¡®La tierra prometida¡¯: Mads Mikkelsen y la ¨¦pica de un desclasado

A estas alturas, Mads Mikkelsen ha transitado sin chirriar el camino que separa el despojamiento del movimiento Dogma 95 de su n¨¦mesis, el sistema de Hollywood en superproducciones como Casino Royale o el ¨²ltimo Indiana Jones. El actor fetiche de Thomas Vinterberg (Celebraci¨®n, La caza, Otra ronda) es uno de esos escasos int¨¦rpretes a los que no se les resiste casi nada. Funciona en la piel de villanos que lloran sangre pero, sobre todo, en la de los hombres reales sometidos a situaciones complejas, a los que este inmenso actor es capaz de dotar de un misterio y humanidad al alcance de pocos. Con un pasado de acr¨®bata y bailar¨ªn que incluye una escala en la m¨ªtica escuela neoyorquina de Martha Graham, el ya canoso Mikkelsen es siempre un poderoso reclamo por su imponente presencia y por un talento dram¨¢tico que funciona como un calambre, lleno de emoci¨®n y matices.

Esa descarga el¨¦ctrica impulsa su nuevo estreno en Espa?a, La tierra prometida, epopeya n¨®rdica firmada por Nikolaj Arcel en la que Mikkelsen borda a un personaje digno del w¨¦stern cl¨¢sico.

El t¨ªtulo original de La tierra prometida es El bastardo. Su personaje central es un capit¨¢n del ej¨¦rcito ya veterano, hijo de un noble y una criada, que, con sus conocimientos de top¨®grafo, se embarca en una solitaria aventura: la conquista de los p¨¢ramos de la pen¨ªnsula de Jutlandia. Estamos en los albores del siglo XVIII y el secreto de su misi¨®n son unos sacos con los que reconvertir las ¨¢ridas tierras n¨®rdicas en pasto para un tub¨¦rculo que empezaba su expansi¨®n europea. En su gesta, este militar obstinado y lac¨®nico se cruzar¨¢ con un todopoderoso y cruel terrateniente dispuesto a arruinarle la vida.

La tierra prometida sortea todo tipo de intrigas, tambi¨¦n las de los ministros de la Corona, para adentrarse en un mundo de bandoleros y arist¨®cratas s¨¢dicos y corruptos, donde tres personajes femeninos, entre ellos una ni?a-salvaje, robar¨¢n el coraz¨®n de un hombre fr¨ªo y pragm¨¢tico que rechaza sus sentimientos.

Nikolaj Arcel saca partido de un buen guion con una direcci¨®n muy solvente, al servicio de los personajes, de la aventura y de los impresionantes paisajes daneses. La belleza de estas vistas, con los cielos azules sobre los incre¨ªbles colores tostados del brezo de una tierra virgen e inmensa, se mimetizan con la piel curtida de un hombre que se las ver¨¢ con conflictos de clase y de raza para emerger con la inesperada ¨¦pica de los h¨¦roes desclasados.