Descolonizar un museo: m¨¢s all¨¢ de v¨ªctimas y villanos
Centrar el debate en leyendas negras o doradas no tiene nada que ver con una pr¨¢ctica que lleva a?os desarroll¨¢ndose en las instituciones m¨¢s prestigiosas del mundo
La National Gallery de Londres dedica estos d¨ªas una exposici¨®n temporal a El desayuno de la familia Lavergne, de Jean-?tienne Liotard, con el original en pastel (1754) y su versi¨®n al ¨®leo (1773), para explicar el proceso creativo de uno de sus m¨¢s reconocidos trabajos. Adem¨¢s del virtuosismo y la belleza de los cuadros, llama la atenci¨®n la voluntad de resaltar las contradicciones de la sociedad dieciochesca. Varias cartelas comentan la pasi¨®n que el pintor sent¨ªa por la porcelana japonesa y una de ellas apunta: ¡°La sofisticada elegancia de estas vajillas de lujo enmascara el hecho de que el caf¨¦, el az¨²car y el chocolate eran producidos por esclavos en las colonias europeas del Caribe y Am¨¦rica. Sin duda, Liotard, sus clientes y sus modelos eran conscientes de estos hechos¡±. Este es un ejemplo representativo de lo que ser¨ªa una pr¨¢ctica descolonial en el discurso muse¨ªstico: ofrecer al visitante una informaci¨®n factual sobre el contexto hist¨®rico que acompa?a a una obra, un relato basado en fuentes documentales contrastadas, no en opiniones.
Las pol¨ªticas de descolonizaci¨®n de los museos tienen que ver con una teor¨ªa y pr¨¢ctica concretas que distan mucho de los tira y afloja sobre leyendas negras y doradas. En este debate sobran las defensas y ataques del pasado imperial espa?ol repleto de lugares comunes y simplistas reducciones hist¨®ricas, m¨¢s propios de opinadores tendenciosos que de especialistas. Lamentablemente, algunas de las declaraciones de los ¨²ltimos d¨ªas son bochornosas y me llevan a pensar que los historiadores hemos fracasado a la hora de explicar lo que fuimos, con nuestras luces y nuestras sombras.
El debate sobre ¡°conquista s¨ª, conquista no¡±, sobre ¡°v¨ªctimas y villanos¡±, nada tiene que ver con descolonizar los museos. Descolonizar un museo no consiste en sostener narrativas cercanas al ¡°y t¨² m¨¢s¡±, sobre si fuimos m¨¢s bondadosos o justos que los brit¨¢nicos con las poblaciones originarias, sobre la compensaci¨®n a los pa¨ªses latinoamericanos por la extracci¨®n de oro y plata o sobre pedir perd¨®n por los actos violentos pret¨¦ritos. Centrar este tema en esta cuesti¨®n es errar totalmente y confundir a la opini¨®n p¨²blica respecto al verdadero sentido de esta pr¨¢ctica muse¨ªstica que lleva a?os desarroll¨¢ndose en las instituciones m¨¢s prestigiosas del mundo. No vendr¨ªa mal que Espa?a se pusiera manos a la obra para modernizar su relato, a pesar del fanatismo imperial, trasnochado y cansino de algunos.
Entonces, ?en qu¨¦ consiste descolonizar un museo? No se trata de reescribir el pasado, sino de explicarlo m¨¢s y mejor. De impulsar acciones que tendr¨ªan como objetivo el cambio de paradigma a la hora de exponer las colecciones que, con tanto celo y profesionalidad, se conservan en los museos espa?oles. Es ofrecer una reflexi¨®n sobre la arquitectura discursiva de los objetos expuestos, resignificar piezas, poner en valor otras. Dar voz a los grupos subalternos, huir de una interpretaci¨®n lineal del colonialismo. Acondicionar su explicaci¨®n o reorganizaci¨®n a la realidad actual de la sociedad espa?ola, m¨¢s din¨¢mica y heterog¨¦nea, que difiere bastante de la de hace d¨¦cadas. Abrir sus comit¨¦s de asesores a otras visiones, a otros colectivos que puedan colaborar en sugerir exposiciones o en repensar miradas. En definitiva, huir de la momificaci¨®n de algunos museos y transformarlos en lugares m¨¢s acompasados al presente.
Una colecci¨®n creada en el XIX o principios del siglo XX no puede tener los mismos par¨¢metros que la que organizar¨ªamos en la actualidad. No obstante, cualquier pol¨ªtica de renovaci¨®n precisa de fondos para llevarla a cabo, de lo contrario, todo se quedar¨¢ en palabras y en tertulias furibundas y sesgadas. Espero que el ministro de Cultura haya pensado que las buenas ideas son m¨¢s f¨¢ciles de aplicar si los presupuestos son generosos, porque, al fin y al cabo, los museos son una excelente publicidad para la reputaci¨®n de un pa¨ªs. Qu¨¦ mejor que invertir en un producto que atrae a cientos de miles de visitantes.
No olvidemos que el turismo demanda museos innovadores, agentes culturales contempor¨¢neos que representan uno de los ingresos fundamentales del producto interior bruto espa?ol. Ser¨ªa muy chato oponerse a este esfuerzo de reenunciaci¨®n, cuando tenemos un p¨²blico diverso y multi¨¦tnico. Tambi¨¦n es preciso aclarar que la aceptaci¨®n de las pol¨ªticas descoloniales en los museos privados resulta exitosa, al gozar de mayor autonom¨ªa de contrataci¨®n y de agilidad en su implementaci¨®n, pero esto no niega la profesionalizaci¨®n de los equipos y de los t¨¦cnicos de museos p¨²blicos de este pa¨ªs, con una gran capacidad de reinterpretaci¨®n y de trabajo.
En el Museo Nacional del Prado podemos contemplar cada vez m¨¢s obras y exposiciones creadas por mujeres, impensables hace unos a?os; no hace mucho que se exhibe el bello le¨®n El Cid (1879), de Rosa Bonheur. Me pregunto cu¨¢ntas obras producidas en Am¨¦rica durante el reinado de los Austrias o los Borbones est¨¢n expuestas en sus salas. ?Es que su factura o su calidad no son dignas de sus paredes? ?Por qu¨¦ un ¨¢ngel arcabucero de la escuela de Quito no puede compartir espacio con artistas espa?oles o europeos? ?Por qu¨¦ podemos deleitarnos con una mesa de piedras duras y no detener nuestra mirada en una batea michoacana del periodo virreinal? Apostar por exponer piezas americanas tambi¨¦n es un ejercicio descolonial.
El Museo del Prado, que se esfuerza por resignificar cartelas y los textos de su web, cede a instituciones como el Museo de Am¨¦rica sus obras de tem¨¢tica americana, tal vez por considerar que un museo monogr¨¢fico las pondr¨¢ m¨¢s en valor. De todos modos, ser¨ªa muy positivo que tambi¨¦n expusiera en su colecci¨®n permanente algunas de ellas, aun siendo consciente de la dificultad que ello entra?a. Otro acto que podr¨ªa ayudarnos a comprender esta pol¨ªtica ser¨ªa incorporar explicaciones pormenorizadas de algunas piezas. Solo una muestra de muchas: la escultura Una et¨ªope (siglo XVII, sala 92) podr¨ªa a?adir un texto m¨¢s extenso sobre lo que signific¨® el sistema esclavista para la humanidad y que Espa?a fue, junto con Brasil, el ¨²ltimo pa¨ªs en abolir definitivamente la esclavitud en 1886. No podemos observar lo americano con referentes ajenos o falsear el mestizaje en favor del blanqueamiento poblacional. Los museos no pueden ser lugares de memoria racializada, deber¨ªan huir de una narraci¨®n acr¨ªtica. No me cabe duda de que las direcciones de los museos espa?oles sabr¨ªan afrontar este reto modernizador.
Se trata de adoptar la ¡°¨¦tica cultural¡± como bandera. Si un museo exhibe o guarda en sus dep¨®sitos restos ¨®seos humanos, tendr¨ªa que devolverlos a su lugar de origen, donde les dieran un tratamiento digno. Los controvertidos casos del guerrero de Banyoles o el de Sara Baartman, la venus Hotentote, ejemplifican estas pr¨¢cticas de restituci¨®n. Igual medida se aplicar¨ªa a los objetos robados o de dudosa procedencia. El Consejo Internacional de Museos (ICOM) es bien claro al respecto y Espa?a hace valer estas recomendaciones cuando hay constancia de que existen piezas expoliadas o robadas. Los museos tienen que cuestionarse qu¨¦ y c¨®mo quieren estar, cu¨¢l es su misi¨®n en la sociedad en la que est¨¢n inmersos; no son burbujas culturales atemporales y elitistas. No estar¨ªa de m¨¢s saber el segmento social de sus visitantes. Democratizar un museo no consiste solo en que la entrada sea gratuita, es hacerse visible y necesario para todos los sectores sociales.
Babelia
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