dabi. El museo de Bilbao fue entregado en tiempo y forma en 1997. En cambio, su hermano de Oriente ha sufrido todos los retrasos posibles. Las obras iniciaron en 2011, pero se suspendieron por la Primavera ¨¢rabe. La pausa se extendi¨® por la preocupaci¨®n ante las condiciones laborales de los obreros. Despu¨¦s lleg¨® la pandemia. El museo finalmente abrir¨¢ las puertas en 2025.
¨D¡±?C¨®mo se mantiene motivado para cumplir su visi¨®n?¡±.
¨D¡±No tengo otra opci¨®n. Si tengo un proyecto debo seguir mis talentos y mi forma de pensar, aunque a veces sea est¨²pida¡±.
Gehry oculta con su buen humor el hecho de que siempre est¨¢ dispuesto a dar una buena pelea con tal de sacar adelante los proyectos. Por momentos no puede ocultar la frustraci¨®n que le provocan algunos clientes actuales. Cuando estos tienen nombre y apellido, interviene en la charla Meaghan Lloyd, la jefa del despacho. ¡°Mejor no hablemos de eso, Frank¡±, dice Lloyd para llevar los recuerdos de vuelta al pasado, donde son inofensivos para las nuevas obras.
El auditorio Disney de Los ?ngeles cumple 20 a?os este 2023. El edificio es hoy uno de los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos del centro de la ciudad. Antes de su construcci¨®n, en 1998, fue objeto de un tenso pulso con la junta de la compa?¨ªa, que quer¨ªa controlar c¨®mo se desarrollaba la obra. ¡°El auditorio ten¨ªa asientos lujosos, alfombras y candelabros. Parec¨ªa un sitio muy caro. Se sent¨ªan muy c¨®modos con eso. Quer¨ªan entrar a la sala y ver un candelabro de cristal, barandales de bronce, maderas preciosas y asientos de piel. Pensaron que yo, que me gusta trabajar con madera laminada, los iba a forzar a usar materiales baratos, cuando no era as¨ª. Soy lo suficientemente inteligente para saber que un auditorio debe verse bien, imponente e importante¡±, asegura.
La junta hizo ajustes al proyecto de Gehry, provocando un aumento en los costes de entre 50 y 100 millones de d¨®lares. ¡°Fue dinero que tiraron a la basura por sus presunciones. Y no pod¨ªas hacer nada para convencerlos de que estaban equivocados. Fueron lemmings yendo al fuego para probar que ten¨ªan raz¨®n. En cambio, qued¨® claro que fueron est¨²pidos y se hab¨ªan equivocado. No tuve que decir nada, fue obvio¡±, se?ala. El fin de la disputa lleg¨® cuando Diane Disney, la hija de Walt y Lilly, condicion¨® el uso de 25 millones de d¨®lares de la herencia familiar a que se hiciera como lo hab¨ªa pensado el arquitecto.
Este octubre, la Filarm¨®nica de Los ?ngeles dedic¨® un homenaje a Gehry, quien adem¨¢s de haber construido el templo que sirve de sede a la orquesta, se ha convertido en un influyente patr¨®n de la organizaci¨®n. Es amigo cercano de Gustavo Dudamel, quien lo llama afectuosamente Pancho Pistolas, un apodo de sus a?os universitarios en la USC. Tambi¨¦n es ¨ªntimo de los antecesores del venezolano en el podio, el finland¨¦s Esa-Pekka Salonen y el indio Zubin Mehta. Aquella noche, Dudamel eligi¨® La Mer, de Claude Debussy, para cerrar el programa. Era un gui?o a dos creadores que dinamitaron las convenciones de sus disciplinas para convertirse en maestros.
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