?Qui¨¦n tiene derecho a contar el Holocausto? Una obra de ficci¨®n reactiva el debate en Espa?a
Descendientes de supervivientes e historiadores enfrentan sus visiones tras la publicaci¨®n de una novela de Fermina Ca?averas sobre la prostituci¨®n en el campo de Ravensbr¨¹ck
La publicaci¨®n de la novela El barrac¨®n de las mujeres (Espasa), primer trabajo de ficci¨®n de la historiadora Fermina Ca?averas, que narra ¡°el horror de las presas del campo de concentraci¨®n de Ravensbr¨¹ck obligadas a prostituirse¡±, ha provocado una encendida reacci¨®n de las asociaciones de familiares de v¨ªctimas del ¨²nico campo nazi para mujeres. Tras su salida a las librer¨ªas, su promoci¨®n atrajo un gran n¨²mero de entrevistas en las que su autora defend¨ªa el contexto de este campo como ¡°un proyecto levantado en la Alemania nazi exclusivamente para atentar contra los derechos de la mujer: violaciones, abortos forzados y esterilizaci¨®n eran los tres pilares sobre los que se levant¨® este campo por donde pasaron hasta 130.000 mujeres entre 1942 y 1945¡å, seg¨²n declar¨® a EL PA?S el pasado 14 de febrero. Doscientas de ellas fueron espa?olas. A trav¨¦s del relato de una superviviente, Isadora Ram¨ªrez, de cuya da fe la autora, la novela narra en clave de ficci¨®n el calvario de las mujeres convertidas en esclavas sexuales en Ravensbr¨¹ck.
Sin embargo, pocos d¨ªas despu¨¦s, EL PA?S recibi¨® una carta firmada por cinco descendientes de las espa?olas deportadas a este campo nazi en la que mostraban su disconformidad con el relato de Ca?averas. A pesar de ser una obra de ficci¨®n, calificaban la novela de ¡°atentado a la dignidad de estas mujeres¡± y aseguraban que se trataba de un texto plagado de ¡°errores hist¨®ricos¡±.
¡°Nunca hubo burdel en Ravensbr¨¹ck, ni barrac¨®n de locas, ni c¨¢mara de gas hasta principios del a?o 1945. Los burdeles estaban en los campos de hombres. Unas 200 mujeres de Ravensbr¨¹ck, entre ellas exprostitutas a quienes se les promet¨ªa la liberaci¨®n, fueron enviadas a campos de hombres: Sachsenhausen, Neuengamme, Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Flossenb¨¹rg, Mittelbau-Dora. Nos parecer¨ªa adecuado, por respeto a la verdad debida a sus lectores, que EL PA?S se informara con historiadores/as y desmintiera este art¨ªculo¡±, finalizaba la carta firmada por diferentes representantes del Amical de Ravensbr¨¹ck como Margarita Catal¨¤, hija de Neus Catal¨¤ y presidenta de esta asociaci¨®n memorialista; Carme Rei-Granger, descendiente de Conxita Grang¨¦ y vicepresidenta del Amical de Ravensbr¨¹ck; Fran?ois Jen¨¦ C¨¢novas, descendiente de Braulia C¨¢novas y secretario del Amical de Ravensbr¨¹ck; Pablo Iglesias N¨²?ez, descendiente de Mercedes N¨²?ez Targa; y Marie France Cabeza Marnet, descendiente de ?ngela Cabeza.
¡°No se trata solo de una novela hist¨®rica ¡ªinsist¨ªa este martes Margarita Catal¨¢ durante una conversaci¨®n telef¨®nica¡ª, porque se presenta como algo hist¨®rico¡±. El debate sobre si la ficci¨®n es un veh¨ªculo adecuado para contar el Holocausto naci¨® pr¨¢cticamente con el final de la II Guerra Mundial y no se ha detenido nunca. ¡°Es un debate que existe desde hace mucho tiempo y al que en Espa?a estamos llegando ahora¡±, asegura el historiador Gutmaro G¨®mez Bravo, catedr¨¢tico de la Universidad Complutense y autor de Deportados y olvidados: Los espa?oles en los campos de concentraci¨®n nazis. La cuesti¨®n de fondo es qui¨¦n tiene derecho a contar el Holocausto y c¨®mo debe contarse un relato a¨²n vivo en la memoria de una minor¨ªa de supervivientes y en sus descendientes.
La explotaci¨®n de las mujeres
La autora de la novela, la editorial que la ha publicado (Espasa, grupo Planeta), historiadores independientes y otras fuentes bibliogr¨¢ficas internacionales han sido consultados para la elaboraci¨®n de este reportaje, que procura arrojar luz sobre un tema tab¨² desde el final de la II Guerra Mundial: la existencia de burdeles en los campos de concentraci¨®n, donde los nazis usaban a prisioneras como esclavas sexuales. El silencio sobre este asunto es notable: en las 1.100 p¨¢ginas del libro KL: Historia de los campos de concentraci¨®n nazis, considerado una obra fundamental para conocer el sistema concentracionario nazi, Nikolaus Wachsmann apenas lo cita. La Enciclopedia del Holocausto, que depende del Museo del Holocausto de Estados Unidos, expone: ¡°En 1942, las SS comenzaron a abrir burdeles en algunos de los campos de concentraci¨®n. Las autoridades de los campos trataron de explotar a las mujeres obligadas a trabajar en estos burdeles para recompensar a los prisioneros varones por cumplir o superar las cuotas de producci¨®n. La mayor¨ªa de las mujeres obligadas a trabajar en los burdeles eran prisioneras del campo de Ravensbr¨¹ck. Se estima que su n¨²mero es de al menos 100. Las autoridades del campo obligaron a algunas prisioneras a trabajar en el burdel, mientras que otras se ofrecieron como voluntarias despu¨¦s de que las autoridades del campo les prometieran un trato preferencial o la liberaci¨®n despu¨¦s de seis meses. Ninguna de las mujeres fue liberada anticipadamente¡±.
A este respecto, Gutmaro G¨®mez Bravo asegura que ¡°todas las mujeres en el sistema concentracionario alem¨¢n entran dentro del llamado sonderbau, que son prost¨ªbulos dentro de los campos de concentraci¨®n¡±. Y a?ade: ¡°Aqu¨ª lo que hay que matizar para ser rigurosos es que desde Ravensbr¨¹ck las trasladan a Mauthausen y a Auschwitz, fueron trasladadas all¨ª, no hay ninguna duda¡±.
Por su parte, Diego Mart¨ªnez L¨®pez, doctor en Historia Contempor¨¢nea por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en la Universidad Francisco de Vitoria, explica: ¡°Fueron prostituidas entre 200 y 210 mujeres, de las que tenemos localizados un total de 172 nombres. Todas ellas proced¨ªan de Ravensbr¨¹ck, eso es una verdad hist¨®rica contrastada¡±, asegura. Cierto es tambi¨¦n, insiste Mart¨ªnez, que los burdeles estaban en otros campos y no en Ravensbr¨¹ck, tal y como indica la carta del Amical: ¡°No tiene sentido que lo hubiera: pero part¨ªan de all¨ª, que era el campo femenino¡±, explica el experto. La autora de El barrac¨®n de las mujeres, Fermina Ca?averas, tambi¨¦n historiadora y profesora de la UNED, cree que ¡°no est¨¢ mal llamarlo el mayor burdel del Tercer Reich, porque era donde las eleg¨ªan y las mov¨ªan, en un sistema perfectamente organizado de trata de mujeres¡±, explica.
Igualmente, Mart¨ªnez L¨®pez ¡ªal hilo de lo que denuncian las descendientes de las supervivientes¡ª asegura que ¡°no est¨¢ verificado ning¨²n nombre espa?ol entre las explotadas sexualmente, aunque los relatos recogidos por algunas supervivientes espa?olas al final de la guerra apuntan a que pudo haber una o dos. A m¨ª no me cuadra esta idea. El grueso de las espa?olas lleg¨® en 1944, cuando Ravensbr¨¹ck es ya m¨¢s bien un campo de tr¨¢nsito y usan a las presas para explotarlas en las f¨¢bricas de armamento. Tendr¨ªa que investigar el caso concreto de Isadora Ram¨ªrez, ah¨ª me surgen problemas, pero a fin de cuentas es una novela y ah¨ª cabe todo. Es la defensa de su autora¡±, manifiesta el historiador.
Es aqu¨ª donde pone el foco la editorial Espasa, que insiste en que El barrac¨®n de las mujeres es un relato de ficci¨®n, con un ¡°¨²nico hecho hist¨®rico¡± reivindicado sobre el que se podr¨ªa, a su juicio, cuestionar su veracidad: la existencia de Isadora Ram¨ªrez Garc¨ªa, la espa?ola protagonista del relato de Fermina Ca?averas, una joven republicana exiliada en Francia y enrolada en la Resistencia que es apresada y enviada a Ravensbr¨¹ck, donde entra en contacto con el horror de la esclavitud sexual en la Alemania nazi. ¡°Isadora est¨¢ construida con retales de muchas otras mujeres de las que he podido recabar testimonios, y as¨ª lo explico al final de la novela, que, insisto, es un relato de ficci¨®n. Sigue faltando mucha documentaci¨®n y por eso no escrib¨ª un ensayo¡±, explica a EL PA?S su autora. Aun as¨ª, Ca?averas defiende la existencia de su protagonista, cuya historia conoce a trav¨¦s de sus conversaciones con Carmen Pat¨®n, una militante del Partido Comunista con la que entr¨® en contacto mientras investigaba c¨®mo se organiz¨® la Resistencia en la clandestinidad durante la Guerra Civil en un piso de la calle Atocha de Madrid.
Pat¨®n muri¨® hace dos a?os, pero su hija Isabel Garrido Pat¨®n, nacida en 1946 y residente actualmente en Alicante, ha atendido al tel¨¦fono a EL PA?S. Asegura recordar a aquella mujer. ¡°Me acuerdo de ella, era muy menuda. A veces se hac¨ªa llamar Isadora, otras veces se cambiaba el nombre y la llam¨¢bamos Isa, algo que a m¨ª me llamaba mucho la atenci¨®n de ni?a. Tendr¨ªa unos seis o siete a?os¡±, narra esta descendiente. ¡°Mi madre me cont¨® que hab¨ªa estado en Ravensbr¨¹ck, que ten¨ªa una situaci¨®n personal muy complicada. Yo nunca se lo vi, pero mi madre aseguraba tambi¨¦n que llevaba un tatuaje en el pecho. Cierto es que siempre iba tapada hasta el cuello, aunque fuera verano¡±, insiste. Isabel Garrido se refiere a una foto que ha aportado Ca?averas y que a?ade dramatismo al relato: la de una mujer con una inscripci¨®n en el t¨®rax en la que se lee Feld-hure (puta de campo en alem¨¢n) y que tambi¨¦n es cuestionada por su autenticidad. ¡°Despu¨¦s de tanto tiempo, no entiendo esta persecuci¨®n a una novela¡±, insiste la hija de la militante comunista Carmen Pat¨®n cuando est¨¢ a punto de colgar el tel¨¦fono: ¡°?Por qu¨¦ tiene m¨¢s credibilidad el Amical de Ravensbr¨¹ck que mi madre?¡±.
?A qui¨¦n le corresponde entonces contar el Holocausto? ¡°Es un debate construido sobre la culpa, la atribuci¨®n o la responsabilidad, y no sobre los hechos hist¨®ricos¡±, explica Gutmaro G¨®mez Bravo. Sobre la publicaci¨®n de El barrac¨®n de las mujeres, G¨®mez Bravo cree que su autora ha realizado un ejercicio ¡°tan libre¡± que se pregunta: ¡°?contra qu¨¦ o qui¨¦n atenta esto?¡±.
Denunciar y recordar
Por el contrario, en su ¨²ltimo correo electr¨®nico, Margarita Catal¨¢ aporta un texto firmado conjuntamente por Insa Eschebach y Pascale Bos que quieren enviar a los medios como respuesta a la publicaci¨®n de la novela. En ¨¦l, Eschebach (que es investigadora en el Instituto de Estudios Religiosos de la Universidad Libre de Berl¨ªn y fue directora del Memorial de Ravensbr¨¹ck) y Bos (profesora asociada de Estudios Germ¨¢nicos y Holandeses de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos) no solo niegan la trata de mujeres (¡°sobre las supuestas violaciones de prisioneras en Ravensbr¨¹ck no hay constancia ninguna¡±), sino que, seg¨²n explican, ¡°la sexualizaci¨®n retrospectiva de las prisioneras se evidencia, entre otras cosas, en la extensa literatura de memorias escrita por prisioneras supervivientes¡±. ¡°Hoy en d¨ªa, son los hijos y nietos de las supervivientes quienes luchan contra la instrumentalizaci¨®n fantasmag¨®rica del campo de concentraci¨®n de mujeres de Ravensbr¨¹ck¡±, escriben.
Al final de este texto mencionan las palabras de la presidenta del Comit¨¦ Internacional de Ravensbr¨¹ck, Ambra Laurenzi: ¡°Soy hija y nieta de mujeres que fueron deportadas a Ravensbr¨¹ck y no puedo evitar pensar en lo que mi madre y otras deportadas siempre me han contado sobre su regreso tras el final de la guerra, cuando su esperanza era encontrar un hogar y alivio, pero en cambio se toparon con burlas y reproches porque, seg¨²n la opini¨®n com¨²n, todas hab¨ªan sido vendidas a los nazis. En consecuencia, su tr¨¢gica experiencia de deportaci¨®n fue considerada en la mayor¨ªa de los casos como una culpa, encerr¨¢ndolas en un silencio que dur¨® m¨¢s de 50 a?os.¡±
Este silencio, que Diego Mart¨ªnez L¨®pe comparte, se ha convertido en un tab¨², como explicaba en 2009 en una conversaci¨®n con la agencia Reuters el alem¨¢n Robert Sommer, autor de Das KZ Bordell (El burdel del campo de concentraci¨®n), el primer relato completo sobre la prostituci¨®n en los campos de concentraci¨®n: ¡°En la memoria colectiva y en la historia escrita de la II Guerra Mundial, los burdeles de los campos fueron durante mucho tiempo un tab¨². Los supervivientes no quer¨ªan hablar de eso: era un tema dif¨ªcil de manejar¡±. Casi todas las mujeres obligadas a trabajar en estos prost¨ªbulos han muerto, y las que quedan son reacias a hablar. Sin embargo, ¡°es importante que a estas mujeres se les devuelva parte de su dignidad¡±, explica a Reuters Sommer, un punto sobre el que insiste Ca?averas: ¡°La intenci¨®n ¨²ltima de la novela ha sido denunciar, recordar y dignificar¡±.
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