¡®Flash Gordon¡¯, la fantas¨ªa ¡®kitsch¡¯ del planeta Mongo que abri¨® el camino a ¡®La guerra de las galaxias¡¯
La serie de tebeos creada por Alex Raymond regresa a las librer¨ªas con dos cuidadas ediciones en el 90? aniversario de su creaci¨®n
El 7 de enero de 1934 comenz¨® a editarse en la prensa estadounidense Flash Gordon, uno de los iconos del c¨®mic de ciencia ficci¨®n m¨¢s reconocibles. Nueve d¨¦cadas despu¨¦s llegan dos cuidadas ediciones de coleccionista para reivindicar a este personaje que nunca ha dejado de estar presente en los quioscos. La serie de Flash Gordon apareci¨® en un momento en el que el p¨²blico estadounidense no estaba para muchas bromas ni para que le recordaran la dura situaci¨®n que el crac del 29 origin¨® durante los a?os posteriores. Los c¨®mics que llenaban los suplementos dominicales comenzaron a pasar del costumbrismo cotidiano de Gasoline Alley o Mutt and Jeff a una fantas¨ªa desbordante, a mostrar escenarios ex¨®ticos que favorecieran la evasi¨®n de una realidad inaguantable.
En ese contexto, el todopoderoso King Features Syndicate (KFS) lanz¨® una serie dedicada precisamente a suplir esa necesidad que segu¨ªa la estela de otras como Buck Rogers en el siglo XXI, apostando por el talento de un joven dibujante, Alex Raymond. Con guiones de Don Moore, un experimentado guionista de la casa, Flash Gordon se iniciaba inspir¨¢ndose claramente en la novela Cuando los mundos chocan, de Philip Wylie. Mientras el planeta Mongo se acercaba a toda velocidad contra la Tierra, un avi¨®n tiene un accidente y el atl¨¦tico Flash Gordon sobrevive junto a la bella Dale Arden, siendo secuestrados por el profesor Zarkov, que intenta lanzar una nave espacial contra el peligroso mundo en colisi¨®n para salvar a la Tierra.
Ya en el planeta Mongo, la serie deriva r¨¢pidamente en una fantas¨ªa tan naif como deudora del John Carter de Marte de Burroughs, pero en la que el academicismo del trazo de Raymond evolucion¨® hacia un espectacular barroquismo gr¨¢fico, con planchas que se convert¨ªan en suntuosas obras de arte de las que era imposible sustraerse. El ¨¦xito fue inmediato y en pocos meses la serie no solo se convirti¨® en uno de los grandes ¨¦xitos de la KFS en EE UU, sino en el mundo entero: con apenas un retraso de meses, las aventuras del rubio protagonista aparecieron traducidas en Francia, Italia o en Espa?a, en las p¨¢ginas de la revista Aventurero.
Un favor popular que atrajo pronto a las productoras cinematogr¨¢ficas que, d¨¦cadas antes del inter¨¦s por los c¨®mics de superh¨¦roes, encontraron en estas aventuras un material perfecto para llevar a la gran pantalla. Universal produjo en 1936 un exitosa serie cinematogr¨¢fica protagonizada por Buster Crabbe. Se adapt¨® con total fidelidad los argumentos que se publicaban en la prensa y abri¨® el camino a otros dos series en a?os posteriores. La pasi¨®n era tal en Europa que cuando los materiales dejaron de llegar durante la II Guerra Mundial, se encarg¨® a dibujantes nacionales como Edgard P. Jacobs en Francia o Jes¨²s Blasco en Espa?a la continuaci¨®n de las historietas que hab¨ªan quedado cortadas.
Influencia gr¨¢fica
Cuando Raymond fue llamado a filas, la serie queda en manos de Austin Briggs, que mantuvo la popularidad de Flash Gordon incluso cuando el dibujante original volvi¨® de la contienda y decidi¨® crear una nueva obra, Rip Kirby. Pero a esas alturas, Raymond ya hab¨ªa desarrollado una iconograf¨ªa propia y un estilo que tuvo una influencia decisiva en todo el c¨®mic: desde el punto de vista visual, las creaciones y composiciones de las p¨¢ginas de Flash Gordon est¨¢n en una buena parte de la ciencia ficci¨®n posterior, la serie de La guerra de las galaxias incluida (de hecho, George Lucas quer¨ªa hacer una adaptaci¨®n de los c¨®mics previamente).
Pero m¨¢s importante fue si cabe su influencia gr¨¢fica. Pr¨¢cticamente todos los dibujantes del c¨®mic de superh¨¦roes bebieron del trazo de Raymond, sin olvidar su decisiva importancia en creadores espa?oles como Manuel Gago o Miguel Quesada. En los 50 la serie no fue ajena a las nuevas corrientes de la ciencia ficci¨®n y, de la mano de Dan Barry y su talentoso estudio ¡ªen el que se reun¨ªan desde guionistas como Harvey Kurtzman o Harry Harrison hasta dibujantes como Al Williamson, Frank Frazzetta o Bob Fujitani¡ª la serie consigui¨® un nuevo periodo de esplendor con argumentos m¨¢s modernos que apostaban por una ciencia ficci¨®n m¨¢s realista, dejando atr¨¢s a los hombres halc¨®n y los hombres le¨®n para mirar a las excelencias de la tecnolog¨ªa, convirti¨¦ndose de nuevo en referente del c¨®mic posterior (es f¨¢cil encontrar influencias de esta etapa en los argumentos y personajes de los primeros c¨®mics Marvel de Los 4 fant¨¢sticos).
En nuestro pa¨ªs, el inter¨¦s por la serie no se hab¨ªa apagado: Hispano Americana sigui¨® publicando tanto las aventuras de Raymond como las dibujadas por Briggs o McRaboy, sus seguidores, muchas veces bajo el nombre que el personaje tuvo en Latinoam¨¦rica, Roldan El Temerario. A finales de los a?os 50, la Editorial D¨®lar lanz¨® su m¨ªtica colecci¨®n H¨¦roes Modernos, en la que se comenzaba a publicar la etapa de Barry y se recuperaba la de Raymond, eso s¨ª, con una censura que se cuidaba de alargar faldas, ocultar escotes, opacar transparencias y separar a los personajes cuando ca¨ªan en la pasi¨®n. D¨®lar republic¨® durante los 60 la serie en diferentes formatos, incluyendo el pionero de ¡°Novelas Gr¨¢ficas para adultos¡± para evitar los f¨¦rreos controles a la historieta que se impon¨ªan desde las autoridades.
Pero la pasi¨®n por Flash Gordon no deca¨ªa en Espa?a: en los 70, la editorial Buru Lan puso en el mercado una edici¨®n de coleccionista de las sagas de Raymond, recoloreadas y con un remontaje poco adecuado, pero de gran ¨¦xito, que favorecieron una edici¨®n posterior en blanco y negro, tambi¨¦n para coleccionistas, de la editorial B.O. Y aunque la serie en EE UU ya no despertaba el mismo fervor (pese a que intentaron sumarlo a la corriente de superh¨¦roes formando grupo con Mandrake y El Hombre Enmascarado), el cari?o por el personaje y, sobre todo, el tir¨®n de la taquilla de la pel¨ªcula de George Lucas favorecieron que Dino de Laurentiis retomara un viejo proyecto que ten¨ªa de adaptar al m¨ªtico personaje de los c¨®mics con Federico Fellini que nunca lleg¨® a buen puerto.
Tras intentar que directores como Nicholas Roeg o Sergio Leone se hicieran cargo, ser¨ªa finalmente Mike Hodges el encargado de llevar a la pantalla la imaginer¨ªa visual de los c¨®mics, con resultados tan irregulares como recordados gracias a la banda sonora de Queen, que hoy son elevados a categor¨ªa de obra de culto del kitsch. El indudable tir¨®n popular de la pel¨ªcula llev¨® de nuevo a los quioscos espa?oles a Flash, esta vez de la mano de Editorial Valenciana y Bruguera, entre otras, sin que dejase de publicarse en diferentes ediciones desde entonces. De hecho, hace unos a?os la Editorial Dolmen recuper¨® de forma cronol¨®gica las aventuras del personaje en una cuidad¨ªsima edici¨®n que puede calificarse como de las mejores que se han visto, poniendo este mismo mes en el mercado una edici¨®n integral de la etapa de Alex Raymond, a la par que la editorial Salvat comienza un coleccionable para quioscos del personaje, terminando de certificar que es la serie estadounidense de c¨®mic de prensa m¨¢s publicada en Espa?a.
El inter¨¦s por el personaje sigue vivo, hasta el punto de que recientemente KFS ha relanzado la serie para la prensa de EE UU a manos del dibujante Dan Schkade, buscando recuperar al p¨²blico lector m¨¢s joven con un estilo de dibujo y unos argumentos modernos y emparentados con las nuevas est¨¦ticas que vienen del manga y la animaci¨®n. As¨ª que, como cantaba Mercury, Gordon seguir¨¢ siendo el salvador del universo y rey de lo imposible y podremos seguir cantando con ganas ¡°?Flash! ?Ah-Ah!¡±.
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