La est¨¦tica del aburrimiento: ?por qu¨¦ algunos de los libros esenciales de la historia de la literatura son tan tediosos?
Joyce, Proust, Woolf, Bola?o, Bernhard, Foster Wallace... Un ensayo de Inma Aljaro estudia el tedio deliberado en la novela, que lleva a inopinadas experiencias est¨¦ticas
Hay libros que son hitos indelebles en la historia de la literatura y que, sin embargo, son aburrid¨ªsimos (al menos para un sector mayoritario de los lectores). Qu¨¦ paradoja. James Joyce, Marcel Proust, Samuel Beckett, Alain Robbe-Grillet, David Foster Wallace, Gertrude Stein, Roberto Bola?o, Thomas Pynchon, Juan Jos¨¦ Saer, Virginia Woolf, Thomas Bernhard. Autores dif¨ªciles, con obras que suponen un esfuerzo similar a la subida a un ochomil y cuya lectura otorga un signo de distinci¨®n: solo son aptos para los m¨¢s gafapastas.
Un d¨ªa la periodista Inma Aljaro (M¨¢laga, 44 a?o...
Hay libros que son hitos indelebles en la historia de la literatura y que, sin embargo, son aburrid¨ªsimos (al menos para un sector mayoritario de los lectores). Qu¨¦ paradoja. James Joyce, Marcel Proust, Samuel Beckett, Alain Robbe-Grillet, David Foster Wallace, Gertrude Stein, Roberto Bola?o, Thomas Pynchon, Juan Jos¨¦ Saer, Virginia Woolf, Thomas Bernhard. Autores dif¨ªciles, con obras que suponen un esfuerzo similar a la subida a un ochomil y cuya lectura otorga un signo de distinci¨®n: solo son aptos para los m¨¢s gafapastas.
Un d¨ªa la periodista Inma Aljaro (M¨¢laga, 44 a?os) se dio cuenta de que era una perfecta lectora de libros considerados tediosos. Cuando comentaba sus lecturas favoritas, siempre saltaba alguien: ¡°?Pero eso es un aburrimiento!¡±. Sin embargo, ella se re¨ªa mucho con el temido Ulises de Joyce... ?C¨®mo pod¨ªa haber un contraste tan grande? ¡°En realidad, no creo que haya novelas aburridas, sino gente que se aburre leyendo ciertas novelas¡±, explica.
As¨ª que Aljaro se ha dedicado obsesivamente a investigar, primero, el aburrimiento, y luego, el aburrimiento en la literatura. El resultado es Tedio y narraci¨®n. Sobre la est¨¦tica del aburrimiento en la narrativa: de James Joyce a David Foster Wallace (C¨¢tedra), un documentado ensayo que, por cierto, no es nada aburrido. ¡°Es que yo me aburro, me aburro mucho, y no me gusta aburrir¡±, dice la autora.
Lo primero que hay que dejar claro es que Aljaro no reivindica ni estudia los libros que son aburridos porque s¨ª, los genuinamente aburridos. ¡°No es que me guste una novela que es aburrida porque es mala¡±, advierte. Su objeto de estudio son esos autores buen¨ªsimos que utilizaron el aburrimiento para, despu¨¦s de cierto esfuerzo, provocar una inopinada experiencia est¨¦tica en el lector. Los que son deliberadamente aburridos. Los que despliegan el aburrimiento a trav¨¦s de sofisticadas t¨¦cnicas narrativas. Los citados al principio, vaya. La est¨¦tica del aburrimiento. Una est¨¦tica que no solo se da en la literatura, sino que tambi¨¦n se explora en las obras musicales de Erik Satie o John Cage, o en las pel¨ªculas de Andy Warhol.
Algunos autores de finales del siglo XIX y del XX comprobaron que las narraciones no ten¨ªan que ser lineales y adictivas, sino que tambi¨¦n se pod¨ªa encontrar cierto placer (al menos pod¨ªan hacerlo los iniciados) en narraciones densas y laber¨ªnticas, que contaban minucias, que parec¨ªan no avanzar, que eran muy complejas, detalladas u omnicomprensivas. Que retaban al lector y le mostraban el abismo de la desesperaci¨®n. Al final de todo eso, con la suficiente dedicaci¨®n y paciencia, refulg¨ªa el gozo literario. El gozo del aburrimiento.
Entre las t¨¦cnicas literarias del tedio art¨ªstico, Aljaro describe tres ramas.
1. El recurso a la banalidad, es decir, la fijaci¨®n por narrar hechos insignificantes, actividades mon¨®tonas o repetitivas.
2. La escritura sobre nada, es decir, que no haya una historia que se desarrolle, sino una narraci¨®n err¨¢tica que parezca no tener sentido. La autora pone como ejemplo La ci¨¦naga definitiva, de Giorgo Manganelli, que narra c¨®mo un hombre a caballo, huyendo de los inquisidores, avanza a trav¨¦s de una ci¨¦naga. Y nada m¨¢s: solo ese avance.
3. La complejidad, la confusi¨®n, la fatiga o el estupor hermen¨¦utico. Es decir, el uso de estructuras muy complejas, la rotura de la linealidad del tiempo, el uso de numerosas subordinadas que colmatan el texto, o la exuberancia dieg¨¦tica, que es el af¨¢n por contarlo todo, por hacer una narraci¨®n omnicomprensiva que acaba por aplastar al lector, como ocurre con frecuencia en las obras del enigm¨¢tico Thomas Pynchon (que, adem¨¢s, suelen tener una longitud muy notable).
En las obras deliberadamente aburridas suele frustrarse la necesidad del lector de conocer, muchas veces no cuentan lo que prometen, administran la informaci¨®n de forma difusa, se manejan en la incertidumbre. Lo contrario de esos best sellers de intriga que te agarran de las solapas y no te dejan dejar de leer. Pero, como se?ala Aljaro, aqu¨ª el premio no es conocer c¨®mo acaba la historia, sino otro tipo de experiencias est¨¦ticas: ¡°Cuando nos aburrimos tenemos la oportunidad de fijarnos en otras cosas¡±. Como quien se fija en el logrado chorro de di¨¢logos intrascendentes de El Jarama, de Rafael S¨¢nchez Ferlosio, una obra que no cuenta demasiado m¨¢s all¨¢ de una anodina tarde de domingo en el r¨ªo.
Pero, adem¨¢s de todas estas estrategias, est¨¢ la falta de atenci¨®n contempor¨¢nea. ¡°Muchas de estas obras exigen una atenci¨®n que no tenemos suficientemente entrenada (lo queremos todo r¨¢pido o, mejor a¨²n, instant¨¢neo) y, quiz¨¢s por eso, el uso del aburrimiento como artificio literario tambi¨¦n se podr¨ªa entender como una cr¨ªtica o desaf¨ªo a la aceleraci¨®n social¡±, subraya la autora. Quiz¨¢s el problema no est¨¦ solo en la complejidad de los textos, sino en nosotros y nuestro entorno, ¨¢vido de est¨ªmulos y novedad superficial.
A continuaci¨®n algunas obras cumbre de la est¨¦tica del aburrimiento.
James Joyce. ¡®Ulises¡¯
¡°En Ulises, Leopold Bloom nunca se encuentra con el amante de la mujer, parece que va a ocurrir la acci¨®n dram¨¢tica... pero no. Hay un agotamiento de la paciencia del lector¡±, dice Aljaro. Joyce, que influenci¨® de manera decisiva a la literatura subsiguiente, puso en pr¨¢ctica todas las t¨¢cticas del aburrimiento. Ulises se le presenta a muchos lectores como un acertijo, o una tortura, m¨¢s que como una novela. ¡°Creo que es un libro que hay releer porque cada vez te dice algo nuevo¡±, a?ade. ¡°No est¨¢ hecho para disfrutarlo a la primera, por eso frustra a mucha gente. Es m¨¢s bien un juego: hay que meterse en ¨¦l sin saber muy bien c¨®mo va a salir parado¡±.
David Foster Wallace. ¡®La broma infinita¡¯
Este novel¨®n de m¨¢s de mil p¨¢ginas, largo y complejo, aborda infinidad de temas, aunque el principal es una pel¨ªcula tan adictiva que los espectadores se enganchan hasta morir de inanici¨®n. Utiliza masivamente las t¨¦cnicas de la est¨¦tica del aburrimiento: tiene una estructura no lineal, sigue de manera fragmentaria varias l¨ªneas argumentales, es densa, tiene cambios abruptos de punto de vista... A Foster Wallace, por ejemplo, le gustaba abusar de las digresiones y las notas a pie de p¨¢gina, algunas largu¨ªsimas, para interrumpir la narraci¨®n principal y hacer al lector ir hacia delante de atr¨¢s, sin centrarse en el hilo principal, si es que lo hab¨ªa.
Virginia Woolf. ¡®La se?ora Dalloway¡¯
Hay quien ha dicho que leer el flujo de conciencia, las asociaciones mentales, la prosa sumamente elaborada de La se?ora Dalloway es m¨¢s aburrido que mirar una pared blanca durante muchas horas. ¡°Woolf cuenta la vida de esta se?ora, sus pensamientos. Es magistral, es clave en la historia de la literatura, pero tambi¨¦n es una escritura sobre la banalidad del d¨ªa a d¨ªa de esta se?ora de la alta sociedad londinense que tiene que preparar una fiesta¡±, se?ala Aljaro. Una prosa introspectiva y reflexiva que para muchos puede resultar ¨¢rida o dif¨ªcil de seguir.
Thomas Bernhard. ¡®La calera¡¯ o ¡®Correcci¨®n¡¯
¡°Dicen que Bernhard escrib¨ªa en espiral¡±, a?ade Aljaro, ¡°sus discursos podr¨ªan resultar muy aburridos, pero a veces son tan absorbentes y circulares que a m¨ª me provocan risa¡±. El mordaz autor austriaco utilizaba una sintaxis muy compleja, con muchas subordinadas, con continuos detalles y acotaciones, con rodeos y digresiones. A veces hay que leer dos veces cada p¨¢rrafo para acabar de comprender lo que Bernhard est¨¢ contando. ¡°Juega con la incertidumbre: sus narradores con frecuencia no son fiables, no puede confiar en ellos, porque regresan a otro punto de la historia para corregir lo que ha dicho¡±.
Roberto Bola?o. ¡®2666¡ä
1.126 p¨¢ginas de novela donde, con frecuencia, se ve frustrado el deseo del lector de saber m¨¢s de la historia: no sabemos d¨®nde est¨¢ el narrador o qui¨¦nes son los asesinos de las mujeres. En cierta parte del libro, famosa por acabar con la paciencia de numerosos lectores, Bola?o narra repetitivamente el asesinato de decenas mujeres: no entiende uno por qu¨¦ tiene que leer una y otra vez las diferentes maneras, tan similares, de cometer un feminicidio. ¡°En otro texto de Bola?o, Nocturno de Chile, sale la frase ¡®la rutina que matiza el horror¡±, dice Aljaro, ¡°y se aplica a 2666: ?c¨®mo nos podemos aburrir de descripciones de feminicidios tan atroces? Es el efecto de la repetici¨®n que nos aburre¡±. La misma insensibilizaci¨®n que ocurre cuando nos sobreexponemos a las im¨¢genes de cualquier guerra o cat¨¢strofe que ocurre al otro lado del mundo.
Marcel Proust. ¡®En busca del tiempo perdido¡¯
¡°Durante mucho tiempo, me acost¨¦ temprano¡±, dice la famosa primera frase. Probablemente, con siete tomos, sea una de las obras m¨¢s extensas de la literatura: 9.609.000 caracteres con espacios. Parte de una famosa magdalena mojada en t¨¦ para construir una catedral de la memoria a base de largas frases (que algunos atribuyeron a la afecci¨®n asm¨¢tica del autor) y la suntuosa y fr¨ªvola vida de la aristocracia francesa de finales del XIX. ¡°No creo que Proust fuera voluntariamente aburrido¡±, apunta Aljaro, ¡°es el efecto de la ruptura de la tradici¨®n narrativa: no le importa tanto narrar como generar cierta sensaci¨®n con sus idas y venidas, sus divagaciones, el efecto de querer contar de una manera diferente¡±.