La arqueolog¨ªa, testigo infalible del horror de la Guerra Civil y el franquismo
El libro ¡®Desenterrar el pasado¡¯ refuerza el valor de los restos ¨®seos y materiales cotidianos desenterrados como prueba necesaria para conocer el pasado reciente
La historia la escriben y la cuentan los vencedores. Luego, a los historiadores les toca expurgar y rectificar esa narrativa. En el siglo XIX, Lord Acton pens¨® que, con las fuentes y la metodolog¨ªa adecuada, pod¨ªa escribirse ¡°un relato capaz de aparentar precisi¨®n y definir la realidad¡±, explican el historiador Miguel ?ngel del Arco y el arque¨®logo Francisco Carri¨®n. Ambos admiten el fracaso de esa asunci¨®n: ¡°Hoy sabemos que eso es imposible¡±, cuentan. ¡°En el camino de alcanzar la verdad plena, la historia tropieza con numerosos obst¨¢culos¡±, a?aden. Uno de ellos es la parcialidad de los textos disponibles. Si el conflicto es reciente, se pueden encontrar testimonios de las v¨ªctimas, a veces de primera mano, a veces convertidos en un relato familiar que pasa de generaci¨®n en generaci¨®n, explica Carri¨®n, con la p¨¦rdida de fidelidad que eso supone. Existe, sin embargo, un ¨¢rea de la historia que ha tomado fuerza en la tarea, literal, de desenterrar la verdad. Es la arqueolog¨ªa, la que saca de la tierra restos ¨®seos y material de la vida cotidiana, la que analiza las materialidades del conflicto, las que no mienten, las que no se pueden contradecir.
Carri¨®n y del Arco han editado Desenterrar el pasado. Arqueolog¨ªa e historia de la Guerra Civil y la Dictadura Franquista, en la Editorial Comares, un volumen en el que participan numerosos autores y que quiere ¡°profundizar en la violencia desplegada por el franquismo¡± de modo que ¡°el silencio de los textos¡± se vea compensado por la herramienta de la arqueolog¨ªa. Un instrumento que, explica Carri¨®n, ¡°descubre lo que est¨¢ oculto no solo bajo la tierra, sino en la historia¡±. Ning¨²n texto oficial, por ejemplo, admitir¨¢ que se fusilaron a ni?os en la guerra civil espa?ola. Y la realidad es que los hubo. Es el caso del ni?o de entre 11 y 14 a?os encontrado en el Barranco de V¨ªznar que, tampoco se contar¨¢ en ning¨²n documento de la Administraci¨®n, llevaba en sus bolsillos un l¨¢piz y una goma de borrar. Este ni?o, inexistente para la historia, apareci¨® en una fosa com¨²n hace unos meses. Sin fuentes documentales que lo mencionaran, ha sido la arqueolog¨ªa quien ha recordado su existencia. Y su asesinato.
Los objetos encontrados permiten describir muchas cosas, incluso el contexto social de los fusilados. En V¨ªznar, por ejemplo, y quiz¨¢ porque los asesinados proceden de la capital granadina, abundan las ¡°suelas de caucho y la presencia de la marca del fabricante¡± frente a otros ¨¢mbitos m¨¢s rurales de Andaluc¨ªa o Extremadura, explica Francisco Carri¨®n, en las que las suelas son ¡°de esparto o goma de neum¨¢tico y de factura artesanal¡± propia del ¨¢mbito rural. La urbanidad de los asesinados en V¨ªznar se percibe en la ¡°botoner¨ªa, pinzas para medias, sostenes¡± y, a partir de los an¨¢lisis dentales, ¡°en la presencia de empastes, fundas dentales y dentaduras postizas¡±.
Tampoco es f¨¢cil encontrar escritos que describan la ejecuci¨®n de mujeres y su enterramiento en fosas comunes. ¡°Apenas est¨¢ documentada¡±, escribe la historiadora Laura Mu?oz-Encinar, de la Universidad de Barcelona. No reconocerlo no significa que no ocurriera. De hecho, cuenta la historiadora, ¡°la ejecuci¨®n de mujeres embarazadas fue una pr¨¢ctica habitual dentro de la represi¨®n franquista¡±, con mayor incidencia en Andaluc¨ªa y Extremadura. La arqueolog¨ªa, a pesar de que no es f¨¢cil acreditar tantas d¨¦cadas despu¨¦s la existencia de fetos en las mujeres, ha encontrado numerosos casos. En Gerena (Sevilla), se exhumaron 17 mujeres, una de ellas embarazada. En Fregenal de la Sierra (Badajoz), se document¨® una mujer embarazada de entre siete y nueve meses. A 70 kil¨®metros de all¨ª, en Llerena (Badajoz), varias mujeres embarazadas fueron ejecutadas y despu¨¦s quemadas en las fosas del arroyo Romanza.
Escribe Mu?oz-Encinar que ¡°la materialidad y los objetos asociados a los cuerpos de las mujeres tambi¨¦n han aportado una enorme informaci¨®n sobre las v¨ªctimas y lo que sucedi¨®¡±. As¨ª, describe la aparici¨®n de ¡°peque?os costureros, dedales o alfileres¡±, lo que muestra que ¡°la costura est¨¢ muy vinculada con los roles de feminidad de la ¨¦poca¡±, sin olvidar a la vez que muchas de estas mujeres fueron ejecutadas por acciones como bordar la bandera republicana o portarla en manifestaciones. La arqueolog¨ªa muestra tambi¨¦n, a?ade, que algunas de esas mujeres portaban elementos religiosos, ¡°principalmente medallas, aunque tambi¨¦n crucifijos, alfileres con iconograf¨ªa cat¨®lica o relicarios¡±. Eso muestra, concluye, que las mujeres republicanas eran tambi¨¦n religiosas.
La arqueolog¨ªa forense, tambi¨¦n llamada del conflicto, la que investiga hechos contempor¨¢neos ¡ªfrente a la bien conocida tarea de descifrar cuevas prehist¨®ricas o yacimientos de hace miles o cientos de a?os¡ª tiene poco m¨¢s de dos d¨¦cadas de recorrido en Espa?a. Naci¨® en 2000, seg¨²n escriben en Desenterrar el pasado los historiadores Xurxo Ay¨¢n Vila y Luis Antonio Ruiz, con la exhumaci¨®n de Priaranza del Bierzo en 2000. Es de las primeras ocasiones en la que los arque¨®logos miran a hechos recientes. En su aportaci¨®n a esta publicaci¨®n, Ay¨¢n Vila y Ruiz estudian diversos frentes de guerra y las condiciones de vida a partir de la premisa de que ¡°la arqueolog¨ªa puede hacer hablar a esas cartograf¨ªas silenciadas, puede revivir objetos y sujetos que nos cuenten las reales condiciones de vida en el frente¡± y, a la vez, hacer que recuperen la voz aquellos a quienes se la quitaron. Mencionan unos restos ¨®seos encontrados en un hogar en Castiltej¨®n (Le¨®n) que, en el primer a?o de guerra, ¡°muestran c¨®mo la caza y el trampeo eran pr¨¢cticas b¨¢sicas para la subsistencia, llegando a elaborar cecina de carne de zorro¡ La dieta se complementaba con remanentes de sidra asturiana, vino, co?ac y de leche condensada¡±. No hab¨ªa latas, contin¨²an, pero s¨ª huesos de vaca, cabras, ovejas y gallinas.
La arqueolog¨ªa tambi¨¦n ha mostrado que la Guerra Civil no fue un lugar de algunos frentes de batalla fren¨¦ticos ¡ªbien estudiados por la historiograf¨ªa militar¡ª, y el resto de Espa?a convertida en un territorio de frentes en calma o apaciguados y con la vida normal recuperada. Ay¨¢n y Ruiz han hecho campa?as arqueol¨®gicas m¨¢s all¨¢ de la batalla de Brunete, Teruel o el Ebro. Y han descubierto que la Guerra Civil fue una ¡°guerra total¡±, con una lucha de gran intensidad incluso en lugares remotos. Y las pruebas arqueol¨®gicas son evidentes: cr¨¢teres de guerra de minas junto al hospital Cl¨ªnico de Madrid. O la munici¨®n percutida encontrada en las ¡°trincheras tard¨ªas de Ciudad Universitaria, cuando la batalla frontal de Madrid hac¨ªa mucho que se hab¨ªa apagado¡±. O ¡°la profusi¨®n de bombas de mano y proyectiles anticarro localizados en el paraje de Los Rosales de Brunete, empleados un a?o y medio despu¨¦s de la famosa batalla¡±.
Los restos permiten, tambi¨¦n, conocer comportamientos humanos. As¨ª, las intervenciones de hace una d¨¦cada en Alto Taju?a (Guadalajara) permitieron, entre otros muchos descubrimientos, ¡°encontrar el cuerpo de un joven sembrado de metralla a quien sus camaradas o enemigos¡±, escriben Ay¨¢n y Ruiz, ¡°honraron con piedad asest¨¢ndole un tiro de gracia en el cr¨¢neo¡±. Nada de ello est¨¢ en los textos, solo la excavaci¨®n directa puede sacar esas historias a la luz.
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