Colores con los que no so?amos
Quiz¨¢s todos tenemos algo de dalt¨®nicos funcionales. Mark Rothko dijo que en sus obras se cruza nuestra soledad con la suya
Me pasaba las ma?anas en el MoMA, delante de aquel cuadro de Rothko. Lo miraba y en cada visita a la ciudad esperaba sentir lo que todos dec¨ªan sentir frente a las pinturas del artista, a sus colores fundi¨¦ndose: agua. Esperaba la reiterada sensaci¨®n de sosiego; las l¨¢grimas que los visitantes describen en el libro a la entrada de la capilla en Houston, cubierta por cuadros de Rothko. Las puertas est¨¢n abiertas para los que busquen encontrarse y en su p¨¢gina web la capilla ecum¨¦nica se presenta como un espacio para fomentar el crecimiento espiritual. Pese a todo, al llegar a Texas me atraparon las telas ¡ªterminadas un par de a?os antes de su suicidio en febrero de 1970¡ª, pero no sent¨ª el esperado sosiego. All¨ª los cuadros parec¨ªan m¨¢s sobrecogedores, un presagio de la muerte teatralizada del pintor ¡ªsin pantalones y con calcetines¡ª que cuenta su bi¨®grafo James Breslin en Mark Rothko. A Biography (1993). ¡°?Qui¨¦n es ese tal Mark Rothko que ha matado a mi amigo?¡±, coment¨® la pintora Hedda Sterne al enterarse del suicidio.
Recordaba las historias camino del aeropuerto de Houston. Pese a la quietud de la capilla, la desaz¨®n me hab¨ªa vuelto a invadir. ¡°Me gustar¨ªa aclarar a los que piensan que mis cuadros est¨¢n llenos de sosiego, sean amigos o meros observadores, que he sido prisionero de la m¨¢s terrible violencia en cada pulgada de la superficie¡±, explicaba Rothko. Otro pensamiento l¨²cido de los que recoge en sus escritos, La realidad del artista (2004).
He vuelto a Par¨ªs, a la muestra de la Fundaci¨®n Louis Vuitton (hasta el pr¨®ximo 2 de abril), y ante los colores de Rothko me han asaltado las emociones, pero de nuevo se me ha extraviado el sosiego, quiz¨¢s porque los colores juegan estas malas ¡ªy maravillosas¡ª pasadas. O porque Rothko persigue colores que son malabarismos. Pese a todo, tambi¨¦n a m¨ª, como al resto de los visitantes, el juego de colores de Rothko me atrapa. Es in¨²til resistirse a los colores, a los tonos, a las gradaciones. Hay en ellos un elemento que apela a la intimidad, al desamparo profundo y humano al cual se refiere Rothko cuando dice que en sus obras se cruza nuestra soledad con la suya. Adem¨¢s, ?c¨®mo narrar el mundo desde un Nueva York sumergido en la Guerra Fr¨ªa, sino a trav¨¦s de los colores?
Los colores tienen algo de medias palabras, cosas no dichas, y se vuelve cada vez a ellos; se aspira a rescatarlos desde el pasado la colombiana Susane Mej¨ªa lleva a?os haci¨¦ndolo en su proyecto Color Amazonia. Cada planta (c¨²rcuma, achiote, cudi, amacizo¡.) es pigmentos, matices, saberes ancestrales, Pantone m¨¢gico de entintados y tejidos. Tal vez por eso los colores gobiernan el mundo, hasta cuando el mundo urge a ser plasmado en blanco y negro. Los neorrealistas italianos ¡ªdicen¡ª retocaban con pintura la tierra de los descampados para lograr ese tono gris que requer¨ªa la circunstancia y la pel¨ªcula no consegu¨ªa trasladar a los ojos. Otro cineasta, el polaco Kie?lowski, recurri¨® en los 90 del XX a la bandera francesa en su Trilog¨ªa de los colores ¡ªAzul, Blanco y Rojo¡ª, para trazar en cada episodio el trastocamiento de los g¨¦neros cinematogr¨¢ficos.
Josef Albers planteaba su teor¨ªa de los colores como un instrumento de ense?anza del arte y el mundo en La interacci¨®n del color (1980) y el poeta Goethe volv¨ªa a ellos en su texto escrito entre 1810 y 1820, donde demostraba que los colores no son solo territorio de los profesionales de lo visual ¡ªcineastas, artistas, fot¨®grafos, historiadores del arte¡¡ª. Al hablar del ¡°efecto moral del color¡±, regresaba a las cl¨¢sicas asociaciones de los colores fr¨ªos y c¨¢lidos con las emociones, las mismas a las cuales se apelaba el pasado mes de enero ¡ªdedicado al tan de moda Wellness¡ª desde el MoMA en un seminario de la artista especializada en meditaci¨®n Dora Kamau, quien toma los colores como punto de partida para el trabajo personal sobre la autoconciencia de los participantes. Los colores, en su infinita ars combinatoria, se transforman unos junto a otros. Lo presinti¨® Goethe. Lo escribi¨® Albers. Lo supo Rothko. Lo plasm¨® Warhol en un remake de colores disonantes ¡ªcasi de V¨ªvianne Westwood, la dise?adora punk¡ª para su retrato doble del poeta alem¨¢n. Lo busca Susana Mej¨ªa.
Los colores se instalan en nuestras chaquetas o en la arquitectura del popular edificio en rosa de Sauerbruch y Hutton, que plantea la pregunta inevitable: son belleza y sostenibilidad compatibles ¡ªaunque vivir en un lugar bello es otra forma de sostenibilidad, supongo¡ª. El reciente art¨ªculo ¡®Culturas del color¡¯ de Luis Fern¨¢ndez-Galiano en Arquitectura viva lo expon¨ªa sin titubeos: la elecci¨®n del color no es nunca casual. El compositor John Cage (Color y significado , 2023); la periodista Victoria Finlay (Historia de la paleta crom¨¢tica, 2023); o la antrop¨®loga Anne Varichon, que acaba de reimprimir Color Charts. A History (2024), una impresionante historia visual de los colores¡ eran algunos de los libros citados en el texto.
El propio Fern¨¢ndez-Galiano es autor, junto con S¨¢nchez Bellver, de La belleza com¨²n. Espa?a tienda a tienda (2023), un libro delicioso que repasa los establecimientos extinguidos que devuelven a la memoria los colores de la infancia por antonomasia, la variedad que subrayaba la noci¨®n de la abundancia infinita de colores cuando acompa?aba a mi madre en sus compras. Me refiero a las tiendas de lanas, madejas y ovillos que se agolpaban en los escaparates y el interior del local, en un despliegue abrumador de tonos, de presagios, igual que los Rothko de Par¨ªs. Las lanas apiladas por tonos ¡ªlo oscuro siempre arriba, dec¨ªa Rothko¡ª dejaban clara la imposibilidad de recordar cada uno de ellos al dejar la tienda ¡ªpara los colores no hay diapasones de bolsillo¡ª.
Al final, el Pantone y su gama infinita conforma un aparente control que nos lleva a presentir a los colores inofensivos frente al gusto o el olfato y su capacidad de llevarnos lejos, a otro tiempo y otro sitio sin garant¨ªas de veracidad. Por el contrario, el Pantone crea la falsa impresi¨®n de mantener a los colores a raya. Nada menos cierto. Mecanismo privilegiado de la memoria y no solo hilo conductor de las historias ¡ªlo explicita Michel Pastoureau en Los colores de nuestros recuerdos (2017)¡ª, cada color estar¨¢ asociado a una evocaci¨®n que har¨¢ estallar pero, igual que ocurre con la magdalena de Proust, nos devolver¨¢ un color diferente del que fue. Adem¨¢s, quedan tantos tonos por inventar, por rememorar, por reconstruir¡
Porque nuestros recuerdos de los colores son sin remedio dudosos, simples maniobras de aproximaci¨®n, al reencontrarnos con la Capilla Sixtina restaurada tras a?os de limpieza, no lo dudamos: aquello brillaba demasiado y hab¨ªa dejado de ser lo que viv¨ªa en nuestra memoria. Ocurri¨® con Las meninas tambi¨¦n, tras su restauraci¨®n en 1984: ah¨ª estaba aquel cuadro de colores extra?os, un regreso a la casa de la infancia envuelta en tonalidades desconocidas. Sin embargo, ?qu¨¦ hay de verdad en nuestros recuerdos de los colores? Ese mismo a?o 1984, Buero Vallejo estrenaba Di¨¢logo secreto, la historia de un cr¨ªtico de arte dalt¨®nico que, para no dejar vislumbrar su falta de criterio a causa de la enfermedad, reparte comentarios negativos de manera despiadada. Un d¨ªa, el amigo de su hija no puede soportar la presi¨®n. Se suicida y ella misma descubre el terrible secreto del padre.
Quiz¨¢s frente a los colores todos tenemos algo de dalt¨®nicos funcionales. Los vemos y se escapan deprisa, peluches azules de la infancia o superficies de Rothko en Par¨ªs. Se escapan nada m¨¢s dejar la sala. Se han ido y otros colores invaden la retina. Ya no est¨¢n los colores que estuvieron y dejan tras ellos, si acaso, la posibilidad de nombrarlos con las escasas herramientas que poseemos para hacerlo: Sin t¨ªtulo (negro sobre gris). Son colores con los que ni siquiera so?amos. Colores que vienen desde el fondo del tiempo.
Babelia
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