Un heroico Manuel Escribano hace historia en Sevilla

La Maestranza ha vivido hoy una tarde inolvidable que, sin duda alguna, puede ser calificada como hist¨®rica; la plaza se vio arrebatada por la emoci¨®n y sobrecogida por la grandeza de un hombre que se erigi¨® en h¨¦roe y encogi¨® los corazones de miles de personas que no daban cr¨¦dito a lo que suced¨ªa en el ruedo.

Faltaban unos minutos para las nueve menos cuarto de la noche cuando Manuel Escribano, despojado de la chaquetilla, en mangas de camisa cubierta por el dorado chaleco, y enfundado en un pantal¨®n vaquero corto, tom¨® el capote, y se dispuso a cruzar el di¨¢metro del ruedo para plantarse de rodillas en la puerta de toriles para recibir al sexto de la tarde. Los tendidos, puestos en pie, asist¨ªan incr¨¦dulos ante la ins¨®lita imagen, y la banda de m¨²sica rompi¨® a tocar para festejar el momento.

Escribano acababa de salir de la enfermer¨ªa, donde ingres¨® minutos despu¨¦s de las seis y media, cuando el primer toro de la tarde, al que tambi¨¦n esper¨® de rodillas en toriles, lo enganch¨® por la pierna derecha, lo volte¨® ferozmente, lo busc¨® con sa?a en la arena y volvi¨® a lanzarlo por los aires cuando lo lanceaba a la ver¨®nica, y le infiri¨® una cornada en el muslo. El torero pidi¨® a los m¨¦dicos que lo intervinieran con anestesia local, y dos horas m¨¢s tarde estaba de nuevo frente a la puerta de los miedos, en medio de una enorme carga emocional esparcida por todo el recinto. Esper¨® una eternidad la salida del toro y tras la larga cambiada dibuj¨® unas ver¨®nicas muy jaleadas.

En contra de la opini¨®n popular, clav¨® dos pares de banderillas a un toro violento, con muchos pies, y que lo puso en verdadero apuro. Y cuando Escribano tom¨® la muleta se hizo un silencio ensordecedor. Ten¨ªa ante s¨ª a un victorino fiero, agresivo, dispuesto a vender muy cara cada embestida, complicado en grado sumo, que miraba y radiografiaba al torero en cada muletazo.

Asentado, firme, heroico, extraterrestre quiz¨¢, Escribano se jug¨® el tipo con una actitud pundonorosa que supo reconocer la plaza, que vivi¨® la faena con una intensidad desconocida. El torero ahorm¨® la dificultosa embestida del animal y consigui¨® muletazos de mucho m¨¦rito, muy por encima del car¨¢cter duro y exigente de su oponente. Y a la hora de la verdad, se tir¨® encima del morrillo, a cara o cruz, a sabiendas de que all¨ª estaba la clave de un triunfo hist¨®rico.

Pase¨® con todo merecimiento las dos orejas, porque Escribano vino a demostrar que el toreo grande tambi¨¦n reside en la heroicidad de un hombre decidido a morir por alcanzar la gloria.

Y otro que estuvo a punto de alcanzarla fue Borja Jim¨¦nez, que mat¨® tres toros, y cuaj¨® una muy emotiva faena al que sali¨® en tercer lugar, Baratero de nombre, malograda con la espada. Ah¨ª quedaron, no obstante, manojos de naturales inmensos, desbordantes de belleza, producto de una colocaci¨®n perfecta, y una actitud derivada de una confianza y seguridad fuera de lo com¨²n. Jim¨¦nez lleva dos d¨ªas como torero de ferias y parece un veterano cuajado en una larga carrera. Lidi¨® con limpieza al bronco y nada f¨¢cil toro que hiri¨® a Escribano, y ofreci¨® una lecci¨®n de valor ante el quinto, de muy corto viaje, como casi toda la corrida.

Se estrenaba Roca Rey con los victorinos y no desenton¨®. La plaza lo examin¨® con rigor y pec¨®, quiz¨¢, de frialdad ante el serio compromiso del torero. Salv¨® con nota la dificultad de su primero, soso y con la cara alta en cada muletazo, y domin¨® de principio a fin al otro, muy complicado por el pit¨®n izquierdo. Insisti¨® con la mano derecha y alcanz¨® momentos de brillantez ante un animal que no le cedi¨® una sola embestida.

La tarde, sin embargo, fue de Escribano, un torero que no es considerado figura, maltratado muchas veces por las empresas, y que demostr¨® que es un h¨¦roe merecedor de honor y gloria. El pr¨®ximo domingo le esperan los miuras.