El bi¨®grafo de Alice Munro admite que ocult¨® los abusos que sufr¨ªa una de las hijas de la escritora a manos de su padrastro
Robert Thacker admite que excluy¨® del libro sobre la premio Nobel de Literatura el escabroso episodio cometido por Gerald Fremlin porque se trataba de ¡°un desacuerdo familiar¡± y no iba a mejorar el texto previsto
Robert Thacker, autor de la biograf¨ªa Alice Munro: Writing Her Lives (Alice Munro: Escribiendo sus vidas), publicada en 2011, admiti¨® el lunes al peri¨®dico canadiense The Globe and Mail que conoc¨ªa los abusos sexuales que sufr¨ªa una de las hijas de la escritora ganadora del Nobel, Andrea Robin Skinner, por parte de su padrastro, pero decidi¨® no incluirlos en su libro. Thacker dijo que en 2005 Skinner le cont¨® las agresiones sexuales que padeci¨® cuando era ni?a ¡ªque se hicieron p¨²blicas el domingo, en el peri¨®dico The Toronto Star¡ª y las ignor¨®. En el art¨ªculo publicado en el medio canadiense Skinner detallaba c¨®mo el esposo de Munro, Gerald Fremlin, abus¨® sexualmente de la que era su hijastra desde que esta ten¨ªa nueve a?os, hecho que conoc¨ªan tanto la literata, fallecida el pasado mayo, como el padre biol¨®gico, Jim Munro.
Fremlin fue sentenciado en 2005 a dos a?os en libertad condicional por las agresiones; sin embargo, Thacker calific¨® el delito como un ¡°desacuerdo familiar¡± y justific¨® que su inclusi¨®n en la biograf¨ªa no iba a mejorarla. Asegur¨®, adem¨¢s, que recibi¨® un correo de Skinner justo cuando la publicaci¨®n iba a entrar en imprenta: ¡°Creo que ella quer¨ªa que lo incluyera¡±, pero el texto estaba terminado. Alrededor de 2008, Thacker se encontr¨® con Munro para entrevistarla con vistas a una versi¨®n actualizada de la biograf¨ªa que finalmente sali¨® sin incluir las agresiones: ¡°Yo lo ve¨ªa como un asunto familiar privado¡±, ha dicho Thacker.
A?os despu¨¦s, ha explicado el bi¨®grafo, la propia Munro sac¨® el tema. ¡°Lo que me dijo fue lo devastador que hab¨ªa sido todo. Ella no lo hab¨ªa superado y, francamente, no creo que lo hiciera nunca¡±. Thacker afirma que estaba seguro de que la escritora sab¨ªa cu¨¢nto da?o hab¨ªa hecho a su hija al negar la realidad y no protegerla del abusador. A la luz de estas revelaciones de Thacker cobran un nuevo significado estas palabras de la autora: ¡°La cuesti¨®n es ser feliz. A toda costa. Int¨¦ntalo. Se puede. Y luego cada vez resulta m¨¢s f¨¢cil. No tiene nada que ver con las circunstancias. No te imaginas hasta qu¨¦ punto funciona. Se aceptan las cosas y de pronto descubres que est¨¢s en paz con el mundo¡±. Una dura receta: aceptar el horror para ser feliz, incluso a costa de desnaturalizarse como madre.
Incluso Deborah Dundas, la periodista que decidi¨® dar voz a Skinner y romper el silencio sobre este tema, reconoci¨® el pasado lunes en una entrevista que se resisti¨® a publicar esta informaci¨®n por temor a las repercusiones que tendr¨ªa derribar uno de los mitos culturales canadienses. A pesar de la sentencia contra su marido, Munro sigui¨® con Fremlin hasta que este muri¨®, en 2013.
El art¨ªculo de The Toronto Star, que evidencia una pr¨¢ctica de abusos sistematizada y extendida a lo largo de varios a?os a sabiendas de los padres, que estaban separados, ha provocado conmoci¨®n e indignaci¨®n en el mundo literario. La novelista canadiense Margaret Atwood, que se califica como la segunda amiga m¨¢s antigua de Munro, ha escrito en un correo electr¨®nico a The New York Times que se siente ¡°sorprendida¡± por las revelaciones. Aunque hace un par de a?os supo algo de la causa de la ruptura familiar por otra de las hijas de Munro, nunca conoci¨® la historia completa hasta que ley¨® el relato de Skinner. ¡°?Por qu¨¦ se qued¨®? Y yo qu¨¦ s¨¦¡±, escribi¨® Atwood sobre la decisi¨®n de Munro. ¡°Creo que pertenec¨ªan a una generaci¨®n y a un lugar que escond¨ªa las cosas bajo la alfombra. Te das cuenta de que no conoc¨ªas a quien cre¨ªas conocer¡±. En declaraciones a The Daily Beast, la autora de El cuento de la criada fue m¨¢s expl¨ªcita: ¡°Ha sido una bomba. Estoy conmocionada. Todav¨ªa estoy intentando asimilarlo¡±.
En las redes sociales, una cascada de escritores y periodistas, entre ellos Lydia Kiesling, Brandon Taylor y Jiayang Fan, han expresado su conmoci¨®n por la noticia. Otros, como la novelista Rebecca Makkai, se preguntaban si a partir de ahora ser¨ªa posible separar la trascendente escritura de Munro, que en ocasiones exploraba tumultuosas circunstancias dom¨¦sticas y repentinos distanciamientos, de su problem¨¢tico comportamiento. Tambi¨¦n se pronunci¨® Douglas Gibson, el editor de Munro durante muchos a?os en Penguin Random House en Canad¨¢, quien declar¨® a The New York Times que conoc¨ªa el distanciamiento de la premio Nobel con su hija, y que se enter¨® de la raz¨®n de la ruptura en 2005: ¡°Qued¨® claro cu¨¢l era el problema al revelarse el vergonzoso papel de Gerry Fremlin, pero no tengo nada que a?adir a esta tr¨¢gica historia familiar¡±.
Por su parte, escritoras estadounidenses como Joyce Maynard y Joyce Carol Oates expresaron su admiraci¨®n por Munro a la vez que se?alaron que no dudan de las palabras de Skinner. En su cuenta en la red social X, la segunda ha subrayado que no se trata de un incidente aislado, ¡°sino un fen¨®meno social bastante extendido, el caso de una mujer que neg¨® la experiencia de su hija como v¨ªctima de abusos. La cuesti¨®n es esta negaci¨®n (...) Por eso la gente est¨¢ respondiendo como lo est¨¢ haciendo¡±.
En una postura equidistante entre el silencio y la cancelaci¨®n de Munro que muchos invocan hoy, la escritora, que no ha rehuido el embarrado debate, a?ade en otro post: ¡°Muy probablemente la escritora estaba resolviendo, en la ficci¨®n, el dilema de su vida como madre; lo que no se reconoc¨ªa en la vida s¨ª se reconoc¨ªa en la ficci¨®n, como por ejemplo en El amor de una buena mujer y V¨¢ndalos, donde se castiga a los agresores sexuales. Freud teoriz¨® que [algunos] sue?os son cumplimiento de deseos, por lo que tambi¨¦n [algunas] obras de ficci¨®n alivian la culpa del autor rectificando la injusticia de una manera moral¡±. La tesis de Oates contrasta de lleno con un relato corto de Munro protagonizado por el suicidio de una joven abusada por su progenitor.
¡°Los monstruos acechan incluso en lugares apacibles¡±
El ¨²ltimo editor de Munro, McClelland & Stewart, rehus¨® comentar la noticia a petici¨®n de la agencia Reuters. Mediante un comunicado difundido en las redes sociales, Munro¡¯s Books, la librer¨ªa que Jim y Alice Munro fundaron en 1963 y que desde 2014 no guarda relaci¨®n con la familia, mostr¨® su apoyo a Skinner, a la vez que ped¨ªa tiempo para digerir la revelaci¨®n y ¡°el impacto que puede tener en el legado¡± de la escritora. En un art¨ªculo de opini¨®n publicado en The Globe and Mail, Sarah Weinman resume bien la conmoci¨®n que el relato de Skinner ha provocado en el ordenado mundo literario canadiense: ¡°Al contar su historia, Skinner ha reafirmado su personalidad real e individual. Est¨¢ dando nueva forma a una narrativa que convirti¨® las terribles decisiones de una mujer en casi santidad literaria, record¨¢ndonos que el car¨¢cter no est¨¢ correlacionado con el gran arte, y que los monstruos acechan incluso, y sobre todo, en los lugares tranquilos y apacibles asociados con la literatura cl¨¢sica canadiense¡±.
Sheila Munro, una de las hermanas de Skinner y autora del libro Lives of Mothers & Daughters: Growing Up With Alice Munro (Vidas de madres e hijas: Creciendo con Alice Munro), publicado en 2002, ha declarado al canadiense The Star que, aunque la familia consideraba importante compartir la historia de Skinner, no cree que estas revelaciones deban restar valor al legado literario de su madre.
El relato de Andrea Robin Skinner comienza cuando en el verano de 1976 fue a pasar las vacaciones con su madre y el marido de esta. Mientras la escritora estaba fuera unos d¨ªas, Fremlin se meti¨® en su cama y abus¨® de ella. ¡°Yo estaba dormida y me agredi¨® sexualmente. Ten¨ªa nueve a?os. Era una ni?a feliz y curiosa¡±, escribe Skinner, que ahora se dedica a ayudar a menores que han pasado por traumas similares al suyo. No dijo nada hasta que termin¨® el verano y volvi¨® a casa de su padre, Jim Munro. All¨ª se lo confes¨® a uno de sus hermanos, que le anim¨® a hablar con su madrasta, Carole. Fue esta quien se lo cont¨® al padre que, seg¨²n Skinner, decidi¨® no decir nada. No solo se call¨®, sino que sigui¨® mandando a su hija cada verano, durante a?os, a la casa de Alice Munro y Fremlin. ¡°La incapacidad de mi padre para tomar una decisi¨®n que me protegiera me hizo sentir que yo no formaba parte de ninguna de las dos familias. Estaba sola¡±, a?ade.
En cada una de sus vacaciones, su padrastro aprovechaba los momentos que se quedaba a solas con Skinner para mostrarle sus genitales cuando, por ejemplo, iban en el coche; o hacerle comentarios sexuales, hablarle de otras menores que le gustaban y detallarle las necesidades sexuales de su madre, explica la hija de la escritora. ¡°En ese momento no sab¨ªa que eso era un abuso¡±.
Babelia
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