¡®Tres colores¡¯ de Kieslowski: qu¨¦ trilog¨ªa tan hermosa

Existe un poema que comienza afirmando algo tan devastador como: ¡°Cuando ya nada se espera personalmente exaltante¡±. Es la sensaci¨®n que me asalta desde hace demasiado tiempo cuando veo la inmensa mayor¨ªa de las pel¨ªculas, tan largas como prescindibles. Y para m¨ª el cine siempre ha sido algo personal, algo que puede alimentar el alma, donar sensaciones impagables. Pero el des¨¢nimo es alarmante observando la cartelera. Y la tradici¨®n confirma que la programaci¨®n durante el mes de julio y hasta finales de agosto est¨¢ enamorada de los saldos y de cositas nada estimulantes.

Por ello, supone una sorpresa muy grata que repongan en las salas de cine una trilog¨ªa que lleva la firma de un director polaco llamado Krzysztof Kieslowski, siempre turbador, sombr¨ªo y luminoso, transmisor de emociones y de historias tan inquietantes como impredecibles, poseedor de un estilo visual poderoso e inimitable. Los festivales de cine, tan sospechosos ellos siempre en su consideraci¨®n del cine art¨ªstico, de autor, babeante con las modas culturales, tan ef¨ªmeras y cargantes la mayor¨ªa de ellas, adoraban el cine de este hombre, pero Kieslowski tambi¨¦n era capaz de sorprender y tocar la fibra emocional de muchos espectadores normales. Sin hacer concesiones, creando un universo enigm¨¢tico y conmovedor.

Kieslowski me sobresalt¨® inicialmente con No amar¨¢s y No matar¨¢s. Tambi¨¦n con La doble vida de Ver¨®nica y el interrogante de si los seres humanos podemos encontrarnos con un doble nuestro. Y me enamor¨® directamente con Tres colores: Azul, Blanco y Rojo. No solo de sus argumentos y de la est¨¦tica con la que est¨¢n narrados. Tambi¨¦n de dos de sus protagonistas femeninas. Juliette Binoche en Azul e Ir¨¨ne Jacob en Rojo. El pretexto para reponer esta memorable trilog¨ªa, que va a iniciarse con Azul en una veintena de pantallas de todo el pa¨ªs, es que las copias han sido digitalizadas. Cualquier pretexto es bueno para sentirte embrujado en una sala de cine. Y ya s¨¦ que estas pel¨ªculas pueden figurar en el cat¨¢logo de alguna plataforma, o que algunos todav¨ªa guardamos su recuerdo en formatos de DVD y Blu-ray, pero puede ser bonito recobrarlas en su espacio natural.

Azul habla de una mujer rota por la muerte en accidente de su marido, un brillante compositor de m¨²sica cl¨¢sica, y de su hija. A su inconsolable depresi¨®n le ocurrir¨¢n otros descubrimientos escalofriantes sobre la doble vida del fallecido, que ha dejado inacabada una pieza con pinta de obra maestra. Kieslowski y su habitual coguionista, Krzysztof Piesiewicz, retratan la soledad, la par¨¢lisis emocional y la devastaci¨®n del alma como pocas veces se ha hecho en la historia del cine. Tambi¨¦n la milagrosa resurrecci¨®n en nombre de la generosidad. Las im¨¢genes y los sonidos funcionan con una armon¨ªa deslumbrante. Blanco es muy extra?a durante largo tiempo y al final todo adquiere sentido. Es la historia de un hombre abandonado por su mujer en Par¨ªs y que emprende una nueva y tortuosa existencia en Polonia en su obsesi¨®n por recuperarla. Es una comprensible historia de amor. Y Rojo muestra la complicada relaci¨®n entre una modelo joven y pura, desconcertada sentimentalmente, con un juez jubilado, ferozmente solo, mis¨®gino y descre¨ªdo, que no sale de su casa y se dedica a espiar las miserias de sus vecinos a trav¨¦s de las ventanas y pinchando sus tel¨¦fonos.

Siento a?oranza del cine que hac¨ªa este director tan l¨²cido y l¨ªrico como desasosegante. De las atm¨®sferas que creaba, de su carnalidad, de su espiritualidad. Y flip¨¦ cuando alguien tan singular y profundo repiti¨® durante una cena en San Sebasti¨¢n tres platos de alubias. Tampoco desde?aba el alcohol. Su cine ser¨ªa atormentado y a veces m¨ªstico, pero sus apetitos eran muy humanos. Qu¨¦ bien.