Faye Dunaway, una de las diosas
Un documental en la plataforma Max repasa la vida y la carrera de una actriz magn¨ªfica y una mujer muy hermosa, llena de estilo, sensualidad, veracidad
Cuentan de la actriz, del ser humano, de la profesional, que posee infinidad de virtudes. Pero tambi¨¦n se desliza que frecuentemente pod¨ªa ser insoportable, que es bipolar, maniacodepresiva y alcoh¨®lica aliviada frecuentemente por las cl¨ªnicas de desintoxicaci¨®n. Bette Davis, esa reina de lengua ¨¢cida, afirma: ¡°Ni aunque me dieran un mill¨®n de d¨®lares actuar¨ªa en una pel¨ªcula con ella. Y lo mismo le dir¨¢ mucha gente de Hollywood¡±. Debieron de existir rodajes a los que sus ataques los hizo muy problem¨¢ticos. Pero era una actriz magn¨ªfica y una mujer muy hermosa, llena de estilo, sensualidad, veracidad. Se llama Faye Dunaway. Tiene 83 a?os. Y el antiguo glamur no ha abandonado a esa anciana. Lo hace transparente el documental Faye, que se puede ver en la plataforma Max.
Me qued¨¦ embobado (se podr¨ªa utilizar otro t¨¦rmino, pero no ser¨ªa correcto ni conveniente) cuando en edad adolescente la vi por primera vez en una pantalla. En Bonnie y Clyde. Interpretaba a Bonnie Parker, pero no se parec¨ªa nada al personaje real, una atracadora que rebosar¨ªa valent¨ªa aunque con una presencia tan estridente como prescindible. Faye Dunaway era la seducci¨®n permanente, la alegr¨ªa, el vitalismo, el punto de locura, el erotismo. Tambi¨¦n la amargura y el desconsuelo ante la impotencia de su audaz novio, Clyde Barrow. Y creo que a partir de entonces he visto todas sus pel¨ªculas, las buenas, las mediocres y las malas. Ella siempre me ha resultado inolvidable.
Y, a veces, la actriz ha compuesto personajes memorables. Como en Network: un mundo implacable. Dunaway es la directiva de un canal de televisi¨®n exclusivamente obsesionada con las subidas de audiencia, voraz y profundamente sola, que vislumbra un fil¨®n inagotable en un presentador en declive y progresivamente enloquecido que promete a la morbosa y expectante audiencia que un d¨ªa cercano se va a suicidar delante de las c¨¢maras. Y es sutil y morboso el juego de miradas y de gestos entre ella y Steve McQueen (dif¨ªcil elegir al m¨¢s cool de los dos) mientras que juegan una aparente partida de ajedrez en El caso de Thomas Crown. Solo te imaginas a esta se?ora como rubia, elegante, intensa, aunque tambi¨¦n misteriosa.
Y descubro repasando la filmograf¨ªa de Faye Dunaway que hace mucho tiempo que no sigo a perpetuidad la presencia de las estrellas actuales. Ser¨¢n actrices excelentes pero no tengo cuelgue con ellas. Mi actriz favorita fue la difunta e inmensa Barbara Stanwyck (busquen en internet su presencia, porque ya ni dios se acuerda de ella) que no era una belleza deslumbrante, aunque rebosaba atractivo, gracia, ritmo, malicia, inteligencia, enigma.
Y me qued¨¦ aturdido y feliz con la presencia y la actuaci¨®n de la preciosa Michelle Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys, la sugerente y list¨ªsima Angie Dickinson de R¨ªo Bravo, las volc¨¢nicas Kathleen Turner de Fuego en el cuerpo y Sharon Stone de Instinto b¨¢sico. Avanzando en el tiempo tambi¨¦n me parecieron fascinantes actrices que chorrean talento y personalidad como Naomi Watts y Jessica Chastain. Son estrellas. Como las de toda la vida. Poseen ese algo especial.
Sharon Stone aparece en Faye contando cosas muy bonitas de su amiga Faye Dunaway. Esta se defiende de tanto murmullo negativo, aunque acepte sus enfermedades cr¨®nicas, afirmando que siempre ha tratado de expresar en la pantalla sentimientos que est¨¢n en ella desde ni?a. Tambi¨¦n que ha tenido variados amores, pero que inevitablemente su fecha de caducidad son dos a?os. Y aparece repetidamente una fotograf¨ªa suya al amanecer, tumbada en una hamaca, rodeada de recortes de peri¨®dicos que hablan del Oscar que le concedieron la noche anterior. Imagino que borracha o resacosa, con escaso maquillaje. Y es inevitable enamorarse de esa se?ora. Yo vi a Faye Dunaway hace un mont¨®n de a?os sentada en una silla en la sala de prensa del festival de Cannes durante un par de horas. No hablaba con nadie. Y los que la reconocieron tampoco la importunaron. Pero ni dios sab¨ªa qu¨¦ pintaba all¨ª. En silencio, llena de clase. Tal vez esperando a Godot. O en un trastorno bipolar.
Babelia
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